miércoles, 24 de agosto de 2016

“TERTULIA SIN NAVAJA” O LO EFÍMERO COMO IRONÍA



“TERTULIA SIN NAVAJA” O LO EFÍMERO COMO IRONÍA

-Alberto Hernández-

1.-

Un catálogo de consejos. Una suma de instrucciones escritas e ilustradas para inventar algún evento que dure muy poco. Un legajo de ideas en las que Carlos Yusti arrima el hombro y sugiere a quien quiera ser artista o poeta, o poeta y artista, crear pequeños mundos, revisiones macro y microscópicas para que la imaginación siga su curso. O en el mejor de los casos, no se deje gobernar por lo cotidiano, por el fastidio de una vida sin futuro. Pero dirán los visitantes a esta extraña misión de un poeta como Yusti: Si también se dedica a lo efímero, ¿cómo puede tener futuro algo que es efímero o lo efímero mismo?

Y así, la ironía que, luego de trazos y líneas, colores y volúmenes, se convierte en humor. Tan fino que se evapora, una vez que se acaba la sonrisa o la carcajada. O la pose de espectador inteligente. Como cualquier Pensador de Rodin.

Y entonces habrá que hablar de otras cosas. O de las mismas, porque como todo cambia y queda ese mismo objeto o imagen en el mismo lugar, habiendo estado en otros, no es necesario pensar que nos movemos o que somos eternos.

Pues bien, deben olvidarse los que visiten estos inventos que se trata de cosas que se borran, se queman, se echan en el agua para que se disuelvan, entre otros procesos momentáneos, porque no deben durar, pero que queden en la memoria efímera, también, de los curiosos espectadores. 

2.-

Somos efímeros. La vida es efímera. Por eso inventamos, para quedar un rato más en la tierra. Y luego irnos al interior de ella. O al crematorio a convertirnos en ceniza efímera, ya no tan “polvo enamorado”, como dijo el otro en aquel siglo dorado.

Y como efímeros, consumimos lo efímero. Relatamos lo efímero, poetizamos lo efímero, cantamos lo efímero, pintamos lo efímero. ¿Cuánto dura un orgasmo? ¿Cuánto el momento de la muerte? ¿Cuánto la carrera del libérrimo espermatozoide hacia el sortario óvulo?
Tan efímeros que tocamos fondo en un cementerio. O en vida suelen algunos ser visitantes del señor Alzheimer. Tanta cortedad vital complace a los gusanos, que también tienen poco aliento cronológico.

La soledad es sólo un instante que alargamos.

Y tan efímera es la vida que la muerte no existe, porque también es tan corta que una vez muertos nos olvidamos de que existíamos. O de que fuimos efímeros.

La memoria, ella, tan chocante, nos conduce al olvido. ¡Qué ironía!

Después de todo, la ironía es una de las maldades más hondas y también efímeras de la inteligencia, pequeño monstruo este también temporal, porque se borra. Se aleja con el silencio, que suele ser largo en algunos casos, pero siempre hay un ruido, un sonido que lo aleja y lo hace imposible de eternidad. También sonidos y ruidos tienen su lugar para dejar de oírse.

Sacará, en consecuencia, el lector de este efímero texto, sus propias conclusiones.

De modo que somos efímeros para enfrentar la muerte y sus circunstancias, aunque no hay cosa más estúpida que morirse.

Y todo lo dicho para entrarle a algo tan efímero como a “Tertulia sin navaja” (Catálogo apresurado de obras conceptuales, instalaciones y arte efímero).

Es decir, estamos ante un trabajo con dibujos y textos de Carlos Yusti en los que le sigue los pasos, según sus palabras en el pórtico de su juego, a la obra Pomelo, de Yoko Ono, aparecido en Tokio en 1964.

Se trata de un libro burla, de un testamento que nos deja a la vista y en el resto de los sentidos, la sensación de que Yusti no es partidario de mucho arte tradicional que se hace llamar efímero.
Su voz así lo manifiesta:

“Me cansan esos artistas que pretendiendo hacer obra efímera dejan rastros como videos y fotos de la misma contraviniendo su base operativa y conceptual, la cual es crear una obra que desaparezca sin dejar rastros”.

Quedan las instrucciones. Siga usted, amigo lector, la ruta y anótese en el génesis de su aliento efímero. Y corrobórese parte de un juego en el que seguramente será usted también parte de un concepto, tan vital como efímero.







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Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua.

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».

Su blog es Alberto Hernández: textos, crónicas, su poesia y otros asuntos

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