miércoles, 31 de agosto de 2016

La casa de Laura Antillano


La casa de Laura Antillano



Estimados Amigos

Hoy compartimos con ustedes un texto de nuestro amigo Pedro Téllez sobre la casa de la escritora venezolana Laura Antillano. La casa de Laura Antillano esta ubicada en Naguanagua en la urbanización Naranjal. En Venezuela son los desarrollos urbanísticos planificados y generalmente están asociados a las clases pudientes. Aunque existen urbanizaciones ejecutadas por el gobierno y se les diferencia de las de clase media alta colocándole el adjetivo de populares. La casa esta ubicada en la avenida 11-A c/c calle Guzmán Blanco y su número de identificación es el 193-19. Sobre este número podrán leer La Letra Voladora. Siempre se ha dicho que Venezuela es muy igualitaria porque al lado del barrio siempre hay una urbanización en este caso las Urbanizaciones La campiña II y el Naranjal están al lado de Barrio Unión, La Democracia o La Cidra depende del punto de observación. Las dos zonas la pobre y la de clase media están separadas literalmente por una calle llamada Guzmán Blanco y  por una quebrada embaulada. Esta Quebrada antiguamente tenia también una cerca de Alambre del tipo que en Venezuela llaman Alfajol. Esta cerca hace mucho tiempo que desapareció a causa de la escasez del aluminio, una cerca de este material era un victima potencial para ser desmantelada y vendida en el mercado negro. Esta quebrada embaulada siempre te hace pensar en el foso de un castillo. La pregunta es: ¿A quien defiende de quien? La urbanización del barrio o viceversa.

La casa de La Letra Voladora la conocemos exteriormente desde hace mucho. Tenia un mural con los Beatles del submarino amarillo imagen que fue sustituida luego por un Gallo de Barcelos, o algo parecido en nuestro recuerdo, ese que es tan común ver en las panaderías de portugueses en Venezuela. Ahora la fachada no tiene dibujos solo colores planos. Creemos que ahora domina el verde en la fachada.

Antiguamente tenías dos formas de llegar a la casa de Laura Antillano. Subías por la calle Guzmán Blanco, o la calle de la canal como dicen en Naguanagua, y en la séptima esquina doblabas a la derecha y estabas al frente de La letra voladora. Ya no puedes usar esta opción ya que todos las calles que daban a la Guzmán Blanco de la urbanización el Naranjal fueron cerradas por la inseguridad es una forma de defenderse de nosotros: los que vivimos en el barrio. Ahora solo ves una sucesión de muros.

la otra opción es subir por la calle 194 que es la entrada de La Campiña II. Cuentan 9 esquinas del lado izquierdo y en la novena esquina doblan a la derecha. Esa avenida es la San Juan. Doblan a la izquierda en la primera esquina suben y cuentan tres esquinas. La tercera esquina esta ubicada en la avenida 111-A.

Solo hemos entrado un par de veces en La Letra Voladora. Y eso porque el escritor  José Carlos De Nóbreganos invitó a su taller sobre ensayo. Llegamos en bicicleta un sábado casi a la hora del cierre de la actividad. Entramos al patio recibidor una zona bastante umbrosa. Al entrar al área de taller nos sumergimos en un ambiente de clara decoración kindergarderina. Particularmente el ambiente de nuestro kinder era bastante espartano comparado con este. Todos los participantes eran adultos. Era un divertido contraste. Una docena de personas aproximadamente: Un ciclista consuetudinario (nosotros), 3 peatones (incluyendo al ductor) y el resto con vehículo. Nos pareció curiosa la afluencia de vehículos en una actividad subvencionada totalmente por la casa Andrés Bello.

Ya es hora de que dejemos de desviar la atención del texto que se avecina así que nos despedimos de ustedes por ahora.

Esperamos disfruten de la entrada de Pedro Telléz.

Richard Montenegro


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Es de Borges la conocida frase: otros se pueden enorgullecer de los libros que han escrito, yo tengo orgullo de los libros que he leído. Yo agregó: tengo orgullo de los escritores que he conocido personalmente, de los que he sido su amigo, entre ellos Laura Antillano. Pero no voy a tratar aquí de la amistad, no directamente. Describiré el espacio de esta amistad y que como Uds. saben se llama “La Letra Voladora”. Que la casa habla de sus inquilinos  lo decía Virginia Woolf. La de Laura habla de ella y de nosotros. Ubicada en la Campiña, entre la Universidad y el cerro del Café, al borde de una calle que es frontera de una quebrada embaulada o al final de una calle ciega a la que se llega a través de un laberinto de cuadras. Hay otras casas en el tiempo y el espacio: En Maracaibo la quinta  paterna a las orillas del lago y tertulia obligada de pintores y poetas, la de Caracas, o antes la de Haticos  número 15 (casa de ficción)  o su apartamento paralelo. Pero quiero hablar de la que conozco más y tal vez por haber ido una docena de veces (no soy visitante asiduo) y por eso me impresiona.

Entre extraña y “siniestra” en el sentido cotidiano de Freud, es una casa rara de decoración maximimalista: Mesitas con cerámicas, textiles y texturas, arte popular; vitrinas con títeres y marionetas de sombra; horror al vacio en las paredes : cuadros de Lunar y de Zerpa, murales de jardín, afiches de teatro, cine y ferias, poemas enmarcados de amigos, fotos de monjas de negro (Brito), y retratos  de los amigos en misma letra voladora: Foto en la casa de la casa:  abismo acogedor. La casa en verdad pequeña se agranda por la multitud de objetos y su belleza sumatoria. Sin temor al kitsch poseen el aura que les da el haber sido un regalo, el recuerdo de un viaje. Todavía en la mesa de recibo el objeto que hace años dejé: un pisapapeles. Mi madre me describía los pisapapeles del escritorio del abuelo que conocí solo por dos novelas y un cine de pueblo. Años después vi con una amiga en una tienda un pisapapeles amarillo, pero ella dijo que por su diseño era para mujer, y lo regalamos a Laura. Otro amigo que ya no esta decía que Laura tiene la voz bella. Se refería a la voz-voz, (no la voz literaria que por supuesto posee), y a la inteligencia (no su inteligencia escrita), sino a la capacidad intuitiva, conversacional, femenina, del comentario agudo sobre la situación específica, sin citas librescas o algo así. Es decir: voz de forma y contenido indisoluble, y ese es el sonido de su casa. Vamos a oírla  hablar de cualquier cosa, en visitas breves, y siempre traemos o le llevamos una postal, el libro que dedica a los niños, o el sabor de un dulce en el paladar.

Laura como todo escritor, escritora,  reúne una biblioteca, pero la suya no es una biblioteca personal. Tiene que ver con las puertas abiertas. No sé como explicarlo, es una biblioteca circulante, no porque se presten libros, sino porque siempre un discípulo o amigo (o ambas condiciones) esta  tomando notas, hojeando. Pues es circulante porque entra y sale gente: Allí funcionan los talleres que imparte: desde niños, niñas y adolescentes hasta ex rectores universitarios aprendiendo a leer y escribir cuentos.

No son tertulias a la manera de esas de  mujeres del siglo de las luces, de ocio y sociedad. Aquí hay una finalidad, un trabajo subyacente: A veces son alumnos y ex alumnos con la seriedad del caso: de pre y post grado,  otras  son  del taller literario, docentes de la UC o de una escuelita, poetas o cuentistas, cuenteros: Todos amigos que se reúnen, vuelven, visitan. Alguien toca una guitarra. Casa limpia, espaciosa, luminosa, donde no hay mucha diferencia entre el adentro y el afuera (arquitectónicamente hablando), el afuera y el adentro, espiritualmente hablando. Me siento muy bien recordando amigos, los que están y los que ya no están, y por eso hoy escribo este texto como aquella talla,  evocación de palabras anteriores, para que se incorpore a los objetos de la casa.

Pedro Téllez (Valencia, 1966). Ensayista. Conferencista. Bibliófilo. Médico Psiquiatra. Estudió Medicina en la Universidad de Carabobo (Valencoa), y se especializó en el Hospital Psiquiatrico de Caracas. Ha publicado los libros de ensayo Añadir comento (1997), Fichas y Remates (1998), Tela de Araña (1999) y La última cena del ensayo (2005), libro con el que ganó en el 2004 un premio en el Certamen Mayor de las Artes que promueve el Ministerio de la Cultura. Colaborador de La Tuna de Oro y Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Un Naipe en el Camino del Dorado(2007) y “El Diario de Viajes de Francisco de Miranda” (2016). Ha sido director de la revista La Tuna de Oro, redactor dela revista Poesía, publicaciones de la U.C. De igual modo ha colaborado en revistas como Predios, Arte de Leer, Mañongo y Tiempo Universitario. Fue redactor de la revista Zona Tórrida.

Publicado el 28 de agosto de 2016 en el diario Notitarde



martes, 30 de agosto de 2016

viernes, 26 de agosto de 2016

En defensa del ensayo y la resistencia indígena


En defensa del ensayo y la resistencia indígena

Pedro Téllez

   Escribe o habla ensayísticamente el que compone experimentando, el que vuelve, interroga, palpa, examina y atraviesa su objeto de reflexión. Así lo veía Teodor Adorno, definición que nos sirve tanto para el ensayo de antes como para el transgénico de mañana, pues esa escritura también atraviesa otros géneros, y dará origen a los cuentos/ensayos o la novela de ideas, y venía de remotos diálogos filosóficos y epístolas morales.
Grabado de Theodoro Bry
   Luckas señala que “la forma del ensayo sigue sin terminar el camino de la independización que su hermana, la poesía, ha recorrido hace ya mucho tiempo, el camino del desarrollo hasta la autonomía desde una primitiva unidad indiferenciada de la ciencia, la moral y el arte; pero el comienzo de ese camino fue imponente, tan grande que la evolución posterior nunca le ha alcanzado del todo, sino que, a la suma, se le ha acercado unas pocas veces. Me refiero, necesariamente, a Platón, el mayor ensayista que jamás ha vivido y escrito”.
   Para Bacon la palabra ensayo era nueva pero la cosa es vieja: “las epístolas de Séneca a Lucilio son ensayos, vale decir, meditaciones dispersas, aunque en forma de epístolas”. De Séneca y de Plutarco advierte Montaigne: “la familiaridad que tengo con estos dos personajes, el consuelo que dan a mi vejez y la ayuda que prestan a mi libro, erejido con sus despojos, me obliga a salir en su defensa”.
Montaigne no solo defendió a sus antecesores literarios, sino a unos contemporáneos de distinta tradición y otro continente, los indígenas, en el ensayo XXX del Libro I. El ensayo, antes que la poesía o la novela, resaltó a los pueblos originarios.
   Cito en homenaje a la resistencia indígena: “Esas naciones me parecen, pues, solamente bárbaras, en el sentido de que en ellas ha dominado escasamente la huella del espíritu humano, y porque permanecen todavía en los confines de su ingenuidad primitiva. Las leyes naturales dirigen su existencia muy poco bastardeadas por las nuestras, de tal suerte que, a veces, lamento que no hayan tenido noticia de tales pueblos, los hombres que hubieran podido juzgarlos mejor que nosotros.
   Siento que Licurgo y Platón no los hayan conocido, pues se me figura que lo que por experiencia vemos en esas naciones sobrepasa no solo las pinturas con que la poesía ha embellecido la edad de oro de la humanidad, sino que todas las invenciones que los hombres pudieran imaginar para alcanzar una vida dichosa, juntas con las condiciones mismas de la filosofía, no han logrado representarse una ingenuidad tan pura y sencilla, comparable a la que vemos en esos países, ni han podido creer tampoco que una sociedad pudiera sostenerse con artificio tan escaso y, como si dijéramos, sin soldura humana.
Es un pueblo, diría yo a Platón, en el cual no existe ninguna especie de tráfico, ningún conocimiento de las letras, ningún conocimiento de la ciencia de los números, ningún nombre de magistrado ni de otra suerte, que se aplique a ninguna superioridad política; tampoco hay ricos, ni pobres, ni contratos, ni sucesiones, ni particiones, ni más profesiones que las ociosas, ni más relaciones de parentesco que las comunes; las gentes van desnudas, no tienen agricultura ni metales, no beben vino ni cultivan los cereales.
   Las palabras mismas que significan la mentira, la traición, el disimulo, la avaricia, la envidia, la detracción, el perdón, les son desconocidas. ¡Cuán distante hallaría Platón la república que imaginó de la perfección de estos pueblos!"
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jueves, 25 de agosto de 2016

“La poesía es siempre femenina, así sea escrita por hombres…”


ENTREVISTA a Ximena Benítez por Miguel Antonio Guevara





Ximena Benítez (Caracas, 1974). Poeta venezolana Licenciada en Artes Plásticas, mención Escultura, egresada de la Escuela de Artes Visuales "Cristóbal Rojas" Editora fundadora de la Colección Poesía del Mundo, la Revista Arte de Leer, Libros de Venezuela del Ministerio del Poder Popular para la Cultura de Venezuela y de los Cuadernos de Pensamiento y Creación de la Unearte. Ha publicado Temporales en extramuros (Fondo Editorial Ipasme 2007) y Caracas, Visiones Visibles (Fundación Editorial El perro y la rana, 2013). Premio Nacional de Promoción de Lectura 2003. Actualmente es Vicerrectora del Poder Popular de la Universidad Nacional Experimental de las Artes. También lleva el blog http://ximenabenitezvargas.blogspot.com/ y puedes encontrarla en su cuenta twitter @TibisayCaracas



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Miguel Antonio Guevara: En Ximena Benítez se manifiesta la clásica juntura de artistas plásticos y poetas ¿Qué fue primero en tu proceso creativo, las artes visuales o la literatura?

Ximena Benítez: La literatura fue lo primero, desde niña Theomar Vargas, —mi mamá— me leía poesía: Huidobro, Guillén, Darío. A los 12 años me dio a Vallejo y tomé de su biblioteca a Hesse, Kafka, Poe, Sartre. La música me apasionaba, comencé a componer y cantar esas letras de canciones con unas compañeras del liceo. En cambio, el dibujo lo abandoné en mi infancia porque una maestra se burló de uno de mis dibujos. A los 12 años un profesor de artística logró que retomara la pintura. A los 17 años comencé a frecuentar la Escuela de Artes Plásticas “Cristóbal Rojas”, asistí como oyente a clases del artista conceptual Pedro Terán y me reunía en tertulias con el dibujante Roberto González y el escultor Guillermo Abdala y su círculo de artistas. Al salir del liceo me inscribí en la Escuela Cristóbal Rojas mientras conseguía cupo en una universidad y me enamoré del arte, ya para ese momento escribía poesía.

M.A.G Tu libro Caracas: visiones visibles abre con un epígrafe de Paul Klee “lo visible es solo una forma de lo real”; qué puedes decirnos de tu acto creativo, de la reflexión ante el arte y lo que te rodea, es decir ¿ves el trabajo del artista, del creador y la creadora de textos literarios solo como una abstracción de lenguajes o como un gesto que sirve para algo, es decir, trasciende el acto de Ximena a su exterior, a su contexto?

X.B: Esa frase de Klee la siento muy cercana, nada más verdadero, porque lo que vemos (a pesar de ser lo más evidente) no es lo real en su totalidad, y en sociedades como la que vivimos, (repletas de imágenes para mirar), eso es a veces difícil de percibir, eso lo saben nuestros viejos, o las personas que son más sensibles, pero no todo el mundo. De esa frase, además deriva el título del libro: Caracas: visiones visibles, que en una primera lectura parecería una redundancia, pero no lo es, pues lo que puede contemplarse en mis dibujos son espacios de la ciudad de Caracas, reconocibles y transitados por todos, realizados en un dibujo gestual, frágil, el dibujo de una poeta que transmite su visión de la ciudad de Caracas y deja a los otros asomarse a ella, les comparte sus caligramas, textos espontáneos y la translación de la caligrafía a lo tipográfico acompañado de un índice de imágenes que le cuenta al lector qué se quiso expresar. Es un libro raro.

No tengo prejuicios ante el arte abstracto, pienso que lo abstracto da cuenta de otras formas de mirar, no hay desconexión con el mundo, ni alejamientos de éste en quienes producen arte abstracto, se está frente al arte o la poesía en la medida que estos sean capaces de conmover, esta conmoción siempre es útil.

M.A.G: Tienes una notable experiencia como editora, llevaste un tiempo la revista Arte de leer ¿podrías hablarnos o comentarnos alguna reflexión sobre esa posibilidad de acercarte a numerosas voces, artículos y demás documentos que reunieron durante algún tiempo un panorama de la literatura venezolana actual?

X.B: La edición me apasiona, nos pone a prueba en todas sus facetas. Me inicié en este oficio fundando la Colección Poesía del Mundo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura por percepción de Farruco Sesto, que al conocer mi poesía y mi gusto por los libros vio en mí a una editora. Ese fue mi primer acercamiento al oficio, trabajé desde un cubículo de la Biblioteca Nacional, aprendí mucho sobre derechos de autor, sobre cómo se estructuran las colecciones y los libros, conocí escritores, traductores, correctores, diseñadores. Me formé un criterio propio sobre el diseño gráfico —venía de las artes plásticas—, lidié con los egos, las afinidades y antipatías, de los grupos y cenáculos de las escuelas de letras que nunca frecuenté. Después edité los Cuadernos de Pensamiento y Creación, la revista de investigación de Artes Pláticas del otrora Instituto Universitario “Armando Reverón”, hoy Unearte, otra rica experiencia: trabajar en un perfil editorial distinto.

Para iniciar la revista Arte de Leer se me dio el nombre y entera libertad para realizar una revista que promocionara la lectura, hiciera visible el sistema libro del Ministerio del Poder Popular para la Cultura y que pudiera leer un niño, una persona recién alfabetizada, escritores y lectores especializados. Arte de Leer, libros de Venezuela fue un sueño, la tercera revista creada para el Sistema Masivo de Revistas, 60 mil ejemplares impresos cada dos meses. Disfruté mucho conceptualizarla, trabajo de terquedad, amor, paciencia, constancia, equilibrismos, de cuidado, muchísimo cuidado y divertida de hacer, también de estrés, de estar al día, de desconectarme del tiempo de la creación poética y sintonizarme con los tiempos de cuando debía salir. Cuidadoso trabajo el de Elis Labrador —su primer jefe de redacción— y eficacia en los tiempos de Gleidy Bedoya, (segunda jefa de redacción). Los diagramadores estaban acostumbrados a mi meticulosidad, los correctores fueron preciosos. Editamos 16 números de la revista Arte de Leer, Libros de Venezuela, aún en las Ferias del Libro cuando las recorro las personas recuerdan la publicación, han llegado correos electrónicos de diferentes lugares del mundo solicitando información sobre ella. Al suspenderse la edición de la revista, un grupo de notables escritores, lectores y editores (Gustavo Pereira, Víctor Manuel Pinto, Pedro Téllez, José Carlos De Nóbrega, Nelson Guzmán, Íngrid Chicote, entre muchos otros) solicitaron al Ministerio del Poder Popular para la Cultura que se continuara con su edición, hasta el día de hoy no ha habido respuesta.

M.A.G Formas parte de un grupo de mujeres poetas ¿es un encuentro casual de voces? ¿o acaso una postura que se sitúa desde el ser mujer en el ejercicio creativo?

X.B: Formo parte de Toda la Poesía en la Voz, un grupo de mujeres poetas integrado por Libeslay Bermúdez, Argelia Silva, Celenia Arreaza, Rocío Navarro y Alejandra Segovia. Tenemos diferentes voces poéticas, cada una tiene su búsqueda personal y artística, nos unen la amistad y el vivir en Caracas en este momento histórico. En lo personal pienso que la poesía es siempre femenina, así sea escrita por hombres.

M.A.G: ¿Por qué crees que la poesía siempre es femenina aunque esté escrita por hombres?

X.B: Bueno, es porque la poesía es femenina, procede del misterio, de la intuición y de lo insospechado. Lo femenino es así, en la poesía escrita por hombres ellos tratan con materia femenina (lo poético) y eso es precioso.

M.A.G: ¿Hay alguna lectura de algún poeta venezolano que revisites constantemente? ¿Qué escritores y artistas sientes que han influenciado tu proceso creativo?

X.B: Venezuela es un país de poetas, no hay uno, son varios, depende del ánimo, del momento, de los recuerdos, del día. Me acompaña la poesía de Elmer Szabó, venezolano, un poeta nacido en Budapest, de origen transilvano, de una poesía irónica, lúcida, estremecedora, dramático Elmer, melancólico, a menudo me acompaña su poesía. De la poesía erótica y sensual hay dos libros a los que vuelvo de vez en vez: Erotia de Alejandro Salas (libro pervertido, sensual, extravagante) y la belleza minimalista de Matadero de Reynaldo Pérez Só, poeta al que admiro mucho, por el sentido exacto de sus palabras y esa sensación de misterio, la incandescencia de su poesía. Me enternece la poesía de Elizabeth Schön, es de una claridad abrumadora, de un gran misticismo y pureza. Dialogo con la poesía de Juan Antonio Calzadilla Arreaza, coincido con su reclamo al mundo y sensibilidad. Admiro la desfachatez delirante de la poesía de Roger Herrera, también artista plástico y actor. De mis contemporáneos venezolanos leo a Manuel Llorens, poesía de la furia en desacuerdo con lo establecido, ferozmente bella. Y las imágenes siempre novedosas de la poesía de Alfredo Herrera Salas. Leo la poesía de mis compañeras del grupo Toda la Poesía en la Voz. Disfruto de la profundidad de la poesía de Luis Enrique Belmonte, quien se muestra diáfano aún en la más terrible oscuridad, poeta de misterios interiores, de extraordinaria sensibilidad. De las artes plásticas pienso me han influenciado Jirí Kolar, Joseph Cornell, los surrealistas, Antonieta Sosa, Juan Calzadilla, mi maestro de pintura Onofre Frías. De la palabra de las mujeres la poderosa voz de la peruana Blanca Varela. De los españoles Lorca, Hernández y Félix Grande. De los colombianos Raúl Gómez Jattin. De los chilenos Vicente Huidobro. De los poetas, de todos al que vuelvo siempre como el mar a la orilla, es a la poesía de Juan Gelman.

M.A.G: ¿Para qué sirve la literatura y el arte para Ximena Benítez, en estos momentos de crisis global, para qué nos sirve la poesía y todavía más importante: para qué nos sirven los poetas y las poetas?

X.B: La literatura y el arte me sirven para vivir, para expresarme, para pensar, para verme reflejada, para saber de otros y para explorar lugares desconocidos, sentimientos desconocidos. La crisis siempre ha existido, la entendemos global por lo mediático que se ha vuelto el mundo, siempre ha existido una fuerte desigualdad en la distribución de las riquezas y guerras por diferentes razones. El poeta, el artista es capaz de sintonizarse con un tiempo fuera de su tiempo, un espacio que a través de la construcción del producto estético que es su obra, hablará de su tiempo, y a la vez de todos los tiempos, de la eternidad. Así ese “no tiempo” o esa sintonía del artista o poeta, tiene implícitas palabras/imágenes/formas/sonidos/gestos de las personas de su tiempo, pues es en la escucha permanente de su gente, su momento histórico, el lugar donde habita, con quienes habita que podrá construir su obra. Las poetas y los poetas nos sirven para advertir que el arte de escribir versos no morirá, también nos sirven los poetas y las poetas para hablar bien o mal sobre el mundo, las cosas, las palabras, para reír, para llorar, para acompañarse en algún bar, para ir a la playa, enamorarnos de sus versos, para hacer silencio estando juntos. La poesía escrita por los poetas es otra cosa, nos sirve para leerla, para sentirla, para estremecernos con ella, para pedir a gritos una nueva edición, para asustar, para desvelarnos, para desear conocer al poeta o a la poeta que la escribe y compartir lo que uno hace, a ver qué tal.

M.A.G: ¿Qué significa escribir hoy en Venezuela para Ximena Benítez? ¿Tienes alguna expectativa frente al canon y la tradición, a los movimientos y demás manifestaciones del campo artístico venezolano y latinoamericano?

X.B: Pienso que inevitablemente lo que escribo dirá quién soy y de dónde soy, las palabras que utilizo pertenecen a un lugar y tiempo determinados. No necesito pensar en desafiar tradiciones ni apegarme a cánones. Procuro ser libre y fiel a lo que necesito escribir y al lenguaje que voy forjando en mi búsqueda personal, no me limito. Mi escritura suele ser introspectiva y reclamar constantemente a la sociedad. Escribo por necesidad, soy rigurosa y me cuesta publicar lo que escribo. Escribir hoy en Venezuela es dar cuenta de mi país, mi tiempo y el de mis antepasados, como se evidencia en mi poemario Costuras de familia, donde escribo sobre la vida y las mujeres de mi familia. Envié ese libro a un concurso de poesía y creo que el jurado pensó que eran confesiones de una costurera o algo así y lo descartó de inmediato (risas). No me preocupan la fama, los críticos, ni los sistemas de legitimación del arte y la literatura, me ocupo en vivir, trabajar y hacer mi obra. Ser fiel a mí misma es lo que realmente me importa como señalo en el poema Íntima obediencia:



Soy de una libertad inusitada

hago lo que me dicta mi conciencia

sin dueño

prefiero la tibieza de los míos

a la vanidad de las apariencias que el poder emana



Fui forjada en rigor

dándole pela a mi sombra

con ternura y paciencia



Endemoniada de mí

digo hasta lo más oscuro

en aterradora libertad acontezco



M.A.G No solo escribes y reflexionas en torno a la imagen plástica, también te has dedicado a la docencia y has tenido responsabilidades en la generación de políticas culturales ¿crees que hay una especie de corresponsabilidad cívica de quienes crean, es decir, de tomar no solo los espacios de creación sino también generar espacios para la producción, difusión y formación en las artes?

X.B: La docencia ha sido mi sustento desde siempre, provengo de una familia de profesores. Y si, los artistas pueden y deben trasmitir sus conocimientos, además eso les da muchas satisfacciones. En el caso de las artes plásticas y la literatura (dos oficios solitarios) les permite relacionarse con las nuevas generaciones y mantenerse actualizados. Devolverle al mundo algo del camino transitado, porque en realidad el cómo crear arte o literatura no se pueden enseñar como las matemáticas, la creación es algo muy subjetivo y complejo, pero si se pueden mostrar sendas transitadas para que el estudiante pruebe de acuerdo a su personalidad, a su búsqueda personal y se aceleren procesos creativos.

Un artista puede dedicarse a la gerencia cultural durante un tiempo para ayudar a construir las bases para que el arte y la literatura lleguen a la mayor cantidad de personas y de la mejor forma; eso es lo que he hecho con mi trabajo desde las instituciones culturales.

M.A.G: ¿Qué se trae entre manos actualmente, tanto en poesía como en artes visuales?

X.B: En artes plásticas he podido dibujar y me estoy permitiendo pintar en estas vacaciones. En poesía deseo publicar una compilación de mi obra si consigo que alguna editorial se interese en hacerlo. Trabajo en estos momentos en un libro que aún no tiene nombre, espero terminarlo pronto.

M.A.G: A modo de conclusión ¿más poesía o más plástica?

X.B: La poesía me tomó para sí, no hay de otra. Pinto desde la intuición poética, dibujo como poeta, observo, compongo desde la poesía.

FUENTE:https://cuadernohipertextual.wordpress.com/2016/08/25/la-poesia-es-siempre-femenina-asi-sea-escrita-por-hombres/

miércoles, 24 de agosto de 2016

“TERTULIA SIN NAVAJA” O LO EFÍMERO COMO IRONÍA



“TERTULIA SIN NAVAJA” O LO EFÍMERO COMO IRONÍA

-Alberto Hernández-

1.-

Un catálogo de consejos. Una suma de instrucciones escritas e ilustradas para inventar algún evento que dure muy poco. Un legajo de ideas en las que Carlos Yusti arrima el hombro y sugiere a quien quiera ser artista o poeta, o poeta y artista, crear pequeños mundos, revisiones macro y microscópicas para que la imaginación siga su curso. O en el mejor de los casos, no se deje gobernar por lo cotidiano, por el fastidio de una vida sin futuro. Pero dirán los visitantes a esta extraña misión de un poeta como Yusti: Si también se dedica a lo efímero, ¿cómo puede tener futuro algo que es efímero o lo efímero mismo?

Y así, la ironía que, luego de trazos y líneas, colores y volúmenes, se convierte en humor. Tan fino que se evapora, una vez que se acaba la sonrisa o la carcajada. O la pose de espectador inteligente. Como cualquier Pensador de Rodin.

Y entonces habrá que hablar de otras cosas. O de las mismas, porque como todo cambia y queda ese mismo objeto o imagen en el mismo lugar, habiendo estado en otros, no es necesario pensar que nos movemos o que somos eternos.

Pues bien, deben olvidarse los que visiten estos inventos que se trata de cosas que se borran, se queman, se echan en el agua para que se disuelvan, entre otros procesos momentáneos, porque no deben durar, pero que queden en la memoria efímera, también, de los curiosos espectadores. 

2.-

Somos efímeros. La vida es efímera. Por eso inventamos, para quedar un rato más en la tierra. Y luego irnos al interior de ella. O al crematorio a convertirnos en ceniza efímera, ya no tan “polvo enamorado”, como dijo el otro en aquel siglo dorado.

Y como efímeros, consumimos lo efímero. Relatamos lo efímero, poetizamos lo efímero, cantamos lo efímero, pintamos lo efímero. ¿Cuánto dura un orgasmo? ¿Cuánto el momento de la muerte? ¿Cuánto la carrera del libérrimo espermatozoide hacia el sortario óvulo?
Tan efímeros que tocamos fondo en un cementerio. O en vida suelen algunos ser visitantes del señor Alzheimer. Tanta cortedad vital complace a los gusanos, que también tienen poco aliento cronológico.

La soledad es sólo un instante que alargamos.

Y tan efímera es la vida que la muerte no existe, porque también es tan corta que una vez muertos nos olvidamos de que existíamos. O de que fuimos efímeros.

La memoria, ella, tan chocante, nos conduce al olvido. ¡Qué ironía!

Después de todo, la ironía es una de las maldades más hondas y también efímeras de la inteligencia, pequeño monstruo este también temporal, porque se borra. Se aleja con el silencio, que suele ser largo en algunos casos, pero siempre hay un ruido, un sonido que lo aleja y lo hace imposible de eternidad. También sonidos y ruidos tienen su lugar para dejar de oírse.

Sacará, en consecuencia, el lector de este efímero texto, sus propias conclusiones.

De modo que somos efímeros para enfrentar la muerte y sus circunstancias, aunque no hay cosa más estúpida que morirse.

Y todo lo dicho para entrarle a algo tan efímero como a “Tertulia sin navaja” (Catálogo apresurado de obras conceptuales, instalaciones y arte efímero).

Es decir, estamos ante un trabajo con dibujos y textos de Carlos Yusti en los que le sigue los pasos, según sus palabras en el pórtico de su juego, a la obra Pomelo, de Yoko Ono, aparecido en Tokio en 1964.

Se trata de un libro burla, de un testamento que nos deja a la vista y en el resto de los sentidos, la sensación de que Yusti no es partidario de mucho arte tradicional que se hace llamar efímero.
Su voz así lo manifiesta:

“Me cansan esos artistas que pretendiendo hacer obra efímera dejan rastros como videos y fotos de la misma contraviniendo su base operativa y conceptual, la cual es crear una obra que desaparezca sin dejar rastros”.

Quedan las instrucciones. Siga usted, amigo lector, la ruta y anótese en el génesis de su aliento efímero. Y corrobórese parte de un juego en el que seguramente será usted también parte de un concepto, tan vital como efímero.







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Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua.

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».

Su blog es Alberto Hernández: textos, crónicas, su poesia y otros asuntos