lunes, 8 de julio de 2019

Tempo y atopía en el logos poético de Ximena Benítez Vargas



 Roger Herrera

I

Enhebrados a un mundo despedazado en sus espacios de representación, la ventana
hacia lo inestable y transversal; la impronta de lo curvo y lo imaginario como usufructo de los no-lugares y desplazamientos sígnicos nos abren las puertas en este logos poético
hacia la fragmentación acuciosa; asexuación genérica y transvalorada sinergia ideática o difuminación de los géneros.

Ximena, tus pequeños poemas asombran como el primer día que cruzaste el albur de la
niñez hacia este diario olvido de restituir  la realidad, tu realidad hecha cristal y polvo de las horas vueltas poemas. Añicos de poemas que fulguran en la casa y en los bosques
de la memoria. Quizás esa obsesión fragmentada-fragmentaria de la vida sea la excusa
para el viaje al topos de lo blanco y virginal. A lo sumo me quedo con tu desespero, la irradiante terquedad del agua en estallidos de sueños, en la firmeza de ser Uno siendo Todos. En tu voz la impronta nos añade la diáspora hacia el papel o la vuelta a la niñez, a saber:
                               
                              Empezar

                               Es

                              No ser

                               A veces

                              El camino se pierde

                              Te cosquillea el ridículo


                              No habría día

                               Sin final

                              Ni arena sin hundimiento

                    
                                                                           (Benítez, 2006; 59)



Siempre la caída, siempre el regreso; el dolor a cuestas.  La palabra como una pena,
pena la palabra hecha fardo, evocaciones hechas de rotos, desmembrarse ser Otro y
Nada, lo posible en lo imposible. Ser en ellos, ser en otros. No-ser siempre por definir y definirse en la palabra habitada y desolada de esta voz, subyugada por voraces agujeros que le pregnan, palabra llena de hendiduras donde el ser ha sido obturado, calculadamente, poro a poro y el espejo nos devuelve su imagen:


                                                          (II)




Un espejo

Que sólo  se muestra

En mentidos atardeceres

En aguas ajenas

Pero te contempla

Y cuando lo eliges

Te desmiembra

                                       (Benítez, 2006; 54)




Los rasgos de la atopía…      
Desde su solipsismo aborda el vórtice de lo identitario rasgando en cada trozo de realidad lo imaginario en cada vértice de lo irreal la viruta de la existencia:




Intuyo

La sombra derrotada del asombro

El hambre meritoria de la falsedad

Altares de vértigo que malversan

Mi definición


                                      (Benítez, 2006; 55)
                                                              


(III)

Aporías de la vida y sus consecuencias habitando el papel. Como si de un extranjero se tratase. Así, nos suele ocurrir en la inmanencia del poema cercenado por hojillas, cuyos cortes axiales ora, transversales otrora, nos rompen el ojo calculador: Padre -Estado
-       Edificio de valores para mostrarnos el horro, lo que somos. Materia indefinida
-       El Ser en todas sus indeterminaciones.

En aras de abolir esta tristeza lejana, propones tu nombre la primera persona del singular. Tú eres huella de otras huellas otras divagaciones ante el espejo aún no aceptadas  por la vil burguesía de la letra nacional; los tímidos aspirantes a cagatintas
oficiales, disfrazados en su pobreza gendarme admiten los Manicomios de la palabra,

Los leprocomios a la imaginación

Las cárceles de la idea.

Grita Ximena, reniega ya que las maletas auto-engañan el amanecer. El viaje, la diáspora cotidiana de no ser en el closet, ni parte de lo oscuro, lugar despiadado de la casa. No atravieses la nada la sala-nada la nada- sala
            
El vórtice en la burbuja del jardín
No entres no abordes el barco
No veas la puerta en el orificio de la hormiga
¡Déjala cruzar!
Si Dios te llama  no le veas a los ojos
Vuelve  a ti, tú eres la casa.

Ya se sabrá  de asesinadas páginas, mientras quien suscribe aspira la mudez-muda.
El silencio Tibetano
un país se asoma al brillo enceguecido del poema
para encontrar tu voz ahogada en la desidia.
Y la mía obturada mal cogida arrasada por imberbes elegantes



(IV)


Que sueñan ser jardín y despiertan siendo espinas.
Toda la larva sinuosa
los mal hadados hijos de buenas familias
defecando sobre la sagrada escritura del día a día

Estos traidores de lesa letra, podrán asomarse  a  tu nombre, habitar el vacío y fulgor de tu palabra, al acto de ser el otro, como rezas en un verso “escribe con pinceles ajenos”. Amén de todas las desidias de la cárcel de luz del lenguaje, cruzarás, “barrotes sin fuerza”. Muchacha probable te extiendo la mano desde la poesía.



Bibliografía Consultada

Benítez Vargas, Ximena. Temporales en extramuros. Fondo Editorial IPASME,
Primera Edición, Caracas, 2006.


Roger Herrera Rivas. Nació en Caracas, Venezuela en 1962. Escritor, artista plástico y actor venezolano. Estudió en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas y se licenció en el Instituto Superior de Teatro. Ha publicado libros de poesía y teatro en 1997, culminado su postgrado en Gerencia Cultural en la Universidad Experimental Simón Rodríguez en el año 1999.. Actualmente es profesor en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Ha publicado el estudio monográfico Apuntes sobre el Teatro y su doble (2001), y los poemarios Fragmentos (1987). La crín de Dios (1996), Desadaptados (2000), Elegías de Wölfing y Los balandros son dioses (2005). Obtuvo la mención del premio Tomás Alfaro Calatrava (2000), auspiciado por el diario Antorcha y el Ateneo de el Tigre.

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