jueves, 22 de agosto de 2019

LA ESCRITURA AFORÍSTICA EN VENEZUELA




Franklin Fernández

La escritura aforística se remonta muy atrás en el tiempo, al menos hasta Grecia, es decir; hasta los clásicos de la antigüedad (Heráclito, Parménides, Empédocles). Su tradición nos presenta una amplia gama de fórmulas expresivas, de géneros en los que el pensamiento se plasma con laconismo, minuciosidad y concisión. El linaje de los moralistas franceses sigue el rastro de sus antecesores helenos, con un extraordinario manojo de pensadores -Pascal, La Rochefoucauld, La Bruyère, Chamfort, Joubert- hasta llegar a E.M. Cioran (1911-1995) y Roger Munier (1923-2010). Legítimos herederos de la visión culta, irónica y desenfadada de sus predecesores; pero profundamente sensible, apegada a la condición humana.
En Latinoamérica destaca la obra del poeta italo-argentino Antonio Porchia (1885-1968). Un místico cuyo pensamiento fragmentario quedó registrado en un sólo libro: ‘Voces’. Con Porchia se revitalizó el género aforístico por su original estilo meditativo, contemplativo y espiritual: ‘Miles de soles lejanos no disipan la noche’. ‘El amor nace de dos amores y muere en uno’. ‘Reír de no reír, llorar de no llorar: ser de no ser’. Aforismos de extraordinaria belleza, pureza y vitalidad que hicieron comentar a Jorge Luis Borges en 1963: ‘Si Porchia fuera un escritor antiguo sería uno de los mejores poetas del mundo. Le ganaría a Heráclito en su terreno’.
Para el escritor José Balza, el discurso aforístico en Venezuela, comienza con el bibliófilo y lexicógrafo franciscano Juan Antonio Navarrete (1749-1814), cuya visión del mundo pareciera expresarla en su ya célebre ‘Arca de Letras y Teatro Universal (1783). Diario meticuloso (cuya aparición coincide con el año de nacimiento de Simón Bolívar), con anotaciones precisas y rigurosas en su deseo de abarcar todas las vertientes del conocimiento de nuestro país y del mundo: comentarios históricos, tratados religiosos, curiosidades científicas; astronómicas, geográficas, filosóficas, humanísticas, literarias, espirituales, en fin. ‘Sereno testigo de una realidad vibrante… El fraile apunta la vida, es decir, sus ideas…’, escribirá Balza. Y es que Navarrete resultó ser una especie de bibliotecario o archivero clandestino, solitario, intimista… cuya labor no fue más que la de apuntalar ‘axiomáticamente’ durante años, buena parte del saber diario de su tiempo. Navarrete acostumbró a rasguear por orden alfabético palabras definitorias que, en su conjunto; suelen adaptarse más a la forma de un diccionario. Palabras y conceptos que definen, describen, puntualizan, orientan, detallan. Su modelo de trabajo lo acerca más al ‘Diccionario del diablo’ de Ambrose Bierce (‘Devil’s Dictionary’, 1911), o al ‘Diccionario de Juguetería’ (1996), de Agustín Monreal. No en vano, el sentir moderado, meditativo y minucioso de Navarrete formaba parte de sus particulares vivencias: Saltar, brincar, danzar: todas estas palabras abren la inteligencia’.
Simón Bolívar (1783-1830) y Simón Rodríguez (1769-1854), fueron también
consumados pensadores, cuyas ideas arrastran arengas, frases y breves expresiones morales, sociales y políticas: ‘La mejor política es la rectitud’. ‘De lo heroico a lo ridículo no hay más que un paso’. ‘Yo temo más la paz que la guerra’, razonará Bolívar. ‘Sensibilidad intelectual es facultad de pensar. Piensen los Americanos en su Revolución, y recojan los materiales de sus pensamientos’. ‘La terquedad pertenece al capricho, la firmeza es propia de la razón’. ‘El discurso debe ser aforístico: con los sabios debe hablarse por sentencias, porque, para ellos, las sentencias son palabras’, alegará Rodríguez.
A partir de 1893, en el ‘El Cojo Ilustrado’ se recogen una serie de ‘Pensamientos sueltos’, ‘Soliloquios’ y ‘Prosillas’ (verdaderas sentencias, máximas y aforismos), de J. M. Núñez de Cáceres (1822-1911), Eugenio Méndez y Mendoza (1857-1903) y Luis Lovera Castro. Este último enunciará: ‘La ignorancia voluntaria de la sociedad, como del individuo, es la más temible de las pestes’. J.M. Núñez de Cáceres aclarará: ‘La sabiduría, por grande que sea, siempre deja ver que es hermana menor de la ignorancia, a quién sin pensarlo obedece a cada instante’. Y Lovera Castro formulará: ‘Anticonciencia: dolernos del mal que hemos dejado de hacer’.
De Juan Antonio Navarrete a Luis Lovera Castro (cuyos aforismos publicó este último en 1913), transcurrieron 130 años. Y de Lovera Castro a Freddy Ñáñez, 106. Lo que nos da un total de 236 años de escritura aforística en Venezuela.¹
Así pues que, de Castro a Ñáñez, la aforística popular venezolana aparece tan rica, copiosa y variada como las anteriores, por lo que debemos enlazar una modesta pléyade de escritores venezolanos que han expresado a través de la escritura fragmentaria, todos los temas de la vida cotidiana, del pensamiento y de la emoción: José Antonio Ramos Sucre, Julio Garmendia, Juan Nuño, Ludovico Silva, María Jesús Silva, Lotty Ipinza, Alberto Hernández, Fernando Núñez Noda, Pedro Téllez, Reynaldo Pérez Só, Jesús Enrique Barrios, Gabriel Jiménez Emán, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Gustavo Pereira, Juan Calzadilla, Chevige Guayke, Luis Alejandro Contreras, Arturo Gutiérrez Plaza, Azalea Quiñones, Juan Carlos Méndez Guédez, César Seco, José Balza, Víctor Guédez, Josu Landa, Luis Yslas Prado… y más recientemente, reitero, Freddy Ñáñez. Este último nacido en Petare, en 1976.
Es bueno destacar aquí que Rafael Cadenas, Jesús Enrique Barrios, Gabriel Jiménez Emán, Luis Yslas y Freddy Ñáñez, han renovado el discurso aforístico en Venezuela.
Ñáñez es poeta, titiritero y editor. Fue Ministro del Poder Popular para La Cultura en el año 2016. Y presidió durante varios años la Fundación para la Cultura y las Artes (Fundarte), de la Alcaldía de Caracas. Actualmente se desempeña como Presidente de Venezolana de Televisión. Entre sus libros de aforismos destacan tres compilaciones: ‘Del diario hastío, (2009-2012)’. Edición del Autor. Caracas, (2013); ‘Del diario hastío, (2013-2015)’. Edición del Autor. Caracas, (2016); y ‘Del diario hastío, (2009-2017)’. Ediciones Acirema. San Cristóbal, Edo. Táchira, (2017). Recopilados y ordenados por el mismo Ñáñez y prologados por Juan Antonio Calzadilla Arreaza y Luis Britto García, respectivamente.
Estos ‘Diarios’ son más que un conjunto de observaciones, esbozos, ocurrencias de los acontecimientos fortuitos o espontáneos que día a día Ñáñez supo aglutinar hasta constituir la sustancia de un libro. Reflexiones frescas que matizó sobre el papel con minucioso cuidado. Centrémonos, pues, en este último libro de Ñáñez (y en el que se recogen los dos tomos anteriores).
‘Del diario hastío, (2009-2017)’, es un volumen extenso, de 402 páginas. De color amarillo y formato tradicional. Hermoso, muy bien editado. Eso en cuanto a su estética. En cuanto a su contenido, los textos se imponen con inesperada soltura e inadvertida autoridad. Con un lenguaje pulcro. Ñáñez maneja con maestría tanto el lenguaje poético como el lenguaje filosófico, es decir; el lenguaje aforístico. Sus reflexiones no exigen una extremada penetración. Son fáciles de leer, porque su estructura verbal es pura y despojada. Hay madurez en su lenguaje. Hay expresividad en su lenguaje. Hay sensibilidad y ardor en su lenguaje. Hay presencia y sentimiento humano, porque por el fluctúan sus pasiones mundanas, sus guiños, sueños, visiones, convicciones, candilejas, miedos, temores, necesidades, rabias, angustias… en fin: su conocimiento del mundo y de la vida, su intuición de ser, su inteligencia inquisidora y espíritu desafiante: ‘Dios existe como fe, no como verdad’.
¿A qué se debe la fortuna de este libro singular y cuáles son sus méritos? En principio, en esta selección de aforismos de Freddy Ñáñez, se agrupan diversos modos del ‘pensar’ y del ‘sentir’. El afán de anotar mínimamente, se convierte aquí en un modesto espacio de meditación y reflexión. Un discurso que a manera de crítica ejerce una interpretación valorativa de su producción artística. Freddy Ñáñez pretende asomarse al mundo discretamente por la rendija del aforismo. Incluso por la hendidura de la prosa. La parte atractiva de este ‘Diario’ de Ñáñez, es que sirve para animar ese ejercicio de lectura y el acercamiento a cada fragmento nos permite contemplar también por el ojo de la puerta.
 Reitero que este libro trata temas generales, y en parte es autobiográfico. Sacan a la luz los temas centrales de su literatura (el tedio, el poema, el amor, la escritura, la soledad, la religión, la política, la humanidad, la muerte). ‘El aburrimiento es una investigación’, escribirá Cioran. Y es precisamente sobre esa idea del hastío, del tedio, del aburrimiento… que se encuentran algunas de las cualidades investigativas que fundamentan y sostienen intelectualmente la obra de Freddy Ñáñez: ‘Contra la voracidad del tiempo, cultivo la flor del tedio’. ‘El ritmo en la escritura es involuntario: es la expresión de tu fatiga’. ‘Pensar en algo exige dejar de pensar en algo’. Algunos plenos de un dolor tonificante o de un malestar irónico y hasta humorístico: ‘El problema no son los premios (sus aciertos, sus equívocos). El problema es la alfaguarización de los sentidos’. 
Y ya que nombramos a Cioran, hagamos una breve pausa para confrontar algunos de los textos de Ñáñez con la de otros escritores. ¿Con qué escritor o grupo de escritores vincularía sus textos? En principio, los relacionaría con las ‘Voces’ de Antonio Porchia (1885-1968). Escribe Freddy: ‘El reencuentro es un poco de eternidad’. Y Porchia: ‘El recuerdo es un poco de eternidad’. Por universos singulares, se accede a universos alternos. ‘Un pensamiento llena la eternidad’, escribirá William Blake. ‘El aforismo, la sentencia, son las formas de la eternidad’, aclarará Nietzche. Y Ñáñez: ‘La escritura es el arte de hablar con la eternidad’.
Vincular los aforismos de Ñáñez con los de E.M. Cioran (1911-1995) o Friedrich Nietzsche (1844-1900), no es un error. Cuando sus puntos de vista coinciden en lo oscuro y son en extremo crudos, avinagrados y excesivamente ácidos, no hay temor a errar o equivocarse. La ironía y la agudeza de Ñáñez lo aproximan a ambos autores. Ñáñez escribe: ‘Me informan que Carlos Andrés Pérez ha muerto de un infarto esta mañana. Sentí vergüenza: ¡los dictadores no pueden morir de muerte natural!’. ‘Ser hombre es impracticable’. ‘La algarabía de los adictos al luto. ¡El peor de los espectáculos!’. ‘Lo eterno de la eternidad: su funeral’. ‘Al poema no se llega por oficio sino por desesperación’. ‘En el cementerio, absorto ante una fosa. Pensé que miraba el abismo: en realidad posaba para él’. ‘Alegría: estado afirmativo de la incertidumbre’. ‘Tengo miedo de perder el miedo al fracaso’. Tono de pesimismo, pero que, al igual que en Cioran o en Nietzche, se nutre finalmente de cierto optimismo y vitalidad: ‘Todo lo que amamos está en riesgo’. ‘La vida es la lucha en sí: se necesita vigor hasta para rendirse’. ‘Luchamos a diario por un poco de autocompasión’. ‘Un problema verdadero no tiene solución. Luego no es un problema sino una existencia que persiste’. Y, finalmente, vincularía sus aforismos a los del maestro Juan Calzadilla (1931): ‘Cada quien carga con su punto de vista. Que lo lleve como una cruz o como una bomba de tiempo, eso es asunto suyo’. (Juan Calzadilla, Cara o Cruz. En: ‘Editor de Crepúsculos, máximas y mínimas’. Caracas, 2014).
La literatura fragmentaria es un sistema literario. Complejo, íntimo, vivencial. En lo personal, me gusta escribir a cuentagotas, sin tantos palabreos, como lo hicieron los grandes: Heráclito, Nietzsche, Cioran, Munier, Porchia. Amo profundamente ese pequeño fulgor que es el aforismo. A través del adagio logro armonizar la abundancia de cuanto anima mi espíritu. Cosa que no puedo lograr a través del poema en prosa.
A fin de cuentas, nuestro Freddy Ñáñez es uno de los grandes cultivadores del género en el país. Ha creado su propio lenguaje. Sus aforismos brillan con luz propia y poseen una intensidad pura.
El aforismo es un fulgor, dice Munier. ‘El fulgor del pensamiento’, el fulgor del instante. Ñáñez, sin duda alguna, escribe bajo el impulso del instante. Es su naturaleza. Porque el fulgor del instante es la necesidad misma del aforismo: ‘En la escritura fragmentaria hay tanta pletórica verbal como luz en los relámpagos: lo suficiente’.





¹. No incluyo en este inventario cronológico, la colección de cien aforismos filosóficos de los ‘Axiomata Caracensia’ de los que habla José Balza en su ensayo ‘El discurso aforístico’, con respecto a Antonio José Suárez de Urbina y de Francisco José Suárez de Urbina, y publicados ‘posiblemente’ entre 1758 y 1764. De sumarse esos cien aforismos a partir de 1758, estaríamos hablando de 261 años de escritura aforística en Venezuela.

Franklin Fernández. (Caracas, Venezuela, 1973). Licenciado en Artes Plásticas (2003), por el Instituto Armando Reverón (Iuesapar) actual Universidad Nacional Experimental de las Artes (Uneartes), en Caracas. Promotor cultural, egresado del Taller de Poesía del Celarg (1999). Ha publicado los libros El Señor de Barcelona (Textos sobre la obra de Régulo Martínez, Fundación Editorial El Perro y La Rana. Caracas, 2017); Silabario del Incierto (entrevistas a Juan Calzadilla, Fundarte, Alcaldía de Caracas. Caracas, 2015); Trizas (aforismos, 1998-2015. Libros El Albur. España, 2015). Poemas-Objeto: Cuerpo y textura de la poesía (Poesía-objetual, 1998-2008. Fundación Editorial El Perro y La Rana, Caracas, 2011); La Imagen Doble (entrevistas a artistas plásticos y poetas hispanoamericanos, Fundación Editorial El Perro y La Rana, Ministerio de la Cultura. Caracas, 2006); Simples (aforismos, Fundación Editorial El Perro y La Rana, Ministerio de la Cultura. Caracas, 2006); La Escritura y tú (aforismos, Sistema Nacional de Imprentas, Estado Anzoátegui, 2010); Breves (aforismos, Editorial El Pez Soluble. Caracas, 2000). Su trabajo ha sido publicado en diversas revistas y diarios nacionales e internacionales. Recibió, entre otros, el III Premio de la II Bienal de Artes Plásticas PDVSA Oriente Museo de Arte Contemporáneo de Cumaná (2013); Luis Luksic en el Gran Salón Nacional Mauro Mejías (Barcelona, Anzoátegui, 2012); Rafael Fucho Tovar de la X Bienal Nacional de Escultura Francisco Narváez (Porlamar, isla de Margarita, 2009); Rita Valdivia del Primer Salón Oriental Galería Pedro Báez (Barcelona, Anzoátegui, 2008); y el Gran Premio VI Salón Regional de Jóvenes Artistas de la Galería de Arte del Consejo Legislativo (Barcelona, Anzoátegui, 2001). Participó en el Décimo Festival Mundial de Poesía celebrado en Caracas (2013). Ha trabajado como especialista en Gestión Cultural (Artes Plásticas), en el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, estado Anzoátegui. Como presidente ad honorem del Ateneo ‘Miguel Otero Silva’ de Barcelona (2010-2016). Actualmente se desempeña como operario de la Imprenta Regional del Estado Anzoátegui (Fundación Editorial El Perro y La Rana). CONTACTO: brossamadoz@gmail.com



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