domingo, 31 de julio de 2016

Dos novelas Epistolares



José Carlos De Nóbrega


En 1953, Camilo José Cela publica una conmovedora novela epistolar que destila un lirismo muy personal y bizarro. Se trata de “Mrs. Caldwell habla con su hijo”, una extensa carta escrita por esta ciudadana del Imperio Británico. Es una salvaje declaración de Amor Loco Maternal por Eliacim, su hijo ahogado en las aguas del Mar Egeo. El epistolario no sólo se convierte en el monólogo tragicómico de tan compulsiva madre, sino en la ilación contingente de breves poemas en prosa que constituye su sostenido pulso discursivo. No en balde el lugar desde donde la pícara y deprimida matriarca escribe sus cuitas, esto es la sórdida y alienante reclusión en el Real Hospital de Lunáticos. La novela se forja una obsesiva apología amorosa que podemos acompañar con la revisita al Cantar de los Cantares de Salomón, el capítulo 13 de la primera epístola de San Pablo a los Corintios e incluso la doliente carta viva que es “La luna no es pan de horno” de Laura Antillano. El narrador de segunda persona está tocado por el desvarío poético y estético, la polifonía del habla bipolar y la ruptura con lo real por vía de gags hilarantes a lo Groucho Marx: “En el hospital donde Dorothy murió, hijo mío, los entierros son tan cómodos que las flores nunca llegan a tiempo”. Por fortuna, la escritura no se encorseta en malparidas moralejas sosas ni en sus virtudes terapéuticas: Apuesta a perdedor en el solaz que nos causa la transfiguración poética de las almas, los objetos y los paisajes. El fetichismo, las ansias incestuosas solapadas por la madre y una presencia de ánimo anarquista y naif complacen la mirada sentimental y estética del lector, no obstante y muy a favor de la multiplicidad de lecturas encontradas. No triunfa la Política de Ultratumba regentada por la institución religiosa, ni la reinserción social que ofrecen las penitenciarías y los manicomios. Dejemos que la señora Caldwell se reencuentre consigo misma en la búsqueda febril de su hijo, no importa su brújula disfuncional ni la tonada astillada y repetitiva de sus letanías de amor.

Casi tres décadas después, Laura Antillano publica “Perfume de Gardenia” (1982), novela que se deriva de uno de sus cuentos más entrañables, “La Luna no es Pan de Horno” de 1977. El cuento es una larga y desgarrada carta que la hija dirige a su madre quien desertó del mundo de los vivos. El inicio confiesa la confrontación inconclusa y amorosa de ambas mujeres en el desconsuelo y la desesperanza: “Usted, Señora Mía, me dejó como regalo el desgarre, y siempre tuvo la victoria final”. El balbuceo del caos emocional, el resentimiento, la identidad y la empatía cobrarán un desarrollo intertextual en el corpus novelístico. Sólo que, fiel a un mestizaje carnal y cultural, el discurso mixtura el género epistolar, los diarios, la novela histórica y la lírica. Nos complace su fragmentación en episodios breves y contingentes, lo cual vincula a Laura con Machado de Assis y el Cela de Mrs. Caldwell por obra y gracia del ejercicio escritural de raza. El rompecabezas enternecedor de la novela simula tanto el ensamblaje plástico de materiales diversos como la redacción, improvisación y escenificación lúdicas del texto dramático para títeres. Los narradores de primera y segunda persona, se asimilan a la mano que acaricia las afelpadas entrañas de sus personajes: La abuela, la madre, el padre, Pedro y la niña que otea el mundo de los adultos y demarca una paisajística propia desde debajo de la mesa del comedor. La fusión de lo culto y lo popular patente en la poesía de Ana Enriqueta Terán, Neruda y Vallejo además del cancionero latinoamericano, no se reduce a la cita culterana falsa ni al dato anecdótico. Por el contrario, son factores incidentales en la configuración de las atmósferas emotivas que mueven al lector enamorado. La sensualidad de las imágenes se desliza en la ausencia del escándalo, remitiéndonos a la tersa y erótica imaginería de Lourdes Armas, la afectuosa caligrafía disciplinada del patriarca e incluso una fotografía que dispone la tensión deliciosa entre un par de tirantes y unos senos turgentes que se abalanzan sobre el espectador. La ruptura temporal no obedece a modas vanguardistas literarias, sino al despliegue de esta novela de formación en tres momentos generacionales que van y vienen como en un tiovivo. El compromiso político es incontrovertible pues supone conversar vivamente con la Historia que va a la par de las crónicas urbanas del Nuevo Periodismo. Por ejemplo, la sombría incertidumbre del Chile de 1973 y la apuesta por el reencuentro de varones y mujeres en una sociedad libertaria. A propósito, les recomendamos el breve episodio sobre El museo de cera, acto de afirmación femenino a contracorriente de los tabúes y fetiches ideológicos y sexuales. Adriana se inventa a sí misma, al punto de transparentar la Narrativa de la mismísima Laura: “La aventura de la novela es la escritura, su poder de seducción como objeto que se integra de la nada”. Mejor aún, la novela deviene en una maravillosa topografía de la venezolanidad que nos contenta mucho.


El afán de perfección de la poesía: Juan Calzadilla




Laura Antillano



Juan Calzadilla tiene todos los  años un libro nuevo en la mano, a veces dos.

Siempre está organizando una exposición, descubriendo un pintor nuevo o descubriéndonos a todos los secretos de una obra de arte, una escultura, un cuadro, una pieza de cerámica, o un paisaje, o un poema.

A lo mejor está lanzando una frase irónica y sorprendente sobre algo que nos atañe de cerca y lo hace con tanta inteligencia y sutileza que mucha gente no sé da cuenta.

Conocemos a este Calzadilla (porque hay varios, todos brillantes y de la misma familia, pero este es como el padre generador) desde que íbamos a la escuela de Letras allá en el Zulia y siempre fue este gran poeta, este gran artista plástico y este crítico y docente de ambos lenguajes del arte.

Su acertada selección de las obras que hoy integran la exposición Volúmenes, que ha inaugurado en el Museo y tendrá un proceso de rotación de obras de tercera dimensión cada tres meses, es un buen ejemplo de los criterios de Juan Calzadilla, y su extenso conocimiento del arte contemporáneo venezolano.

Pero además, él es ese ser humano con sentido del humor, con conciencia social, con lenguajes   secretos y siempre discreto, y este ser humilde y sencillo, sin ningún aspaviento, que se mantiene cerca de los grandes acontecimientos del arte e insiste en la profundidad, la investigación, la densidad y el necesario sentido del humor para la sobrevivencia.

Este martes lo tendremos con nosotros en el Museo de Arte de Valencia, donde acostumbramos, este día de la semana llevar a cabo conversatorios y lecturas sobre temas muy disímiles, siempre alrededor de lo literario, con José Carlos De Nóbrega, y decidimos en grupo, celebrar al gran Juan Calzadilla, uno de los poetas latinoamericanos más interesantes, cuya razón fundamental es su constante renovarse, lo que lo hará siempre contemporáneo, y su capacidad incansable de encontrar siempre lo novedoso y fértil a su alrededor.

Un gran  graffitty de pared urbana, en esa zona cercana a las estaciones del metro y el Museo, y la heladería de Corccetto, podría ser un poema de Juan Calzadilla, que dice: “Por qué tanta prisa en salir a buscarlo:/ el mundo no está fuera de ti” u otro como: “¿Y quién ha dicho que la poesía no es peligrosa?”.

Con Juan celebraremos su cumpleaños, hablaremos de su obra, le escucharemos leer o decir su poesía, la de todos, porque de hecho sus palabras contienen las palabras de sus lectores.

Desde sus años de activista de El Techo de la Ballena, desde Dictado por la Jauría hasta  Editor de crepúsculos, el poeta es el mismo a partir del sentido  del encuentro con los otros.

Si bien hoy martes estará con todos en el MUVA (antiguo Ateneo), el miércoles dará una charla a los estudiantes del postgrado de Psiquiatría en Bárbula, acerca del pintor Armando Reverón. Tenemos pues, la oportunidad de disfrutar de su compañía por partida doble.

Cerremos este texto en su homenaje, con sus palabras: “El afán de perfección en poesía. -El afán de perfección queda en entredicho, desde el mismo/momento en que damos más importancia al propósito de alcanzar/la perfección, que al hecho por el cual llegamos a comprobar que/ la perfección puede reducirse, en última instancia, a su búsqueda/ misma”.(Editor de crepúsculos, p.88).

viernes, 29 de julio de 2016

Dos veces Juan Calzadilla


FRANKLIN FERNÁNDEZ 

Soy un artista integral, y hacia allá apunta el artista del futuro quien no va a realizar una distinción entre los lenguajes y que va a moverse entre cualquier campo de la creación.

Juan Calzadilla




1 | Un artista integral

La trayectoria artística y poética de Juan Calzadilla (1931), es amplia y de una reconocida trayectoria. El aún tardío Premio Nacional de Literatura en su nombre, no ha influido en uno de los pensamientos más lúcidos de la literatura venezolana de vanguardia; que en las últimas décadas ha desarrollado una obra crítica plástico-literaria, que le ha valido por su parte el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1996 y, de un destacado reconocimiento internacional como poeta. Investigador, crítico de arte, y sobre todo, poeta hasta la terquedad, Juan Calzadilla ha conjugado instintivamente su oficio de escritor con la del artista plástico, siguiendo los pasos provenientes de las vanguardias latinoamericanas y europeas. Una designación nada envidiable como “artista integral”; como el mismo se define, o poeta visual, como tradicionalmente se le conoce, Juan Calzadilla es, sin más ni más, un artista completo: un poeta plástico.

A sus 72 años, Juan Calzadilla opaca por completo el verdadero perfil del hombre urbano contemporáneo. Su presencia iluminada, es casi mística. Timidez y humildad resaltan en él como burbujas recién nacidas del alma. Transparente como la lluvia, delgado como el mimbre, de una alargada y sencilla contextura color sepia como el pasto. Cabellos, cejas y bigotes blanquecinos y grises como el casabe. Silencioso y profundo como una cueva. De voz rústica y hermética, pero sensiblemente armónica como un soneto. De mirada infantil; Juan es como un niño que parece un anciano y, a la vez, un anciano que parece un niño. La imagen juvenil de un artista que no parece un artista, un poeta que no parece un poeta, un hombre que no parece un hombre. Como toda perfección surrealista, Juan sencillamente no existe. Es una voz totalmente pura, sensible, invisible: “Soy invisible. Lo que ustedes están viendo es mi voz”.

Sin embargo, las palabras de Arturo Gutiérrez Plaza, nos sirven hoy para conocer y comprender al hombre que se parece, en cierto modo, a un invento de Warhol, un autorretrato de Rembrandt, o una imagen simbólica de Dalí: “Juan, poeta citadino y posmoderno, habitante de un tiempo donde algunos han expedido ya el certificado de defunción de la literatura, no se cansa de permanecer al margen. Sabemos que frecuenta talleres literarios desde hace mucho, donde se reúne con otros jóvenes para exhumar cadáveres exquisitos y ejercitar la libertad como único requisito genuino del poema. Tiene el vicio de publicar, sin atender el prestigio del sello editorial, ni el posible destino de sus libros. Tenemos noticias, también, de que en otras latitudes se le reconoce y estima más que en su propio vecindario... De generosidad extrema y abusiva sencillez Calzadilla ha impregnado su vida. Como pocos, que es decir mucho, quizás ciertamente como ninguno de su generación ha mantenido diálogo permanente con el tiempo presente y la voz del porvenir. De allí que su paso por cenáculos acartonados y academias sea, cuando ha sido, virtual accidente. Este ex-ballenero, más bien Jonás impenitente, nos recuerda a cada instante que la vida es lo que cuenta sin trazos ni metas, sin programas ni apuros...”

El dibujo como escritura poética, ha sido una de las constantes en la obra plástica de Juan Calzadilla. No en vano, podríamos hablar también, de una escritura que busca su transmutación en el dibujo, optando por el grafismo. El sentido ético y poético de la obra Calzadillana, es un diálogo permanente que se da a través de la naturaleza humana y sensible del hombre. Una experiencia alejada de los poderes propios de la razón.
De gran versatilidad creativa, Calzadilla ha desarrollado una dibujística experimental (o una poesía experimental), que constituye el núcleo de su creación más reciente. Con gran transparencia y coherencia, con un sentido enteramente lúdico, humorístico, sarcástico e irónico, se funde su obra con la crítica social, fiel a la tradición dadaísta y surreal.
Sus dibujos crean visualmente gestos verbales. “Formas escritas a mano”, son textos sin palabras. Libros sin portadas ni contraportadas. Poemas sin contenido. Estos dibujos pasan a ser asociaciones de trazos, líneas, sombras, cuerpos compactos en miniatura. A la vez, estos trazos, sombras y líneas, se transfiguran en signos que van más allá de la escritura, de las letras, de las palabras, de la grafía: formas humanas y signos caligráficos que armonizan, conviven entre sí. Son cuerpos figurativos, vagos personajes, imágenes minimalistas que conforman una comunidad de seres imperceptibles. Una comunidad que busca su organización en figuras y desfiguras que flotan en un ambiente sustentado por el verbo. Formas que crecen y disminuyen, se expanden y contraen, gestualizan el espacio corpóreo, y se transforman en una pulsión caligráfica que nos revelan la transformación de un dibujo, en algo que está más allá del dibujo. Elsa Flores ha dicho: “Varios de los dibujos de Juan Calzadilla se instalan en este mítico y común nacimiento del ser y la palabra”. Su poesía y su arte, han abierto las puertas para que una palabra pueda ser dos cosas al mismo tiempo. El mismo Juan dice al respecto: “Para algunos artistas plásticos, como en mi caso, la obra dibujística que realizan está estrechamente asociada a la escritura. De cierto modo se dibuja de manera muy parecida a cómo se escribe a mano. Al punto de que pienso en el dibujo como si se tratara de una escritura visual, compuesta por imágenes significantes y en la cual, plásticamente hablando, signo y sentido son lo mismo”. [1] ¿Quién puede discutir tal afirmación?. ¿Quién puede desvincular de la obra plástica de Juan Calzadilla, su soporte y sentido esencialmente poético? Sus dibujos están asociados a la escritura manual y a la caligrafía. Y sus poemas están vinculados al dibujo. Creo que nadie. Ni el mismo: “Dibujo porque me parece que reproduzco el arte de escribir”.

Para Juan Calzadilla, la poesía visual puede ser como la poesía escrita o la poesía de la palabra. En general, lo verbal y lo dibujístico convergen en un arte sincrético que da preferencia al carácter plástico, peculiaridad acertada de la grafía como arte, es decir, como imagen visual del lenguaje escrito.
El arte plástico-literario ya tiene sus antecedentes en la antigüedad, con Simias de Rodas y Teócrito de Siracusa hacia el 300 de nuestra era. En la actualidad, los antecedentes más cercanos provienen del letrismo y el concretismo brasileño y las propuestas provenientes de las vanguardias europeas. En Venezuela son muy pocos los artistas y poetas que han intentado tal consolidación: Dámaso Ogaz, Andrés Athilano, Ramón Ordaz y otros tantos, develan el juego existente entre imagen y palabra, experimentando continuamente con lo que podría resultar entre estas diferentes disciplinas.
Más de 20 libros conforman la obra poética de Calzadilla, entre la que destacan: Primeros poemas (1954), La torre de los pájaros (1955), Dictado por la jauría (1962), Oh Smog (1977), Diario para una poesía mínima (1986), Minimales (1993), Principios de urbanidad (1997), y los dos últimos, Corpolario y Diario sin sujeto.

De su actividad artística-poética y de su manera de enfrentar la realidad, habla con un tono razonablemente iluminado: “La gente siempre quiere verte en una actividad. Pareciera existir una predisposición contra el desarrollo del doble oficio y no entienden que la misma facultad que tienes para expresarte escribiendo, puedes tenerla para dibujar. El medio, se acostumbró a verme como crítico de arte y yo no he tenido la menor intención de pasar por ello”. [2] Además afirma: “Hay varias maneras de encarar las relaciones entre escritura y arte. Una es cuando el artista reflexiona, hace crítica o teoriza empleando el lenguaje literario. La otra resulta de cuando es el escritor el que incursiona en el lenguaje de los artistas plásticos (Como W. Bourroughs o Sábato). Hay un tercero que utiliza la escritura para expresarse físicamente con ella”. [3]

Calzadilla, artista total. Ensayista esencial. Poeta y artista hasta en la sopa. Hace juegos de palabras que es tanto como decir de ingenios: “Piensa en una poesía qué, aun estando escrita, no necesitara de palabras./ Y en la cual el sentido y no lo que se ha escrito sea lo que dé la cara por el poema”. Esta es su manera de entender las posibilidades de la aventura poética y artística. A veces, conocimiento por experiencia. Otras, experiencias por vivencias instantáneas: “Creo que la sensibilidad es una sola. El mismo impulso, o lo que llaman inspiración, que lleva a dibujar o a pintar automáticamente, cuando ese impulso se orienta a la producción de imágenes o ideas. Es mi caso y el de otros, como Jean Arp, que escribía y pintaba. En todo caso, no hago un problema de eso, ni una separación de lo plástico y lo literario. Intento integrarlo con la producción de pensamientos. Pienso que estoy bastante cerca de un pensamiento teórico en poesía y constantemente escribo reflexiones sobre el hecho poético, y es una reflexión metafórica que se dirige precisamente a fundir diversos lenguajes”. [4]
Sobre él y su obra ha escrito la traductora y poeta Ana María Del Re: “Como toda auténtica poesía, la de Calzadilla conduce hacia la búsqueda de lo esencial. Esencialidad del lenguaje, del sentido, de la creación misma, en la cual se evidencia una constante actitud reflexiva volcada sobre nuestro propio yo, nuestro estar en el mundo, nuestra identidad humana y expresiva. Es el lenguaje, en la palabra y aun en el dibujo como escritura poética donde se concentra una de las experiencias creadoras más importantes de Calzadilla. Así lo manifiesta reiteradamente en sus textos y en Corpolario precisa: “he tratado de que el poema conjugue en sí mismo una forma visual, válida como manifestación de una simbiosis de signo y palabra, y no como expresión de un mero acercamiento, recíprocamente ilustrativo, de dos lenguajes”. En las líneas finales de un breve texto contenido en Diario sin sujeto, uno de sus libros mayores añade esa afirmación: “Hay que hacer del lenguaje algo más transparente. /Que se pueda mirar a través de su opacidad/ como a través de un cuerpo”. La palabra se convierte en cuerpo y objeto del poema, en forma y contenido; a la vez, es el instrumento privilegiado por el poeta para lograr una exploración profunda donde tiempo y espacio, realidad y metáfora se integran en una totalidad de sentido que se busca a sí mismo”. [5]
Por su parte, Fernando Báez ha dicho: “...de la poesía de Juan Calzadilla: encontramos una situación, en el sesgo de su duración original, en su contexto irónico, creada como una atmósfera cotidiana, que sufre condicionamiento de un matiz, acaso un atisbo simultáneo, y se torna, en el giro inesperado, francamente humorística”. [6]
Reflexionando incansablemente sobre lo cotidiano y lo tradicional, Juan Calzadilla sigue arremetiendo contra la ciudad sin remordimiento alguno. En honor a la verdad. En honor al arte y la poesía.
Juan, poeta social hasta en la cédula, convoca al libre pensamiento y, testimonia, una vez más, el interés de lo poético llevado con buen pulso a los límites de la creación. Allí va, llevando la palabra hacia otra posibilidad escenográfica. Todo un personaje.

NOTAS
1 Juan Calzadilla. “Por un dibujo escrito”. El Nacional. Papel literario. Caracas. 01/03/98.
2 Robert Andrés Gómez. “Dibujo porque me parece que reproduzco el arte de escribir. Juan Calzadilla, premio nacional de artes plásticas”. El Universal. Caracas. 14/11/96.
3 Juan Calzadilla. “Fragmentos para un magma”. El Nacional. Caracas. 17/05/98.
4 Ana María Hernández G. “Juan Calzadilla: un artista total”. El Nacional. Caracas. 22/05/98.
5 Ana María Del Re. “Una cáscara de brillante espesor”. El Nacional. Caracas. 01/07/00.
6 Fernando Báez. “Principios de Urbanidad”. El Nacional. Caracas. 04/01/98.


2 | Hablado por sí mismo

● Las conversaciones con Juan Calzadilla son un acercamiento, sin duda muy singular, a un género dialógico de cotidiana ocurrencia. Durante los últimos treinta años, Juan ha adoptado la forma de enunciados orales, visuales y escritos, que se dan dentro de una u otra esfera de la praxis del hombre. Apelando a la praxis o al pragmatismo del entrevistado, el entrevistador procura obtener de él un testimonio, una información o un juicio que se consideran dignos de leerse, dignos de ser compartidos, dignos de ser comunicados al público, como una contribución formal al conocimiento.

● Juan Calzadilla, escritor, lector y crítico de su propia poesía, también es un excelente orador en cuya trayectoria apreciamos a un conversador admirable, exigente, incisivo, honesto, sagaz. Desde ese hermoso género que nos invita al diálogo, Juan razona, polemiza, argumenta, reclama, refuta, contrapone, organiza un principio de debate justo, equilibrado, con un rol instrumental y estratégico, situándolo, en ocasiones, a la misma altura de su interlocutor para oírlo, acogerlo y orientarlo.

● Silabario del Incierto, es un texto capital en la extensa bibliografía sobre el poeta y una guía fundamental para adentrarse en la lectura y análisis sobre su vida y obra. Las entrevistas recopiladas ofrecen un amplio panorama del pensamiento de Calzadilla, especialmente su reflexión teórica sobre la poesía y el arte (a quien esté interesado en los problemas y soluciones del hecho artístico), y su experiencia como creador en distintas áreas del conocimiento. Contienen información general y muy puntual sobre cultura, política, arte, artistas y literatura, en una especie de diagnóstico profundo y, al mismo tiempo sencillo, que puede leerse con facilidad “como la letra de una canción”.

● El Silabario es un cuaderno de lectura con entrevistas propias y ajenas, no elegidas al azar. Recoge una selección de treinta y cuatro conversaciones editas e inéditas con el maestro, divididas en dos capítulos: la palabra dibujada y dibujos desde la palabra. De allí la importancia fundamental de recopilar en un sólo volumen las entrevistas conocidas y desconocidas realizadas a Juan, por un iluminado grupo de colegas.

● El Silabario supone un acercamiento a un tipo totalmente novedoso de diálogo que debe recurrir a una formación verbal y visual. En esta nueva  atmósfera o escenario, Juan hace gala de su lenguaje vanguardista, donde entremezcla lo real y lo imaginario como inspiración y afirmación propia de las libertades humanas.

● Es bueno destacar aquí, no es la primera vez que trabajo con Juan Calzadilla. Juntos hemos organizado varios proyectos, como por ejemplo; la primera muestra internacional de poesía visual y experimental en Venezuela, en el marco del ‘6to Festival Mundial de Poesía’ celebrado en su nombre. En otra ocasión alentó, impulsó y orientó varios encuentros y diálogos que hemos venido realizando a un grupo de creadores venezolanos y extranjeros. En ese sentido, prologó mi libro de entrevistas La imagen doble; un conjunto de conversaciones con reconocidos poetas y artistas plásticos nacionales como internacionales. En fin, conjuntamente con el maestro Juan Calzadilla he organizado exposiciones, conversatorios, talleres, presentaciones de libros, recitales, en fin...

● ¿Se pueden imaginar a Juan Calzadilla manejando un fiat sincrónico hacia la vía del junquito, para visitar al maestro Mariano Díaz? ¿Pueden imaginarlo al volante, al mismo tiempo que busca un teléfono cantv móvil dentro de un maletín, para contestar una llamada ‘urgente’ de Elida Salazar? ¿Lo imaginan consagrado a la actividad política, presente en una marcha convocada por el PSUV? ¿Lo pueden  imaginar sembrando ajíes y tomates en el corredor de su casa? ¿Lo imaginan cortando dos tomates maduros de ese mismo huerto improvisado, para hacer un revoltillo con huevos y comerlo con arepas asadas amasadas por él mismo? ¿Se lo imaginan quejándose porque le saltan las teclas a un computador prehistórico que tiene en casa? ¿Se lo pueden imaginar escribiendo un ensayo profundo, mientras conversa sobre los hechos cotidianos más insignificantes? ¿Lo imaginan obsequiando muchos de sus libros con hermosas dedicatorias? ¿Se lo pueden imaginar en piyamas y en pantuflas?

● En estos últimos años, Juan no ha eludido ninguno de los planteamientos que personalmente han hecho muchos de sus colegas periodistas o interlocutores. En algunas de las entrevistas, desarrolla diversos detalles biográficos, culturales, artísticos, políticos y sociales, que han sido claves para el análisis general de su obra, de su evolución como ensayista, pedagogo, promotor cultural, historiador de arte, teórico literario, poeta, dibujante y pintor.

● Qué estimulante resulta ver y escuchar a un poeta maduro, a sus 85 años de edad, capaz de ser tan consecuente con sus ideales y propias exigencias; que no se quedara a medio camino como sucedió con otros  escritores o artistas de su generación.

● Y ya para concluir. Estoy muy feliz con el resultado final de este libro. Por ver reunida y documentada la obra conversacional de éste gran maestro, tras cinco años de indagación permanente. Creo que fue un acierto. Por lo que deseo agradecer toda la ayuda prestada por el mismo Juan y por el gerente de publicaciones de FUNDARTE Kelvin Malavé. Por último, pido un aplauso por la hermosa labor que viene desarrollando el equipo de trabajo de FUNDARTE en manos de Freddy Ñáñez, por su rigurosa, pero acertada e implacable exigencia a la hora de publicar un libro. ¡Muchas gracias!



La Revista de Cultura Agulha, con más de diez años de labor editorial, coordinada por el poeta y ensayista brasileño Floriano Martins, dedicada a Juan Calzadilla un número especial.



Imágenes integradas 1


lunes, 25 de julio de 2016

51 AÑOS DE UNOS POEMAS CIRCUNSTANCIALES



SimónPetit

Qué hacer con esta ciudad chorreando orines milenarios,
espermatozoides puestos a secar en las esquinas
genitales de cópulas frustradas.
Lydda Franco Farías

            


Debo confesar, mea culpa, que en el 2015 tuve la firme intención de publicar un trabajo –que aún mantengo inédito- sobre los Poemas Circunstanciales de Lyyda Franco Farías, a propósito de cumplirse 50 años de su publicación. Por acontecimientos asociados a mis funciones burocráticas el tiempo saltó, hizo la finta y me burló en su gambeta. Sin embargo, hoy, cuando la ciudad mariana se presta para “celebrar” la fecha impuesta de su nacimiento como espacio territorial colonizado en los archivos de indias, he querido recordar a una escritora que sufrió en su tiempo los desplantes y el desprecio de una sociedad conservadora y pacata que la obligó posteriormente a residenciarse en Maracaibo.
            Cuando Lydda Franco Farías ganó el concurso de poesía del Ateneo de Coro con motivo de su décimo aniversario de creación, el jurado integrado por Virgilio Medina, Antero Dupuy y Maximiliano Guevara, aún reconociendo los méritos y calidad de los textos que premiaron de Lydda, no imaginaron que aquella muchacha serrana de 22 años, se convertiría tiempo después en una de las más connotadas referentes de la poesía venezolana, sobre todo en la poesía escrita por mujeres. Corría el año de 1965 y a partir de mayo de ese año el nombre de Lydda comenzó a escucharse en los jóvenes de la época que con peso propio se hacían lugar en el ambiente poético, tales como Rafael José Alfonso, Enrique Arenas, Pedro Cuartín, Paul González Palencia, Peyo Sierra Graterol, Víctor Hugo Bolívar, entre otros, rompiendo el celofán y consolidando el patrimonio literario que ya estaba fortalecido con los poetas del grupo Coro.
            Lydda irrumpe en escena con un libro que se llama Poemas Circunstanciales. Y ella viene a ser la voz del desenfado y el grito desordenado de la apacible ciudad. Vino a colocarse al lado de poetas como Rafael José Alvarez, Hugo Fernández Oviol, Luis Alfonso Bueno, Milán Brecht y Juan de la Cruz Estévez. Ya no era aquella muchacha pueblerina que veían con asombro venida de San Luis con un morral lleno de poemas. Ahora era quien con unos desafiantes textos le ganaba a Guillermo de León y otros importantes poetas del estado en ese concurso. Y al conocer el contenido e intención poética de estos Poemas, más de uno saltó condenándola que lo que había hecho era un insulto a Coro y su gente.
Qué hacer con la frigidez incipiente de los templos,
con la impotencia manifiesta de los dioses desterrados.
Sin duda que la poesía en su desarrollo y perpetuidad de ésta en las palabras, no deja pasmo para la fascinación. Como adelantándose a lo que podía sucederle por la osadía de escribirle de este modo a la ciudad, Lydda, sentencia:
No pudieron
moldearme a su antojo,
ni darle la forma requerida a mis palabras,
ni templar los metales de mi risa con sus martillos de odio,
ni siquiera lograron meterme de cabeza
en un canon infesto
por eso
vaciaron su rabia sobre mi sustancia imperturbable.
            Las generaciones posteriores a Lydda reconocerían en ella que es la voz que les hubiese gustado ser. A Lydda la conocí gracias a otro hermano de lucha, Alí Primera, en 1981. Alí fue su gran amigo. Y gracias a esa amistad pude conocerle y de inmediato también nos hicimos hermanos. Recuerdo que al estrechar su mano lo primero que le dije en vez de “mucho gusto”, fue: “Qué hacer con esta ciudad chorreando orines milenarios”, a lo cual ella con una sonrisa me dijo: “Ayayayyy, Camarada, yo tengo otras cosas que he escrito” y me abrazó una tarde de Julio en Maracaibo.
            Aunque ciertamente, Lydda tenía otros tantos libros, su libro famoso fue Poemas Circunstanciales porque incluso por él hasta Juan Liscano en esa oportunidad se metió con ella augurándole que no pasaría de ser una poetisa de segunda.  Luis Alfonso Bueno puede contar mejor que yo ese episodio.
            Cuando releemos a algunos poetas y sobre todo si son amigos, uno suele no sólo deleitarse con sus poemas sino imaginar las condiciones que los generaron y el año en el que los escribieron. Parece mentira como un libro de hace 51 años logre cautivarnos todavía como cuando lo leímos por vez primera. Mucho tiempo después Lydda escribió “Recordar a los Dormidos” y me confesaría que en una frase de ese libro cerraba el ciclo de todo lo que aconteció en 1965 con los Poemas Circunstanciales y su llegada a Maracaibo:
Una vida se aplaza y se desplaza
mínima sustancia
                                             cerrazón
            Pasada la página, y a pesar de la ausencia física de Lydda, ella, en la inmortalidad de sus textos, sigue siendo aquella muchacha de San Luis, la que en el último poema de ese libro se glorifica en aquellos días, intuitiva y premonitoria, hace 51 años:
Ascenderé por los tallos
transformada,
me sentirás como nunca, palpitante,
en el latido de las hojas
y en el crujir voluptuoso de las ramas.

Lydda vista por Carlos YUSTI