Laura Antillano
Juan Calzadilla tiene todos los años un libro nuevo en la mano, a veces dos.
Siempre está organizando una exposición, descubriendo
un pintor nuevo o descubriéndonos a todos los secretos de una obra de arte, una
escultura, un cuadro, una pieza de cerámica, o un paisaje, o un poema.
A lo mejor está lanzando una frase irónica y sorprendente
sobre algo que nos atañe de cerca y lo hace con tanta inteligencia y sutileza
que mucha gente no sé da cuenta.
Conocemos a este Calzadilla (porque hay varios, todos
brillantes y de la misma familia, pero este es como el padre generador) desde
que íbamos a la escuela de Letras allá en el Zulia y siempre fue este gran
poeta, este gran artista plástico y este crítico y docente de ambos lenguajes
del arte.
Su acertada selección de las obras que hoy integran
la exposición Volúmenes, que ha inaugurado en el Museo y tendrá un proceso de
rotación de obras de tercera dimensión cada tres meses, es un buen ejemplo de
los criterios de Juan Calzadilla, y su extenso conocimiento del arte
contemporáneo venezolano.
Pero además, él es ese ser humano con sentido del
humor, con conciencia social, con lenguajes
secretos y siempre discreto, y este ser humilde y sencillo, sin ningún
aspaviento, que se mantiene cerca de los grandes acontecimientos del arte e
insiste en la profundidad, la investigación, la densidad y el necesario sentido
del humor para la sobrevivencia.
Este martes lo tendremos con nosotros en el Museo de
Arte de Valencia, donde acostumbramos, este día de la semana llevar a cabo
conversatorios y lecturas sobre temas muy disímiles, siempre alrededor de lo
literario, con José Carlos De Nóbrega, y decidimos en grupo, celebrar al gran
Juan Calzadilla, uno de los poetas latinoamericanos más interesantes, cuya
razón fundamental es su constante renovarse, lo que lo hará siempre
contemporáneo, y su capacidad incansable de encontrar siempre lo novedoso y
fértil a su alrededor.
Un gran
graffitty de pared urbana, en esa zona cercana a las estaciones del
metro y el Museo, y la heladería de Corccetto, podría ser un poema de Juan
Calzadilla, que dice: “Por qué tanta prisa en salir a buscarlo:/ el mundo no
está fuera de ti” u otro como: “¿Y quién ha dicho que la poesía no es
peligrosa?”.
Con Juan celebraremos su cumpleaños, hablaremos de su
obra, le escucharemos leer o decir su poesía, la de todos, porque de hecho sus
palabras contienen las palabras de sus lectores.
Desde sus años de activista de El Techo de la
Ballena, desde Dictado por la Jauría hasta
Editor de crepúsculos, el poeta es el mismo a partir del sentido del encuentro con los otros.
Si bien hoy martes estará con todos en el MUVA
(antiguo Ateneo), el miércoles dará una charla a los estudiantes del postgrado
de Psiquiatría en Bárbula, acerca del pintor Armando Reverón. Tenemos pues, la
oportunidad de disfrutar de su compañía por partida doble.
Cerremos este texto en su homenaje, con sus palabras:
“El afán de perfección en poesía. -El afán de perfección queda en entredicho,
desde el mismo/momento en que damos más importancia al propósito de alcanzar/la
perfección, que al hecho por el cual llegamos a comprobar que/ la perfección
puede reducirse, en última instancia, a su búsqueda/ misma”.(Editor de
crepúsculos, p.88).
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