SimónPetit
Qué hacer con
esta ciudad chorreando orines milenarios,
espermatozoides
puestos a secar en las esquinas
genitales de
cópulas frustradas.
Lydda Franco Farías
Debo confesar, mea
culpa, que en el 2015 tuve la firme intención de publicar un trabajo –que aún
mantengo inédito- sobre los Poemas Circunstanciales de Lyyda Franco Farías, a
propósito de cumplirse 50 años de su publicación. Por acontecimientos asociados
a mis funciones burocráticas el tiempo saltó, hizo la finta y me burló en su
gambeta. Sin embargo, hoy, cuando la ciudad mariana se presta para “celebrar”
la fecha impuesta de su nacimiento como espacio territorial colonizado en los
archivos de indias, he querido recordar a una escritora que sufrió en su tiempo
los desplantes y el desprecio de una sociedad conservadora y pacata que la
obligó posteriormente a residenciarse en Maracaibo.
Cuando Lydda Franco Farías ganó el concurso de poesía del
Ateneo de Coro con motivo de su décimo aniversario de creación, el jurado
integrado por Virgilio Medina, Antero Dupuy y Maximiliano Guevara, aún
reconociendo los méritos y calidad de los textos que premiaron de Lydda, no
imaginaron que aquella muchacha serrana de 22 años, se convertiría tiempo
después en una de las más connotadas referentes de la poesía venezolana, sobre
todo en la poesía escrita por mujeres. Corría el año de 1965 y a partir de mayo
de ese año el nombre de Lydda comenzó a escucharse en los jóvenes de la época
que con peso propio se hacían lugar en el ambiente poético, tales como Rafael
José Alfonso, Enrique Arenas, Pedro Cuartín, Paul González Palencia, Peyo
Sierra Graterol, Víctor Hugo Bolívar, entre otros, rompiendo el celofán y
consolidando el patrimonio literario que ya estaba fortalecido con los poetas
del grupo Coro.
Lydda irrumpe en escena con un libro que se llama Poemas
Circunstanciales. Y ella viene a ser la voz del desenfado y el grito
desordenado de la apacible ciudad. Vino a colocarse al lado de poetas como
Rafael José Alvarez, Hugo Fernández Oviol, Luis Alfonso Bueno, Milán Brecht y
Juan de la Cruz Estévez. Ya no era aquella muchacha pueblerina que veían con
asombro venida de San Luis con un morral lleno de poemas. Ahora era quien con
unos desafiantes textos le ganaba a Guillermo de León y otros importantes
poetas del estado en ese concurso. Y al conocer el contenido e intención
poética de estos Poemas, más de uno saltó condenándola que lo que había hecho
era un insulto a Coro y su gente.
Qué hacer con la frigidez incipiente de los
templos,
con la impotencia manifiesta de los dioses
desterrados.
Sin duda que la poesía en
su desarrollo y perpetuidad de ésta en las palabras, no deja pasmo para la
fascinación. Como adelantándose a lo que podía sucederle por la osadía de
escribirle de este modo a la ciudad, Lydda, sentencia:
No pudieron
moldearme a su antojo,
ni darle la forma requerida a mis palabras,
ni templar los metales de mi risa con sus martillos
de odio,
ni siquiera lograron meterme de cabeza
en un canon infesto
por eso
vaciaron su rabia sobre mi sustancia imperturbable.
Las generaciones posteriores a Lydda reconocerían en ella
que es la voz que les hubiese gustado ser. A Lydda la conocí gracias a otro
hermano de lucha, Alí Primera, en 1981. Alí fue su gran amigo. Y gracias a esa
amistad pude conocerle y de inmediato también nos hicimos hermanos. Recuerdo
que al estrechar su mano lo primero que le dije en vez de “mucho gusto”, fue:
“Qué hacer con esta ciudad chorreando orines milenarios”, a lo cual ella con
una sonrisa me dijo: “Ayayayyy, Camarada, yo tengo otras cosas que he escrito”
y me abrazó una tarde de Julio en Maracaibo.
Aunque ciertamente, Lydda tenía otros tantos libros, su
libro famoso fue Poemas Circunstanciales porque incluso por él hasta Juan
Liscano en esa oportunidad se metió con ella augurándole que no pasaría de ser
una poetisa de segunda. Luis Alfonso
Bueno puede contar mejor que yo ese episodio.
Cuando releemos a algunos poetas y sobre todo si son
amigos, uno suele no sólo deleitarse con sus poemas sino imaginar las
condiciones que los generaron y el año en el que los escribieron. Parece
mentira como un libro de hace 51 años logre cautivarnos todavía como cuando lo
leímos por vez primera. Mucho tiempo después Lydda escribió “Recordar a los
Dormidos” y me confesaría que en una frase de ese libro cerraba el ciclo de todo
lo que aconteció en 1965 con los Poemas Circunstanciales y su llegada a
Maracaibo:
Una vida se aplaza y se desplaza
mínima sustancia
cerrazón
Pasada la página, y a pesar de la ausencia física de
Lydda, ella, en la inmortalidad de sus textos, sigue siendo aquella muchacha de
San Luis, la que en el último poema de ese libro se glorifica en aquellos días,
intuitiva y premonitoria, hace 51 años:
Ascenderé por los tallos
transformada,
me sentirás como nunca, palpitante,
en el latido de las hojas
y en el crujir voluptuoso de las ramas.
Lydda vista por Carlos YUSTI
Gracias por tus palabras que abrazan y cantan para Lydda, poeta nuestra que nos sigue llevando, acariciando y elevando por sobre los formalismos que encarcelan la verdad que debe florecer por donde vamos.
ResponderEliminarGracias poeta y paisano Simón Petit