viernes, 3 de mayo de 2024

 

Tom Ripley está de regreso


Carlos YUSTI






Uno de los muchos títulos provisionales que tuvo en principio la novela El talento de Mr. Ripley fue A Month of Sundays. Patricia Highsmith dijo en una ocasión que la idea le surgió de mirar a un hombre que caminaba solitario por la playa. En su rostro había cierta desolada desesperación, algo oscuro. “Yo quería conocer a ese hombre, descubrir los entretelones de su alma, y enseguida me fui al cuarto de hotel y comencé a escribir”.

Muchas novelas tienen como personaje principal a un arribista sin escrúpulos. Son personajes amorales que hacen lo necesario para lograr sus objetivos. La novela de Stendhal Rojo y negro tiene a Julien Sorel, quien asciende en sociedad vampirizando a sus amantes: madame Louise de Rênal, madura aristócrata provinciana, y Mathilde, joven hija del marqués de La Mole, adinerado parisino a quien Sorel sirve como secretario. La novela Una tragedia americana, de Theodore Dreiser, inspirada en un hecho real, narra la historia de Clyde Griffiths, un hombre sin carácter, irresoluto, algo psicópata y criado con muchas estrecheces, quien asesina a su novia embarazada, de la que se avergüenza, para casarse con una mujer que puede abrirle las puertas del bienestar material y de una buena posición social. Otra novela que traza el retrato de un advenedizo es Washington Square, de Henry James. Una chica poca agraciada, con un padre adinerado y déspota, es pretendida por el joven Morris Townsend, especie de galán de telenovela que sin consideración alguna la pretende sólo por su fortuna. Todos arribistas, pero el que se lleva los laureles es sin duda Tom Ripley. La novela El talento de Mr. Ripley retrata la vida de un estafador subalterno al que un tal señor Greenleaf, especie de millonario americano, lo contacta y le pide que intente convencer a su hijo Dickie para que vuelva a casa, y que por dicha gestión pagará todos los gastos e incluso un salario. Por su parte, el hijo díscolo, Dickie, vive en Italia, en una especie de ocioso turismo artístico, intentando convertirse en pintor a pesar de carecer de talento. Tom acepta el trabajo y de paso así escapa de posibles inconvenientes policiales. Consigue a Dickie y a su amiga Marge Sherwood, con quienes establece una tensa relación que se precipita hacia el crimen y el engaño.

Hay varias películas sobre las andanzas delictivas y sombrías de Ripley. Un canal de streaming trae de vuelta al icónico personaje de Patricia Highsmith, en paquete de miniserie con el simple título de Ripley. Escrita, dirigida y producida por Steven Zaillian.

Esta nueva versión, basada en el libro El talento de Mr. Ripley, viene con características y variaciones que buscan resaltar lo retorcido de la historia desde una visión estética. Filmada en blanco y negro, juega con las luces, enlazadas con las sombras, como un homenaje a esas películas clásicas policiales. En lo personal me trae a la memoria la película Sed de mal, de Orson Welles. Un policial extravagante, también en blanco y negro, donde las luces o las sombras subrayan la ambigüedad del bien y el mal a través de una historia cruda de poder y corrupción.

Otro aspecto de esta versión de Zaillian tiene que ver con la destilación lenta de Tom Ripley, con su compleja red de mentiras, suplantación de identidad y asesinatos, demostrando ese talento impecable, como de mago escapista, que tiene para salir librado de cualquier dificultad. Zaillian se toma muchas libertades con respecto al libro. Al parecer orientadas a crear esa atmósfera donde Tom Ripley, de alguna manera menos lineal, también es un artista con su innegable dosis de sicopatía.

Los guionistas cuando adaptan un libro se enfrentan a ciertos problemas. Un libro al pasar por el tamiz del cine sufre simplificaciones drásticas. En ocasiones algunas películas, basadas en libros, se convierten en obras autónomas (o distintas), y ocurre que a veces la película es mejor que el libro o viceversa. Alfred Hitchcock recuerda que durante un viaje compró un librito de quiosco para pasar el rato. El libro era malo, estaba torpemente escrito, pero le impresionó que sin esperarlo ocurre un asesinato. La novela no era otra que Psicosis, de Robert Bloch.

Muchas veces el guionista por respeto trata de ser lo más fiel posible al libro, pero a la hora de hacer una película muchas manos intervienen. El guionista y escritor William Goldman escribió el guion literario de Misery, novela de Stephen King. Como lector del libro le sorprendió esa parte donde la desquiciada admiradora le amputa los pies al escritor. Goldman escribió la escena con todo el horror del caso. El director y productor Rob Reiner la reescribió y esta vez la mujer le rompe los tobillos. Goldman protestó, pero Rainer filmó la escena reescrita. El guionista tuvo que admitir: “La gente vivió a fondo la escena y odió a la protagonista, pero le encantó la película (…). Yo me equivocaba. Estás convencido de que tienes razón. Nadie sabe en realidad qué funcionará (…)”.

El escritor de guiones vive en ese limbo de ansiedad buscando una idea, un libro que funcione para el cine. La inspiración se encuentra en los sitios menos esperados. El propio Zaillian relata cómo surgió la inspiración para escribir el guion de Buscando a Bobby Fischer. El productor Scott Rudin le había dado un montón de artículos, recortes de prensa, libros e ideas que le interesaban. Enterrado en dicha pila de papeles había un librito escrito por el padre de un niño, o como el propio Zaillian cuenta:

“Fue la fotografía de la cubierta lo que de verdad me llamó la atención: era un niño estudiando una posición de ajedrez sobre un tablero. Sólo tenía siete años, pero su aspecto era muy serio y adulto. La imagen hizo que me planteara varias preguntas. ¿Por qué estaba ese niño haciendo cosas de adultos? ¿A qué tipo de presiones lo somete esa situación? Como suele suceder en estos casos, me vi arrastrado a un mundo específico, en este caso el ajedrez, en el que se desarrolla la historia, y hacia un personaje muy fuerte dentro de ese mundo”.

Todo esto viene a colación debido a que este Ripley de Zaillian crea una obra particular a partir del libro de Highsmith y la excusa del hijo del millonario Dickie, que quiere ser pintor, le sirve para incorporar en paralelo y de manera breve (como entre líneas) la historia del pintor Caravaggio, también asesino, pero cuyo talento como pintor rayaba en la genialidad. Un pintor autodidacta, impulsivo, belicoso, amante del submundo de las tabernas y las prostitutas, cuya vida fue un carnaval de luz y sombra. No es casual lo escrito por Andrew Graham-Dixon:

“El arte de Caravaggio se compone de oscuridad y de luz. Sus pinturas presentan momentos decisivos de una experiencia humana extremada y con frecuencia dolorosa. Un hombre es decapitado en su dormitorio y del profundo corte en el cuello salta un chorro de sangre. Un hombre es asesinado en el altar de una iglesia. A una mujer le disparan una flecha en el estómago a quemarropa. Las imágenes de Caravaggio detienen el tiempo, pero también parecen estar suspendidas al borde de su propia desaparición. Los rostros están iluminados. Los detalles surgen de la oscuridad con una claridad tan misteriosa que podrían ser alucinaciones. Sin embargo, siempre están cercados de sombras, profundidades de negrura que amenazan con hacerlos desaparecer. Contemplar estas pinturas es como mirar un mundo iluminado por relámpagos”.

Hay una escena de la miniserie en la que Tom Ripley está en la Iglesia de San Luis de los Franceses en Roma. Tom está frente a la capilla Contarelli, que está sumida en una silenciosa oscuridad. Introduce una moneda en una máquina y de pronto un gran tríptico se ilumina. Detrás de Tom un cura se detiene y le dice que todo está en la luz. La escena me recordó lo dicho por Krzysztof Piesiewicz, el guionista predilecto de Krzysztof Kieslowski:

“Una vez, estando en Roma, fui a ver un cuadro de Caravaggio en una iglesia que estaba a oscuras y tuve que introducir una moneda en una máquina para que se encendiera la luz. De repente, apareció el cuadro con su increíble juego de colores y me sentí como si estuviera en el cine. Creo que las películas modernas deberían ser como ese cuadro de Caravaggio, en el que aparentemente todo es realista pero que posee algunos detalles que le dan una dimensión misteriosa y espiritual”.


Prendimiento de Cristo de Caravaggio


Creo que el Ripley de Zaillian ha tratado de traducir en imágenes lo dicho por Piesiewicz. Además, en una oportunidad Patricia Highsmith escribió:

“Puedo pensar sólo en una ligera cercanía entre el criminal y el artista, desde que un escritor imaginativo es muy libre; tiene que olvidar su propia moral, su sentido moral personal, especialmente si escribe sobre criminales. Debe sentir que todo es posible (…). El asesinato para mí es algo misterioso. Creo que no lo comprendo del todo (…). Y ese es el motivo por el cual escribo tanto al respecto: estoy interesada en la culpa”.

En la miniserie Ripley está presente en Tom ese deseo de ser otro, esa avidez de cambiar de piel; de dejar atrás a ese pobre tipo con gustos bizarros, sin espiritualidad elevada y sin dinero. Highsmith lo dijo en una entrevista: “Tom Ripley no es nadie y por eso puede ser cualquiera. En ese sentido, es un impostor. Es alguien que se mete bajo la piel de otro, y por eso nos refleja un poco porque todos somos en cierta manera una máscara”.

Quizá sea por eso que Tom Ripley fascina y atemoriza en proporciones iguales. En su vida ficticia hay un cierto paralelismo con la vida real de Caravaggio que como genio y asesino fue condenado a muerte. Por esa razón estuvo huyendo, tratando de escapar de sus enemigos y de sí mismo, de sus demonios. Ocultándose en la luz y en la sombra. Intentando ser otro para no ser atrapado por la justicia. Se dice que Caravaggio al final de sus días estaba extenuado, hambriento, enfermo. Los biógrafos aseveran que murió en una playa solitaria víctima de la disentería, o que fue asesinado a manos de los muchos enemigos que fue cosechando a lo largo de su pendenciera vida. Unos días después de su muerte fue indultado por el papa Paulo V.

Tom Ripley, a diferencia de Caravaggio, escapa siempre. Su creadora no pudo escribir su final, pero aseguraba que Tom estaba perdiendo la razón. La muerte en una playa solitaria podría ser su destino más lógico. O quizás, en un sanatorio, fingiendo ser un hombre cuerdo.

Ripley es ese personaje que se mueve con pulso impávido por la oscuridad, por esos deseos horribles que están finamente enmascarados por una luz trágica. Esto lo hace un personaje actual que nos dice que el mal tiene muchas máscaras, que adopta muchos ropajes y que la vida tiene la luz necesaria para combatir esa oscuridad que intenta, por todos los medios, imponerse y controlarnos.

sábado, 3 de febrero de 2024

La sutileza de la brevedad 


Carlos Yusti (a propósito del libro De lo breve de Maruja Granadillo) 

 


    En un ensayo de Octavio Paz sobre el haikú (Los signos en rotación y otros ensayos,
Alianza, Madrid 1971.) expone esa fascinación hacia la estética japonesa, tanto en la literatura como en sus costumbres y su arte. Paz distingue como dos periodos de esta singular fascinación de occidente por el Japón y en tal sentido escribe: “El primer periodo fue ante todo estético; el encuentro entre la sensibilidad occidental y el arte japonés produjo varias obras notables, lo mismo en la esfera de la pintura - el ejemplo mayor es el impresionismo - que en la del lenguaje: Yeats, Pound, Claudel, Eluard. En el segundo periodo la tonalidad ha sido menos estética y más espiritual o moral; quiero decir: no sólo nos apasionan las formas artísticas japonesas sino las corrientes religiosas, filosóficas o intelectuales de que son expresión, en especial el budismo”. 
   
    Uno puede coincidir con Paz cuando afirma que Japón antes de ser una escuela de doctrinas religiosas o filosóficas es más bien una sensibilidad, una tenue vibración espiritual que busca tocar todos los sentidos.     
   Esa forma poética breve denominada haikú es sin duda un chispazo intenso, pero lacónico, que busca impactar los sentidos. El libro De lo breve (Editado por Fundación Grupo Valdés, Bogotá, año 2020), de Maruja Granadillo asume el haikú desde esa exploración de lo visual. Es una mirada que explora los senderos de la interioridad, el paisaje acumulado desde la mirada. Es una peregrinación por el fragor de lo cotidiano que se vive desde adentro: 

II 
Dulces de pueblo
en un lugar sagrado 
también sus besos. 

 Maruja Granadillo se apega a la fórmula del Haikú, pero no llegó a esta expresión poética por azar, sino que fue un proceso que ha pasado por la práctica consuetudinaria de las artes marciales, a un poema de Bashõ impreso en un almanaque de supermercado y unas estampas del Ukiyo-e. Pero aparte de todas estas señales sueltas e inconexas, que llevan a Maruja Granadillo a escribir haikús, es ineludible subrayar su dedicación a la pintura. Por experiencia deduzco que como pintora andará en plan de búsqueda; siempre con esa inquietud acuciante que la impulsa a buscar nuevas formas expresivas. Indagación y escudriñamiento que sin duda permite a Maruja Granadillo a tener esos ineludibles destellos iluminatorios que le mostraran la dirección a seguir en esas cuestiones estéticas distintas. “Se le prendió el bombillo”, diría algún hijo de vecina, que, en una traducción menos bizarra sería algo como ese preciso instante de iluminación y volviendo a Octavio Paz, este escribe que “por su misma naturaleza el momento de iluminación es indecible. Como el taoísmo, a quien sin duda debe mucho, Zen es una «doctrina sin palabras». Para provocar dentro del discípulo el estado propicio a la iluminación, los maestros acuden a las paradojas, al absurdo, al contrasentido y, en suma, a todas aquellas formas que tienden a destruir nuestra lógica y la perspectiva normal y limitada de las cosas. Pero la destrucción de la lógica no tiene por objeto remitirnos al caos y al absurdo sino, a través de la experiencia de lo sin sentido, descubrir un nuevo sentido. Sólo que este sentido es incomunicable por las palabras”. 

 Toda suerte de hechos fortuitos llevó a Maruja Granadillo al haikú y como es lógico sus breves textos tienen ese sublime toque de lo exótico y de lo sutil: 

XII 

Alza en vuelo 
aroma de granadas 
entre los dedos 

  En el prólogo el poeta Pedro Suárez, quien también ha escrito algunos meritorios haikús, escribe: “De lo breve ve la luz en un siglo aún joven, globalizado pero roto como el cristal de un coche estrellado contra la pared de las naderías. Un siglo que te obliga a contar los caracteres para ensayar por igual el improperio y la caricia. Bastarda manera de oponerse al sutil halago de ajustar las sílabas que sirven al haikú para sanar y celebrar”. 
  Para la poesía nunca los tiempos son propicios. A veces nos faltan esos fogonazos de iluminación para deslastrarnos de tanta realidad maquillada y perdida en esa palabrería anodina y chatarra que se escribe en los muros de las redes sociales. El libro De lo breve tiene belleza, elegancia, pero sobre todo tenue labor de escritura; de esa escritura que se escribe con los dedos del corazón en el papel amarillento de los días. 
  Otro complemento insoslayable son las ilustraciones del libro. Pinturas y dibujos de pujante colorido y de trazos afincados de sensibilidad que reafirman la belleza de un libro escrito y que condesa la luz del mundo en pocas palabras.

XV

El arrecife 
Desgastado a golpes 
se desvanece 

 El haikú intenta darle sentido al mundo desde la palabra poética, busca fijar la vida como un tejido, como una red donde la vida del hombre está interconectada con la respiración vaporosa de la naturaleza. A veces ese hilo se rompe, pero un poema puede volver a unir lo roto, puede reelaborar ese tejido de nuevo para encontrar de alguna manera la ansiada armonía tan extraviada estos días.
 
XXVII 

Ni una mosca 
las aguas del invierno 
lavan las mieles