Tom Ripley está de regreso
Uno de los muchos títulos provisionales que tuvo en
principio la novela El talento de Mr. Ripley fue A Month of Sundays. Patricia
Highsmith dijo en una ocasión que la idea le surgió de mirar a un hombre que
caminaba solitario por la playa. En su rostro había cierta desolada
desesperación, algo oscuro. “Yo quería conocer a ese hombre, descubrir los
entretelones de su alma, y enseguida me fui al cuarto de hotel y comencé a
escribir”.
Muchas novelas tienen como personaje principal a un
arribista sin escrúpulos. Son personajes amorales que hacen lo necesario para
lograr sus objetivos. La novela de Stendhal Rojo y negro tiene a Julien Sorel,
quien asciende en sociedad vampirizando a sus amantes: madame Louise de Rênal,
madura aristócrata provinciana, y Mathilde, joven hija del marqués de La Mole,
adinerado parisino a quien Sorel sirve como secretario. La novela Una tragedia
americana, de Theodore Dreiser, inspirada en un hecho real, narra la historia
de Clyde Griffiths, un hombre sin carácter, irresoluto, algo psicópata y criado
con muchas estrecheces, quien asesina a su novia embarazada, de la que se
avergüenza, para casarse con una mujer que puede abrirle las puertas del
bienestar material y de una buena posición social. Otra novela que traza el
retrato de un advenedizo es Washington Square, de Henry James. Una chica poca
agraciada, con un padre adinerado y déspota, es pretendida por el joven Morris
Townsend, especie de galán de telenovela que sin consideración alguna la
pretende sólo por su fortuna. Todos arribistas, pero el que se lleva los
laureles es sin duda Tom Ripley. La novela El talento de Mr. Ripley retrata la
vida de un estafador subalterno al que un tal señor Greenleaf, especie de
millonario americano, lo contacta y le pide que intente convencer a su hijo
Dickie para que vuelva a casa, y que por dicha gestión pagará todos los gastos
e incluso un salario. Por su parte, el hijo díscolo, Dickie, vive en Italia, en
una especie de ocioso turismo artístico, intentando convertirse en pintor a
pesar de carecer de talento. Tom acepta el trabajo y de paso así escapa de
posibles inconvenientes policiales. Consigue a Dickie y a su amiga Marge
Sherwood, con quienes establece una tensa relación que se precipita hacia el
crimen y el engaño.
Hay varias películas sobre las andanzas delictivas y
sombrías de Ripley. Un canal de streaming trae de vuelta al icónico personaje
de Patricia Highsmith, en paquete de miniserie con el simple título de Ripley.
Escrita, dirigida y producida por Steven Zaillian.
Esta nueva versión, basada en el libro El talento de Mr. Ripley, viene con características y variaciones
que buscan resaltar lo retorcido de la historia desde una visión estética.
Filmada en blanco y negro, juega con las luces, enlazadas con las sombras, como
un homenaje a esas películas clásicas policiales. En lo personal me trae a la
memoria la película Sed de mal, de Orson Welles. Un policial extravagante,
también en blanco y negro, donde las luces o las sombras subrayan la ambigüedad
del bien y el mal a través de una historia cruda de poder y corrupción.
Otro aspecto de esta versión de Zaillian tiene que ver con la destilación lenta de Tom Ripley, con su compleja red de mentiras, suplantación de identidad y asesinatos, demostrando ese talento impecable, como de mago escapista, que tiene para salir librado de cualquier dificultad. Zaillian se toma muchas libertades con respecto al libro. Al parecer orientadas a crear esa atmósfera donde Tom Ripley, de alguna manera menos lineal, también es un artista con su innegable dosis de sicopatía.
Los guionistas cuando adaptan un libro se enfrentan a
ciertos problemas. Un libro al pasar por el tamiz del cine sufre
simplificaciones drásticas. En ocasiones algunas películas, basadas en libros,
se convierten en obras autónomas (o distintas), y ocurre que a veces la
película es mejor que el libro o viceversa. Alfred Hitchcock recuerda que
durante un viaje compró un librito de quiosco para pasar el rato. El libro era
malo, estaba torpemente escrito, pero le impresionó que sin esperarlo ocurre un
asesinato. La novela no era otra que Psicosis, de Robert Bloch.
Muchas veces el guionista por respeto trata de ser lo más
fiel posible al libro, pero a la hora de hacer una película muchas manos
intervienen. El guionista y escritor William Goldman escribió el guion
literario de Misery, novela de Stephen King. Como lector del libro le
sorprendió esa parte donde la desquiciada admiradora le amputa los pies al
escritor. Goldman escribió la escena con todo el horror del caso. El director y
productor Rob Reiner la reescribió y esta vez la mujer le rompe los tobillos.
Goldman protestó, pero Rainer filmó la escena reescrita. El guionista tuvo que
admitir: “La gente vivió a fondo la escena y odió a la protagonista, pero le
encantó la película (…). Yo me equivocaba. Estás convencido de que tienes
razón. Nadie sabe en realidad qué funcionará (…)”.
El escritor de guiones vive en ese limbo de ansiedad
buscando una idea, un libro que funcione para el cine. La inspiración se
encuentra en los sitios menos esperados. El propio Zaillian relata cómo surgió
la inspiración para escribir el guion de Buscando a Bobby Fischer. El productor
Scott Rudin le había dado un montón de artículos, recortes de prensa, libros e
ideas que le interesaban. Enterrado en dicha pila de papeles había un librito
escrito por el padre de un niño, o como el propio Zaillian cuenta:
“Fue la fotografía de la cubierta lo que de verdad me
llamó la atención: era un niño estudiando una posición de ajedrez sobre un
tablero. Sólo tenía siete años, pero su aspecto era muy serio y adulto. La
imagen hizo que me planteara varias preguntas. ¿Por qué estaba ese niño
haciendo cosas de adultos? ¿A qué tipo de presiones lo somete esa situación?
Como suele suceder en estos casos, me vi arrastrado a un mundo específico, en
este caso el ajedrez, en el que se desarrolla la historia, y hacia un personaje
muy fuerte dentro de ese mundo”.
Todo esto viene a colación debido a que este Ripley de
Zaillian crea una obra particular a partir del libro de Highsmith y la excusa
del hijo del millonario Dickie, que quiere ser pintor, le sirve para incorporar
en paralelo y de manera breve (como entre líneas) la historia del pintor
Caravaggio, también asesino, pero cuyo talento como pintor rayaba en la
genialidad. Un pintor autodidacta, impulsivo, belicoso, amante del submundo de
las tabernas y las prostitutas, cuya vida fue un carnaval de luz y sombra. No
es casual lo escrito por Andrew Graham-Dixon:
“El arte de Caravaggio se compone de oscuridad y de
luz. Sus pinturas presentan momentos decisivos de una experiencia humana
extremada y con frecuencia dolorosa. Un hombre es decapitado en su dormitorio y
del profundo corte en el cuello salta un chorro de sangre. Un hombre es
asesinado en el altar de una iglesia. A una mujer le disparan una flecha en el
estómago a quemarropa. Las imágenes de Caravaggio detienen el tiempo, pero
también parecen estar suspendidas al borde de su propia desaparición. Los
rostros están iluminados. Los detalles surgen de la oscuridad con una claridad
tan misteriosa que podrían ser alucinaciones. Sin embargo, siempre están
cercados de sombras, profundidades de negrura que amenazan con hacerlos
desaparecer. Contemplar estas pinturas es como mirar un mundo iluminado por
relámpagos”.
Hay una escena de la miniserie en la que Tom Ripley está en
la Iglesia de San Luis de los Franceses en Roma. Tom está frente a la capilla
Contarelli, que está sumida en una silenciosa oscuridad. Introduce una moneda
en una máquina y de pronto un gran tríptico se ilumina. Detrás de Tom un cura se
detiene y le dice que todo está en la luz. La escena me recordó lo dicho por
Krzysztof Piesiewicz, el guionista predilecto de Krzysztof Kieslowski:
“Una vez, estando en Roma, fui a ver un cuadro de
Caravaggio en una iglesia que estaba a oscuras y tuve que introducir una moneda
en una máquina para que se encendiera la luz. De repente, apareció el cuadro
con su increíble juego de colores y me sentí como si estuviera en el cine. Creo
que las películas modernas deberían ser como ese cuadro de Caravaggio, en el que
aparentemente todo es realista pero que posee algunos detalles que le dan una
dimensión misteriosa y espiritual”.
Creo que el Ripley de Zaillian ha tratado de traducir en
imágenes lo dicho por Piesiewicz. Además, en una oportunidad Patricia Highsmith
escribió:
“Puedo pensar sólo en una ligera cercanía entre el criminal y el artista, desde que un escritor imaginativo es muy libre; tiene que olvidar su propia moral, su sentido moral personal, especialmente si escribe sobre criminales. Debe sentir que todo es posible (…). El asesinato para mí es algo misterioso. Creo que no lo comprendo del todo (…). Y ese es el motivo por el cual escribo tanto al respecto: estoy interesada en la culpa”.
En la miniserie Ripley está presente en Tom ese deseo de ser
otro, esa avidez de cambiar de piel; de dejar atrás a ese pobre tipo con gustos
bizarros, sin espiritualidad elevada y sin dinero. Highsmith lo dijo en una
entrevista: “Tom Ripley no es nadie y por eso puede ser cualquiera. En ese
sentido, es un impostor. Es alguien que se mete bajo la piel de otro, y por eso
nos refleja un poco porque todos somos en cierta manera una máscara”.
Quizá sea por eso que Tom Ripley fascina y atemoriza en
proporciones iguales. En su vida ficticia hay un cierto paralelismo con la vida
real de Caravaggio que como genio y asesino fue condenado a muerte. Por esa
razón estuvo huyendo, tratando de escapar de sus enemigos y de sí mismo, de sus
demonios. Ocultándose en la luz y en la sombra. Intentando ser otro para no ser
atrapado por la justicia. Se dice que Caravaggio al final de sus días estaba
extenuado, hambriento, enfermo. Los biógrafos aseveran que murió en una playa
solitaria víctima de la disentería, o que fue asesinado a manos de los muchos
enemigos que fue cosechando a lo largo de su pendenciera vida. Unos días
después de su muerte fue indultado por el papa Paulo V.
Tom Ripley, a diferencia de Caravaggio, escapa siempre. Su
creadora no pudo escribir su final, pero aseguraba que Tom estaba perdiendo la
razón. La muerte en una playa solitaria podría ser su destino más lógico. O
quizás, en un sanatorio, fingiendo ser un hombre cuerdo.
Ripley es ese personaje que se mueve con pulso impávido por
la oscuridad, por esos deseos horribles que están finamente enmascarados por
una luz trágica. Esto lo hace un personaje actual que nos dice que el mal tiene
muchas máscaras, que adopta muchos ropajes y que la vida tiene la luz necesaria
para combatir esa oscuridad que intenta, por todos los medios, imponerse y
controlarnos.
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