martes, 20 de agosto de 2019

Aforismos


ÑINGAS

Franklin Fernández
Fotografía/Yuri Valecillo

La prosa es el océano de las palabras. La poesía viene en oleadas de fuego.

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No esperes mucho del mundo. Sus leyes no funcionan. Sé tú una ley viviente.

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Soy un fanfarrón, y algo escucha mi habla.

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Lo mediocre tiene apariencia de grandeza.

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La voz perniciosa del silencio.

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Concebir sólo las cosas al nombrarlas, y sucumbir ante ellas.

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El sol es el símbolo del hombre. Todo ardor es digno de su mérito.

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La noche es un enorme amasijo de estrellas. Me duermo, 

en efecto,  contemplándola.

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Lo esencial surge, buscando otra salida. La única en realidad.

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Fragilidad humana. La luz aplasta a un hombre que apenas respira.

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Hay quienes creen aún en la profundidad de lo eterno.

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Los pájaros vuelan hacia algo, van directamente hacia algo, 

huyendo del hombre.

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No hay cosa que entristezca más, que la vida aplastada en su cumbre.

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En lo alto de un precipicio, renuncié a todo. Cayendo hacia arriba.

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Los aforismos nos aproximan a una concepción matemática 

del mundo: ‘menos es más’.

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Hay algo de matematicidad en el aforismo. Cada adagio tiene su 

carácter, es casi un número.

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Ser un defensor del tedio, bostezando en su fatiga.

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La deflagración universal tiene forma de hongo.

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La crueldad, el fanatismo, la intolerancia… incitan nuestros 

instintos de indolencia.

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La serenidad es el murmullo de nuestra muerte.

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No me escondo. Estoy quieto en mi ser.
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Nunca inclinarse ante la decadencia.

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Antes de machacar al insecto, no pensamos en su muerte. Tan sólo 

queremos deshacernos de él. En cambio, pensamos en nuestra 

muerte casi a diario.

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Lo que me salva, se oculta en el hallazgo.

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Pensar en lo que se piensa no es volver a pensarlo.

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Que él se diga, en efecto, entre ese algo y cada palabra.

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Abrazar también es un derribo.

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El destello es la simpleza del adorno.

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Si crees en quien te antecede, se agradecido en elogiar.

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Toda relación amorosa llega a la pasividad de un escándalo.

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En el bosque, todo lo que te acecha es efímero.

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Cuando el ancla toca fondo, sus burbujas llegan a la superficie.

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Todo sigue siendo invisible detrás de lo invisible.

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Olvidar es la lejanía más cercana. Recordar es la lejanía más próxima.

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Acudo a los libros en mis sueños.
*


Lo que me protege está en peligro de extinción.

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Agua mansa se embravece. Sale por el cuerpo sucia.

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Tiempos de insultos y no de diálogos, de gritos y no de escuchas. 

Vaya manera de pasar el tiempo.

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Tú y yo, no existimos en lo efímero. Ambos lados se fugan.

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Todo exilio es un escape al infierno.

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Exiliarse es precisar el tormento de lo que se vive.

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La noche determina la claridad del crepúsculo.

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Antes de obrar, me acojo en el descanso.

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Sobre un instante construyo todos mis instantes. Un instante es eterno.

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¿Qué cierra una puerta al abrirse? Y cuando se cierra, ¿qué abre?

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El poema es simetría o asimetría. El aforismo es instante geométrico.

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Escribo para el porvenir. El presente no funciona.

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La lluvia de esta tarde, dice sí a su caída. Viene a nuestro alcance.

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El canto de la lluvia, por instantes, nos ahoga con sonidos de duelo.

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La lluvia silenciada, adorna mi melancolía con pétalos de nieve.

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Él dice, todo lo que ‘dice’ con fuerza. Pero está ausente en su habla.

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Mi palabra se hace presente en la escritura. Teniéndome ahí.

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La muerte viene, mucho antes de que suceda. Precede a mi palabra.

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Cada quien, a partir de sí mismo, está ausente en su comparecencia. 

Y tal vez no haga falta.

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La picadura de un insecto interrumpe mi habla.

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Eso no es eso. Eso es lo ‘que es’, sólo por la palabra.

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Lo invisible es un momento de pérdida. Presencia humana que se desvanece.

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Despojado de todo, el hombre es más pacífico. Es un espíritu 

meciéndose hasta el alba.
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‘Bosques de la memoria’. Fijar un momento de nuestra vida en el árbol.

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Ellos se humanizan, pero son superados por algún insecto.

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El hombre machaca lo que está en calma. Un insecto está en calma.

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Si crees en quien te antecede, se agradecido en elogiar.

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Me abruman los miles de millones de pensamientos transformados en 

dígitos, no en ideas.

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Estoy hueco por dentro, para aprender a escribir hay que cavar hondo.

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Sé fiel a ti mismo. Eres único. No habrá ningún otro.





Franklin Fernández es licenciado en artes plásticas, poeta experimental y promotor cultural. Ha publicado los libros El Señor de Barcelona. Textos sobre la obra de Régulo Martínez. Fundación Editorial El Perro y La Rana. Caracas (2017); Silabario del Incierto. Entrevistas a Juan Calzadilla. Fundarte, Alcaldía de Caracas (2015); Trizas. (Aforismos) Libros El Albur. España, (2015). Poemas-Objeto: Cuerpo y textura de la poesía. Fundación Editorial El Perro y La Rana. Caracas, (2011); La Imagen Doble. Fundación Editorial El Perro y La Rana. Caracas, (2006); Simples. (Aforismos). Fundación Editorial El Perro y La Rana, Ministerio de la Cultura. Caracas, (2006); La Escritura y tú. (Aforismos). Sistema Nacional de Imprentas. Anzoátegui, (2010); Breves. (Aforismos). Editorial El Pez Soluble. Caracas, (2000). 

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