miércoles, 31 de agosto de 2016

La casa de Laura Antillano


La casa de Laura Antillano



Estimados Amigos

Hoy compartimos con ustedes un texto de nuestro amigo Pedro Téllez sobre la casa de la escritora venezolana Laura Antillano. La casa de Laura Antillano esta ubicada en Naguanagua en la urbanización Naranjal. En Venezuela son los desarrollos urbanísticos planificados y generalmente están asociados a las clases pudientes. Aunque existen urbanizaciones ejecutadas por el gobierno y se les diferencia de las de clase media alta colocándole el adjetivo de populares. La casa esta ubicada en la avenida 11-A c/c calle Guzmán Blanco y su número de identificación es el 193-19. Sobre este número podrán leer La Letra Voladora. Siempre se ha dicho que Venezuela es muy igualitaria porque al lado del barrio siempre hay una urbanización en este caso las Urbanizaciones La campiña II y el Naranjal están al lado de Barrio Unión, La Democracia o La Cidra depende del punto de observación. Las dos zonas la pobre y la de clase media están separadas literalmente por una calle llamada Guzmán Blanco y  por una quebrada embaulada. Esta Quebrada antiguamente tenia también una cerca de Alambre del tipo que en Venezuela llaman Alfajol. Esta cerca hace mucho tiempo que desapareció a causa de la escasez del aluminio, una cerca de este material era un victima potencial para ser desmantelada y vendida en el mercado negro. Esta quebrada embaulada siempre te hace pensar en el foso de un castillo. La pregunta es: ¿A quien defiende de quien? La urbanización del barrio o viceversa.

La casa de La Letra Voladora la conocemos exteriormente desde hace mucho. Tenia un mural con los Beatles del submarino amarillo imagen que fue sustituida luego por un Gallo de Barcelos, o algo parecido en nuestro recuerdo, ese que es tan común ver en las panaderías de portugueses en Venezuela. Ahora la fachada no tiene dibujos solo colores planos. Creemos que ahora domina el verde en la fachada.

Antiguamente tenías dos formas de llegar a la casa de Laura Antillano. Subías por la calle Guzmán Blanco, o la calle de la canal como dicen en Naguanagua, y en la séptima esquina doblabas a la derecha y estabas al frente de La letra voladora. Ya no puedes usar esta opción ya que todos las calles que daban a la Guzmán Blanco de la urbanización el Naranjal fueron cerradas por la inseguridad es una forma de defenderse de nosotros: los que vivimos en el barrio. Ahora solo ves una sucesión de muros.

la otra opción es subir por la calle 194 que es la entrada de La Campiña II. Cuentan 9 esquinas del lado izquierdo y en la novena esquina doblan a la derecha. Esa avenida es la San Juan. Doblan a la izquierda en la primera esquina suben y cuentan tres esquinas. La tercera esquina esta ubicada en la avenida 111-A.

Solo hemos entrado un par de veces en La Letra Voladora. Y eso porque el escritor  José Carlos De Nóbreganos invitó a su taller sobre ensayo. Llegamos en bicicleta un sábado casi a la hora del cierre de la actividad. Entramos al patio recibidor una zona bastante umbrosa. Al entrar al área de taller nos sumergimos en un ambiente de clara decoración kindergarderina. Particularmente el ambiente de nuestro kinder era bastante espartano comparado con este. Todos los participantes eran adultos. Era un divertido contraste. Una docena de personas aproximadamente: Un ciclista consuetudinario (nosotros), 3 peatones (incluyendo al ductor) y el resto con vehículo. Nos pareció curiosa la afluencia de vehículos en una actividad subvencionada totalmente por la casa Andrés Bello.

Ya es hora de que dejemos de desviar la atención del texto que se avecina así que nos despedimos de ustedes por ahora.

Esperamos disfruten de la entrada de Pedro Telléz.

Richard Montenegro


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Es de Borges la conocida frase: otros se pueden enorgullecer de los libros que han escrito, yo tengo orgullo de los libros que he leído. Yo agregó: tengo orgullo de los escritores que he conocido personalmente, de los que he sido su amigo, entre ellos Laura Antillano. Pero no voy a tratar aquí de la amistad, no directamente. Describiré el espacio de esta amistad y que como Uds. saben se llama “La Letra Voladora”. Que la casa habla de sus inquilinos  lo decía Virginia Woolf. La de Laura habla de ella y de nosotros. Ubicada en la Campiña, entre la Universidad y el cerro del Café, al borde de una calle que es frontera de una quebrada embaulada o al final de una calle ciega a la que se llega a través de un laberinto de cuadras. Hay otras casas en el tiempo y el espacio: En Maracaibo la quinta  paterna a las orillas del lago y tertulia obligada de pintores y poetas, la de Caracas, o antes la de Haticos  número 15 (casa de ficción)  o su apartamento paralelo. Pero quiero hablar de la que conozco más y tal vez por haber ido una docena de veces (no soy visitante asiduo) y por eso me impresiona.

Entre extraña y “siniestra” en el sentido cotidiano de Freud, es una casa rara de decoración maximimalista: Mesitas con cerámicas, textiles y texturas, arte popular; vitrinas con títeres y marionetas de sombra; horror al vacio en las paredes : cuadros de Lunar y de Zerpa, murales de jardín, afiches de teatro, cine y ferias, poemas enmarcados de amigos, fotos de monjas de negro (Brito), y retratos  de los amigos en misma letra voladora: Foto en la casa de la casa:  abismo acogedor. La casa en verdad pequeña se agranda por la multitud de objetos y su belleza sumatoria. Sin temor al kitsch poseen el aura que les da el haber sido un regalo, el recuerdo de un viaje. Todavía en la mesa de recibo el objeto que hace años dejé: un pisapapeles. Mi madre me describía los pisapapeles del escritorio del abuelo que conocí solo por dos novelas y un cine de pueblo. Años después vi con una amiga en una tienda un pisapapeles amarillo, pero ella dijo que por su diseño era para mujer, y lo regalamos a Laura. Otro amigo que ya no esta decía que Laura tiene la voz bella. Se refería a la voz-voz, (no la voz literaria que por supuesto posee), y a la inteligencia (no su inteligencia escrita), sino a la capacidad intuitiva, conversacional, femenina, del comentario agudo sobre la situación específica, sin citas librescas o algo así. Es decir: voz de forma y contenido indisoluble, y ese es el sonido de su casa. Vamos a oírla  hablar de cualquier cosa, en visitas breves, y siempre traemos o le llevamos una postal, el libro que dedica a los niños, o el sabor de un dulce en el paladar.

Laura como todo escritor, escritora,  reúne una biblioteca, pero la suya no es una biblioteca personal. Tiene que ver con las puertas abiertas. No sé como explicarlo, es una biblioteca circulante, no porque se presten libros, sino porque siempre un discípulo o amigo (o ambas condiciones) esta  tomando notas, hojeando. Pues es circulante porque entra y sale gente: Allí funcionan los talleres que imparte: desde niños, niñas y adolescentes hasta ex rectores universitarios aprendiendo a leer y escribir cuentos.

No son tertulias a la manera de esas de  mujeres del siglo de las luces, de ocio y sociedad. Aquí hay una finalidad, un trabajo subyacente: A veces son alumnos y ex alumnos con la seriedad del caso: de pre y post grado,  otras  son  del taller literario, docentes de la UC o de una escuelita, poetas o cuentistas, cuenteros: Todos amigos que se reúnen, vuelven, visitan. Alguien toca una guitarra. Casa limpia, espaciosa, luminosa, donde no hay mucha diferencia entre el adentro y el afuera (arquitectónicamente hablando), el afuera y el adentro, espiritualmente hablando. Me siento muy bien recordando amigos, los que están y los que ya no están, y por eso hoy escribo este texto como aquella talla,  evocación de palabras anteriores, para que se incorpore a los objetos de la casa.

Pedro Téllez (Valencia, 1966). Ensayista. Conferencista. Bibliófilo. Médico Psiquiatra. Estudió Medicina en la Universidad de Carabobo (Valencoa), y se especializó en el Hospital Psiquiatrico de Caracas. Ha publicado los libros de ensayo Añadir comento (1997), Fichas y Remates (1998), Tela de Araña (1999) y La última cena del ensayo (2005), libro con el que ganó en el 2004 un premio en el Certamen Mayor de las Artes que promueve el Ministerio de la Cultura. Colaborador de La Tuna de Oro y Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Un Naipe en el Camino del Dorado(2007) y “El Diario de Viajes de Francisco de Miranda” (2016). Ha sido director de la revista La Tuna de Oro, redactor dela revista Poesía, publicaciones de la U.C. De igual modo ha colaborado en revistas como Predios, Arte de Leer, Mañongo y Tiempo Universitario. Fue redactor de la revista Zona Tórrida.

Publicado el 28 de agosto de 2016 en el diario Notitarde



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