sábado, 21 de julio de 2018

Cadenas



    Conocí a Rafael Cadenas en el año 1985 en la Escuela de Letras, ese año le habían concedido el Premio Nacional de Literatura. Estaba sentado leyendo en un pupitre cuando le interrumpí para felicitarlo y a la vez pedirle me autografiara una reedición de su Cuadernos del destierro que le había comprado a uno de esos truhanes que montan sus ventorrillos ilustrados en la avenida Lecuna, y a quienes hay que regatearles por aquello de que te lo venden más caro que en los establecimientos de libreros. De nuestro encuentro no salió nada especial, tan es así que lo recuerdo como si fue ayer, de frío y distante.

    Ante mí estaba un hombre sufrido por la dificultad de respirar y un hastío por el mundo externo que lo manifestaba a través de su silencio. Allí hice mío aquello que me recalcó el poeta Ludovico Silva: “Cuando admires a alguien evita conocerlo para que sigas creyendo en él”. Lo que sí me quedó clarísimo es que su poema Derrota es un acto de desprendimiento desgarrador que lo ha intentado emular sin éxito. La voz de Cadenas siempre se notará en cualquier esquina o calle de nuestra literatura y más allá, como se dice en los cenáculos literatosos: “Cadenas es Cadenas”, y no hay vuelta atrás ni de tuerca.
Lo cierto es que hay algo latente y muy interesante en el tejido social venezolano actual. Hay un poeta de moda, hay alguien de trascendencia en el espacio de la estupidez funcional que nos está acogotando entre lamentos y colas. Rafael Cadenas está siendo tomado en serio, aquí donde nada es ya tomado con la debida atención en vista de la trivialización de la inteligencia y la creación, al punto de hacer del arte algo así como un accesorio que no está en capacidad de mover ni conmover si detrás no está el hombre ideológico con su carga de justicia animosa y de anime que no arrima nada finalmente en la carrera por mantener a las mayorías en la sobrevivencia, entretenidos con clases magistrales de corsario populismo.
Rafael Cadenas quieran o no es parte de la conciencia crítica de este país. Es parte de un país descuartizado que trata de juntar sus partes con unos protagonistas que muchas veces juegan a meterle gol a su mismo equipo. A veces no sabemos quién es quién, porque el lenguaje, que es una de las grandes preocupaciones de Cadenas, también lo han trivializado al punto que estamos en estado de incredulidad permanente y creciente.
Todos queremos a Rafael Cadenas porque significa lo que nosotros no somos. Me explico, el poeta es desprendido al punto de rayar en la ingenuidad. El poeta no ha necesitado de sectas ni bandas que lo ensalcen, su obra habla y se mantiene sola. Esto viene al caso porque hay “poetas” que han pagado a editoriales españolas para que los publiciten. El poeta no sabe ni entiende el código de la adulancia; mucho menos sostiene el de la mentira porque ha vivido en primeros planos con sus diminutas victorias y sus muchas derrotas. Al poeta le duele con hondura este país. No ha hecho de su preocupación un acto económico ni mucho menos anda buscando un país porque sobrevive una claridad que está delante del mismo, tratando cada día ser más ciudadano, más persona y menos mediático a pesar que ya no se podrá salvar de ser una noticia que nos enaltece. Pero sobre todo el poeta es una lección permanente de humildad.
Días atrás le premiaron, una vez más. Se trata del Premio Federico García Lorca y lo maravilloso es que el jurado decidió a su favor por su obra directa, minimalista y exigente con la lengua. En otro aparte se lee que sus posturas suelen ser muy arriesgadas e incómodas con cualquier manifestación totalitaria del poder.
Los que piensan que el poeta está siendo crítico e implacable con los que nos gobiernan hoy están muy equivocados. Cadenas siempre ha estado en contra de todo poder y lo que sí se ha posesionado con ahínco en su vida es reconocer que lo que nos hará libres es la búsqueda incansable de democracia, entendiendo a la misma como una manera de vivir en libertad y paz.
Salve Dios al poeta, la demostración de llaneza y sencillez que nos hace sentirnos hoy más orgullosos de tenerlo vivo y pensando en un país mejor.

Fuente: Diario Correo del Caroní

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