Cuestión de método
Francisco
Arévalo
Hay que buscar cómo vestirse, es el desespero de los
partidos y los operadores de la oscuridad (son inevitables para el cambio). Hay
que hacer una sola ruta y esa ruta nos llevará al final del camino.
Mi estimada amiga Diana Gámez por estos días me decía que
había gente especialista en no decir nada en sus artículos. Algo como que eran
tan enjabonados o acuosos que no se comprometían con nada y por lo tanto
pasaban las pruebas del gameloteo positivo y la inocuidad. De indefiniciones y
culillos está llena la historia menuda de nuestra ciudad y nuestro país.
Advertencia a los verdugos para que no chillen.
Mi pana Carlos Yusti, no sé si mejor artista plástico que
ensayista, siempre se ha caracterizado por ser un agudo crítico de todo. Tengo
que reconocer que escribo mis artículos inspirado en su corrosiva forma de ver
la vida y sus fenómenos. Hoy está dedicado a una hermosa y paciente labor que
tiene como fin llevarles alegría a los niños en la organización de las
ludotecas escolares. Mi pana Carlos no le da respiro a la formalidad estética
del jabón y la estupidez: es implacable.
Pintura de Carlos Yusti |
La semana pasada escribí un texto sobre mi ciudad y una dama
me dijo que era muy fuerte. Me sentí alegre, pues creo que estoy haciendo lo
que siempre he querido hacer: dejar de ser enjabonado con mis escritos. Esta
dama es una autoridad en lo que atañe a esta ciudad. Deberíamos prestarle más
atención a sus críticas y consejos.
Es cuestión de método cómo usted quiere llegar a la gente,
si lleno de ínfulas o sin ademanes. En lo particular me pesan un mundo las
ínfulas. Eso sí, cuando las tengo que usar hago el debido derecho de la maldad.
No se puede pasar uno la vida con cara de pendejo y que encima la gente se lo
crea. Hay que ser y parecer más de la cuenta para que no se entrometan en la
intimidad de la casa.
Eso es parte del menú de opciones que me ha dado el nacer y
crecer en mi amado San Félix. Ser desconfiando más en la iglesia que en el
burdel.
Empezando este 2019 está tomando relevancia ser más
vehemente, frontal, osado e hipercrítico. Estábamos secuestrados y sufríamos el
letargo del encierro.
Prueba de lo dicho lo vemos en todos los sitios donde
confluimos por una u otra razón. Hay un despertar de la capacidad para la
rebelión ante el mallugamiento del día a día. La hiperinflación haciendo
estragos.
A la capacidad para disentir una formidable arbitrariedad se
la había engullido. Estábamos en uno de los estómagos de la bestia y fuimos
expulsados violentamente.
En fin, hoy no esperamos mucho de la consabida paciencia
tibetana, queremos que cambie el paradigma, estamos hartos del vapuleo, de la
precariedad, de la miseria como justificación social, de las negociaciones en
los cuartos oscuros y prostituidos de la sociedad y de la asfixiante corrupción
que ha tomado cuerpo en todos los espacios de la sociedad. En todos, no hay
excepción.
Qué reconfortante que desde afuera intenten, y lo están
logrando, sacar a los secuestradores del país. Eso tiene una lectura clara: le
duele a muchos nuestro incierto futuro pero más nuestro dramático presente.
Nos han aplastado. La barbarie ha destrozado lo suficiente
nuestra modernidad y civilización, pero todavía hay respiro y ganas de ganar la
gran pelea contra la malignidad y la recuperación de lo extraviado.
Sigo siendo muy optimista, más de lo presupuestado. Algunos
me tildan de tonto, se torna difícil que algunos de los que me lo dicen desde
afuera crean que un militante del pesimismo hasta hace poco como yo hoy levanté
banderas de esperanza. La razón es muy simple, la opresión con cara de gobierno
logró quitarle la máscara y el vestido a todos los factores en puja y dejaron a
la gente el protagonismo y la acción con real posibilidad de cambio.
Hay que buscar cómo vestirse, es el desespero de los
partidos y los operadores de la oscuridad (son inevitables para el cambio). Hay
que hacer una sola ruta y esa ruta nos llevará al final del camino donde
inevitablemente el país agarrará por vericuetos o caminos en busca de la
liquidada democracia. A eso se le llama variedad, estilo diverso de vida, el
que perdimos desde 1998 hasta este día.
Lo que no hay que perder de vista es que vamos a la
república o sociedad de los ciudadanos, no a la corrompida y añosa
cogollocracia que siempre nos ha puesto los platos en el piso mientras ellos
comen en la mesa.
Vamos bien, vamos hacia la sociedad de las ideas, hacia la
valiosa república.
Y por favor no inventen un guión distinto que los tenemos
pillaos... no hagan una de gato en el tejado.
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