sábado, 23 de febrero de 2019

Cuestión de método


Cuestión de método

Francisco Arévalo  


Hay que buscar cómo vestirse, es el desespero de los partidos y los operadores de la oscuridad (son inevitables para el cambio). Hay que hacer una sola ruta y esa ruta nos llevará al final del camino.

Mi estimada amiga Diana Gámez por estos días me decía que había gente especialista en no decir nada en sus artículos. Algo como que eran tan enjabonados o acuosos que no se comprometían con nada y por lo tanto pasaban las pruebas del gameloteo positivo y la inocuidad. De indefiniciones y culillos está llena la historia menuda de nuestra ciudad y nuestro país.

Advertencia a los verdugos para que no chillen.

Mi pana Carlos Yusti, no sé si mejor artista plástico que ensayista, siempre se ha caracterizado por ser un agudo crítico de todo. Tengo que reconocer que escribo mis artículos inspirado en su corrosiva forma de ver la vida y sus fenómenos. Hoy está dedicado a una hermosa y paciente labor que tiene como fin llevarles alegría a los niños en la organización de las ludotecas escolares. Mi pana Carlos no le da respiro a la formalidad estética del jabón y la estupidez: es implacable.
Pintura de Carlos Yusti

La semana pasada escribí un texto sobre mi ciudad y una dama me dijo que era muy fuerte. Me sentí alegre, pues creo que estoy haciendo lo que siempre he querido hacer: dejar de ser enjabonado con mis escritos. Esta dama es una autoridad en lo que atañe a esta ciudad. Deberíamos prestarle más atención a sus críticas y consejos.

Es cuestión de método cómo usted quiere llegar a la gente, si lleno de ínfulas o sin ademanes. En lo particular me pesan un mundo las ínfulas. Eso sí, cuando las tengo que usar hago el debido derecho de la maldad. No se puede pasar uno la vida con cara de pendejo y que encima la gente se lo crea. Hay que ser y parecer más de la cuenta para que no se entrometan en la intimidad de la casa.

Eso es parte del menú de opciones que me ha dado el nacer y crecer en mi amado San Félix. Ser desconfiando más en la iglesia que en el burdel.

Empezando este 2019 está tomando relevancia ser más vehemente, frontal, osado e hipercrítico. Estábamos secuestrados y sufríamos el letargo del encierro.

Prueba de lo dicho lo vemos en todos los sitios donde confluimos por una u otra razón. Hay un despertar de la capacidad para la rebelión ante el mallugamiento del día a día. La hiperinflación haciendo estragos.

A la capacidad para disentir una formidable arbitrariedad se la había engullido. Estábamos en uno de los estómagos de la bestia y fuimos expulsados violentamente.

En fin, hoy no esperamos mucho de la consabida paciencia tibetana, queremos que cambie el paradigma, estamos hartos del vapuleo, de la precariedad, de la miseria como justificación social, de las negociaciones en los cuartos oscuros y prostituidos de la sociedad y de la asfixiante corrupción que ha tomado cuerpo en todos los espacios de la sociedad. En todos, no hay excepción.

Qué reconfortante que desde afuera intenten, y lo están logrando, sacar a los secuestradores del país. Eso tiene una lectura clara: le duele a muchos nuestro incierto futuro pero más nuestro dramático presente.

Nos han aplastado. La barbarie ha destrozado lo suficiente nuestra modernidad y civilización, pero todavía hay respiro y ganas de ganar la gran pelea contra la malignidad y la recuperación de lo extraviado.

Sigo siendo muy optimista, más de lo presupuestado. Algunos me tildan de tonto, se torna difícil que algunos de los que me lo dicen desde afuera crean que un militante del pesimismo hasta hace poco como yo hoy levanté banderas de esperanza. La razón es muy simple, la opresión con cara de gobierno logró quitarle la máscara y el vestido a todos los factores en puja y dejaron a la gente el protagonismo y la acción con real posibilidad de cambio.

Hay que buscar cómo vestirse, es el desespero de los partidos y los operadores de la oscuridad (son inevitables para el cambio). Hay que hacer una sola ruta y esa ruta nos llevará al final del camino donde inevitablemente el país agarrará por vericuetos o caminos en busca de la liquidada democracia. A eso se le llama variedad, estilo diverso de vida, el que perdimos desde 1998 hasta este día.

Lo que no hay que perder de vista es que vamos a la república o sociedad de los ciudadanos, no a la corrompida y añosa cogollocracia que siempre nos ha puesto los platos en el piso mientras ellos comen en la mesa.

Vamos bien, vamos hacia la sociedad de las ideas, hacia la valiosa república.

Y por favor no inventen un guión distinto que los tenemos pillaos... no hagan una de gato en el tejado.

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