domingo, 20 de octubre de 2024

Los corazones solitarios de la literatura nacional



Muñeca de Reverón, Como estatuilla Juan Sánchez Peláez, Busto de Piar (Upata), José Gregrorio Hernández, La Corona de Miss Venezuela, Muñeco de Chávez, Cony Méndez,Una maraca índigena, Un cuatro, Un tambor Culo’epuya, Ana Enriqueta Terán (con flor en la boca), Teófilo Tortolero , Alejandro Oliveros, Reynaldo Pérez Só, Eugenio MontejoVillarroel París, Enrique Mujica(El gallo), Carlos Osorio, Adhely Rivero, Luis Alberto Angulo, Julio Garmendia, Elisa Lerner, José Napoleón Oropeza, Teresa de la Parra, Yolanda Pantín, Ramos Sucre, Arturo Uslar Pietri, Cabrujas, Isacc Pardo, Enrique Bernardo Nuñez, Milagro Haack, Ramón Palomares, Antonio Arraiz, J. M. Briceño Guerrrero, Laura Antillano, Luis Albrto Crespo, Enriqueta Arvelo Larriva, Roger Vilain, Néstor Rojas, Caupolican Ovalles, Andrés Eloy Blanco, Lyda Franco Farías, Victoria de Stefano, Orlando Oraujo, Eleonora Requena, Elezar León, Slavko Zupci, Pdro Suárez, Teresa Coraspe, Ana Rosa Angarita, Fidel Flores, Rafael Cadenas, Salvador Garmendia, Jose Balza, Sol Linares, Ana Teresa Torres, Rafael Bolívar Coronado, Francisco Arévalo, Fáver Paez, Miyó Vestrini, Hanni Ossot, Juan Liscano, Adriano Gonzáles León, Grabriel Jiménez Eman,Chevige Guayke, José Barroeta, Valera Mora  (El Chino), Rómulo Gallegos, María Calcaño, Willian Osuna, Dyonisio Aymará, Aquiles Nazoa, Argenis Rodríguez, José Rafael Pocaterra, Miguel Otero Silva, Vicente Gerbasi, Juan Calzailla, Gustavo Pereira, Cristobal Ruiz y Santiago Key-Ayala.

 

La carátula del disco (en vinil) de el Sargento Pimienta de los Beatles ha sido utilizada hasta la saciedad y es ya un lugar común del diseño. Bueno, si se toma en cuenta que fue diseñada en ese tiempo en el que no se utilizaba el computador personal la carátula tiene su encanto y creatividad. Al parecer se utilizaron las figuras de cera de Madame Tussauds (la primera y segunda fila). Los otros invitados en la portada fueron fotografías ampliadas a tamaño natural y recortadas sobre soportes de cartón y madera. La esposa de Peter Blake, Jann Haworth, sirvió como primer asistente de diseño y muchas de sus opiniones fueron consideradas al momento de diseñar la escena. Cada foto fue coloreada a mano. Michael Cooper se encargó de la placa fotográfica final y para lograrla llevó a cabo diferentes versiones, con los Beatles distribuidos en distintos ángulos de la composición general. Mi amigo F… ha retomado la famosa carátula del disco, con menos producción claro, y valiéndose de la computadora para hacer su versión con escritores del barrio local.

Lo interesante es que apiñados, en una versión algo chapucera, de la famosa portada está lo más granado de la literatura nacional. Como es lógico faltan nombres (yo hice una que otra sugerencia, donde me incluía claro, pero mi amigo F… me dejo por fuera, no obstante incluyó a escritores que sugerí imprescindibles).

Sobre el medio literario (mundillo literario se le llama en los pasillos de las instituciones de cultura estadal) hay una opinión un tanto generalizada: es un medio mezquino. También se habla que ese mundillo literario está lleno de pillos y truhanes. Lo cierto es que intentar ser escritor en nuestro país es una carrera de obstáculos. Las quejas plañideras e imprecaciones groseras a este respecto nunca faltan.  

En este collage de mi amigo F… se encuentran escritores del presente y del pasado. Hay héroes y villanos. Hay estelares y segundones, chupamedias y acomodaticios. De todo y para todos. Pero a la hora de juicios sumarios y otras espeluznantes maneras de juzgarlos por sus actuaciones públicas, en ese sentido de funcionariato de cualquier gobierno de turno, o ciudadanas hay que centrarse en su obra. Al final, como decía Borges, su trabajo literario se ganará el olvido ( o el perdón).

Este collage también dice mucho de los gustos lectores de F… y en la cual incluye a mucho de sus amigos escritores, algunos también son muy buenos amigos míos,  por lo tanto es un collage pensado/realizado con alevosía. Colocar a Cony Méndez como un ser iluminado, aparte de la carga irónica, le confiere a esta escritora de autoayuda un sitial destacado y aunque (no es broma) es junto a Eduardo Liendo, que no está en el collage, nuestra Best-Seller más destacada. Los puristas y defensores de la “gran literatura” seguro argumentarán que escribir como Cony Méndez lo hace cualquiera. Lo que sucede es que a nuestra literatura le falta algo de pimienta, de esa pimienta textual que le puso Denzil Romero o de esa pimienta de mentira histórica, escrita con grandes baches, por Herrera Luque, escritores de paso que tampoco están en el collage.

Cabrujas más que pimienta le agregó sal irónica y Adriano González León con su novela “País portátil” convirtió a nuestro país en un artefacto joyciano de gran fractura estilística y literaria. Aparece Rafael Bolívar Coronado el pecador más grande de nuestras letras, el más insigne del paradigma de todo aquel que quiera abrazar (ya estoy escribiendo como Pedro Emilio Coll o Manuel Díaz Rodríguez) el gran arte de las letras. O sea, la literatura como impostura, como trampa, como una manera de burla a los maestros del día de las letras y sobre todo como una trinchera de seudónimos para ser todos los escritores y ninguno.

Los críticos de nuestra literatura, surgidos de nuestras prestigiosas universidades, han llenado de broza académica cualquier estudio alejando a los estudiantes de esa tan cacareada “gran literatura”. Ya Roberto Echeto en La literatura venezolana no va detrás del camión de la basura lo había escrito “En el caso de la crítica literaria las cosas se complican por varias razones. Como es tradicional, los críticos literarios encienden sus pipas, se tocan sus quijadas y escriben desde sus cubículos universitarios para que los lean otros especialistas que también encienden sus pipas y se tocan sus quijadas en sus respectivos cubículos universitarios. En otras palabras, lo que ellos hacen, no tiene nada que ver —al menos directamente— con que en la calle haya o no lectores. Por eso su trabajo no sólo carece del peso que debería tener en todo este asunto, sino que se pierde la oportunidad de orientar a los demás en todo lo que se refiere a las obras que salen a la palestra, de leerlas, analizarlas y despertar en otros el interés por disfrutarlas.”  Y Rafael Rattia agregó en su momento: “Lo mejor de nuestra literatura venezolana no se está escribiendo en Caracas. Es en el interior del país donde se está fraguando la literatura del futuro de esta nación. Y los críticos no han reparado en ello”.

Lo más nefasto que le ha ocurrido a la literatura en el país, aparte de los críticos de cubículo y de revistas arbitradas, es el pensum de estudio. Autor o libro que aparezca como materia obligada de estudio va directo a la tumba o todo caso se convierte en ser más odiado y vilipendiado del orbe. Aparte que todos los estudiantes se acordaran de su madre, sin el debido respeto.

Aquiles Zambrano ha escrito algo que me gustaría citar: “La literatura, queridos mercaderes literarios, la verdadera, la que se escribe con uña y sangre, temblando al borde de la enfermedad o el llanto, es indiferente a las condiciones materiales que la propician. Esa literatura se va a escribir venda o no venda, con o sin aparato cultural promotor, con o sin lectores, en la pobreza o en la abundancia, en mitad del apocalipsis o en un cómodo apartamento en Manhattan”. No obstante cada vez que alguien me asevera que el arte se hace con sangre, recuerdo la frase de un escritor español que refutó categórico: “Con sangre sólo se hacen morcillas”.

Volviendo al collage de F… hay que tocar el oportunismo de muchos borregos escritores ( o viceversa) que salen en el collage es antológico. El oportunismo es una manera para sobrevivir/vivir del estado sin mancharse mucho. Es una forma de aparecer en el foto del gobierno de turno y cobrar por servicios prestados, cada cual a su modo y es que el trabajo de las letras no reditúa lo necesario para vivir/beber. Lo escrito por Ramón Ordaz es puntual: “No hay arte sin utopía, dice el crítico y poeta Eduardo Milán, lo que no cuesta nada suscribir. La tragedia de los poetas oficiales en Venezuela es que la utopía dejó de ser un destino, porque parte de su propósito se ha cumplido en ellos,…”

La versión original


La otra versión


 

jueves, 26 de septiembre de 2024

sábado, 24 de agosto de 2024

FRACASADOS

 Carlos Yusti



Un escritor que escribió de manera refinada sobre fracasados fue sin duda Juan Carlos Onetti. En algunos de sus relatos y novelas hay una buena galería de estos especímenes vapuleados por la circunstancia (y la mala racha) que van por la vida como zombis a la espera de un nuevo proyecto y embarcarse en él para fracasar de nuevo.

Escritores y artista forman parte de ese club exclusivo del fracaso, pero al menos mucho de sus integrantes dejan una obra. En política los fracasos son más rotundos, pero su estela es mucho más grotesca.

Un caso patético (por no decir dramático) es lo que le ha pasado a la cúpula cívico-militar, también mencionada como chavismo-madurismo, que nos ha desgobernado en estos últimos tiempos. En las recientes elecciones, del año en curso 2024, ha recibido una derrota aplastante. Una humillación electoral con un número de votantes extraordinaria. No ha sido derrotado el candidato del gobierno, sino toda una cúpula; una manera de ejercer la política entre la estafa, la inoperancia administrativa y el robo, sin mencionar el tráfico de oro, de drogas, alimentos y pare de contar. Son para resumir una cúpula de fracasados en mayúscula. Pero (ojo) fracasados sin magia, sin obra y sin ninguna pizca de belleza. Unos fracasados horrendos que quieren seguir disfrutando de las mieles del poder a toda costa y por esa razón practican un feroz terrorismo de Estado. Además, hay que mencionar el hecho que disfrazados de izquierdistas revolucionarios se han convertido en la estafa más biliosa de la política en nuestro país. Fracasados y ladrones de cuello rojo han destruido como nadie las instituciones convirtiéndose en unos fascistas de nuevo cuño.

De nuevo en la irrealidad de la literatura un fracasado ficticio sin parangón es Don Quijote y no por casualidad Gregorio Morán escribe: “La sociedad no soporta el fracaso; lo considera una enfermedad social. Y aquí volvemos al comienzo: el arte, la literatura, se alimentan de algo que la sociedad desprecia, el fracasado. Y desde hace muchos siglos, incluso antes de que se escribiera la más hermosa epopeya del fracasado, que es el Quijote”.

Otro fracasado con brillo propio de la ficción literaria es el coronel de la novela El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez. El coronel, nunca se conoce su nombre, es una especie de veterano de guerra que desde hace quince años está a la espera de una pensión gubernamental, a la que tiene derecho por haber servido durante la guerra civil, pero que nunca llega. En la extrema miseria transcurre la existencia del coronel y su esposa. Cada uno, por su lado, busca la forma de salir de ese abismo lleno de estrecheces y poco iluminada. Es una metáfora del tiempo, de la soledad y la indefensión.

Ha dicho el escritor Enrique Vila-Matas "La literatura y el fracaso son la misma cosa... El arte del fracaso es inherente a la práctica de la literatura". Mi lista de amigos escritores que han mordido el polvo del fracaso es larga (en la que me incluyo sin modestia), pero los prefiero a esos politicastros de oficios cuyos fracasos rotundos son las desgracias sangrientas de los pueblos.

domingo, 18 de agosto de 2024

 


Libros, magia y censura

por 

En los distintos foros, jaleos, charlas y saraos a los que me invitan para dar labia sobre literatura y libros nunca falta la pregunta, ¿para qué sirve la literatura? Me mosqueo y para no proporcionarle ideas a los censores e inquisidores de siempre, trato de acercarme al ojo del huracán de la respuesta guardándome un as en la manga y respondo: la literatura no sirve para nada.

Los libros han alimentado muchas hogueras a lo largo de la historia humana, siempre, para fanáticos y censores, son objetos dañinos los cuales hay que mantener cerrados, mutilados y prohibidos. Los enemigos de los libros, que son más de los que ingenuamente se cree, están convencidos que los libros poseen algo perverso, un extraño sortilegio que de alguna manera puede cambiar la estructura mental de los lectores y la de la realidad. (De igual manera muchos piensan en las pasiones perversas que despierta la televisión).

Vladimir Nabokov, aseguró, en alguna de sus clases en la universidad, que las grandes novelas de la literatura no eran otra cosa de cuentos de hadas, ficciones creadas por la imaginación artística. Y él mismo demostró esta tesis con su “Lolita”, novela que le proporcionó sus cinco minutos de fama. Nabokov, lo confirmó en algunas entrevistas, en “Lolita” se lo inventó todo. Su imaginación insuflo vida al viejo baboso al que le gustan las niñas en flor; de igual modo se inventó el ambiente y la Norteamérica, de moteles y lugares de comida rápida, es sólo una escenografía de su intuición creadora. La novela fue censurada y vilipendiada. Hay gente a la que le gusta creer que las novelas son un fiel reflejo de la realidad, personas que se traspapelan con los personajes y a los que el escritor denomina como filisteos o como lo escribe Nabokov: “El filisteo ni sabe ni se le da nada del arte, incluida la literatura; su naturaleza esencial es antiartística, pero quiere información y está educado en la lectura de revistas. Es lector asiduo del Saturday Evenig Post, y al leer se identifica con los personajes”. Es bueno hacer distinciones. Claro que los arribistas que presenta Balzac, en sus novelas, o esa adultera incomparable de Madame Bovary, poseen pinceladas especiales muy por encima a los arribistas y adulteras que uno ha padecido en la vida ordinaria. No sé, pero en verdad hay personajes de novelas inolvidables; en cambio en la vida hay personas, que aunque hayan cruzado el campo de visión de nuestra existencia, son menos reales, tienen menos humanidad, menos carnadura poética y de los cuales con facilidad se olvidan y nunca más existe la necesidad de tomarse la molestia en recordarlas. No obstante hay personajes que siempre resuenan en nuestra alma.

Para censores e inquisidores los libros no sólo reflejan la vida, sino que de alguna manera son responsables de trastocar la vida, la historia, el destino e incluso la realidad gris y obstinada donde nos movemos a diario. Don Quijote quiso llevar a la práctica lo leído en los libros, para darle un viraje a la realidad sin magia que le tocó en suerte y todo el mundo sabe como terminó la osadía del caballero de la triste figura.

Pero dejemos a Don Quijote y volvamos al mundo real. Hace poco en los Estados Unidos se ha desatado una oleada de censura contra los libros de Harry Potter. En algunas escuelas han sido prohibidos y en una que otra localidad han osado quemar el libro. Los argumentos para semejante salvajada son más bien insólitos. Aducen que los libros no son más que manuales de magia y brujería. Que la marca en forma de s en la frente de Harry lo conecta con el mundo perverso de Hitler y su policía política llamada SS. Una de las fieles lectoras de Potter, con apenas nueve años, coincidiendo por casualidad con Nabokov afirmó: “Mis amigos y yo sabemos que los libros de Harry Potter son historias irreales, son sólo historias de ficción entretenidas y emocionantes; nada es verdad y son sólo eso: historias de ficción”.

La autora J.K. Rowling dista bastante de ser una bruja siniestra. Divorciada y con una hija la vida se le convirtió en un laberinto de estrecheces económicas y para salir a flote tuvo que dar clases de inglés. Decide escribir el libro para sacudirse la depresión. Con lo justo para tomarse un café deambula por una que otra cafetería escribiendo el primer libro de Harry. Sus antecedentes bibliográficos inmediatos son los libros de Tolkien. Luego de terminar el libro escribe varias copias a mano, ya que no tiene el dinero necesario para fotocopiarlo. Va de editorial en editorial hasta que en el año 1997, Bloomsbury lo compra en la Feria del Libro de Bolonia. El libro ha puesto a leer a niños, jóvenes y viejos por igual.

El culto y temor por los libros se inicia, por paradójico que resulte, en los albores de la Edad Media y la enseñanza en monasterios de artes liberales. Para la antigüedad, hay un texto de Borges que ahonda sobre este aspecto, tenía más valor la palabra oral que la escrita. Ese axioma de Clemente de Alejandría podría ser el sello de ese recelo a los libros: “Lo más prudente es no escribir sino aprender y enseñar de viva voz, porque lo escrito queda”.

Este temor por los libros y la palabra escrita fue disipándose en la Edad Media con la creación de las Universidades y las bibliotecas. Ernets Robert Curtis escribió que «el empleo de la escritura y del libro en el lenguaje metafórico se encuentra en todas las épocas de la literatura universal…” El libro se tuvo por bastante tiempo como un medio para la perfección del espíritu. Para Shakespeare el libro tiene un valor menos rotundo y envarado. A la sazón Curtis escribe: “Shakespeare no concibe la escritura ni el libro como un contenido vital, como atmósfera, como representante simbólico del conocimiento y de la sabiduría; para sus metáforas del libro acude al estilo retórico de la poesía contemporánea y la transforma en múltiple y variadísimo juego de ideas…”

Con el afianzamiento feroz del cristianismo como nueva concepción de Dios y el mundo la Biblia pasa a convertirse en un libro sagrado; centro de la verdad y columna vertebral de la inspiración divina. Los otros libros, considerados profanos, ya no tienen interés alguno. Gerard-Georges Lemaire acota: “Durante la Alta Edad Media, la enseñanza monacal se encaminó a la abolición de las artes liberales, y en el siglo VI se prohibió la lectura de textos profanos tanto a os neófitos como a los clérigos.” El Santo Oficio de la Inquisición en 1558 crea el Index Librorum Prohibitorum, una guía exhaustiva de los libros tachados de nocivos y contrarios a los preceptos eclesiásticos. El fanatismo clerical comenzó tímidamente quemando libros y objetos (en la actualidad la histórica pira propiciada por Savonarola en Florencia, llamada “la hoguera de las vanidades”, sirve de alimento para los turistas) y luego, sin el menor asomo de humanidad, pasaría a quemar los cuerpos en una empresa policial modelo a futuro.

El 10 de marzo de 1933 los nazis realizaron unos de los auto de fe más emblemáticos de la historia. Más de veinte mil libros amontonados en varias montañas fueron sometidos al fuego, bajo la mirada vigilante de los bomberos para evitar cualquier accidente. En la dictadura de Augusto Pinochet la cesura y quema de libros se hizo con una eficacia sistemática de relojería. En Afganistán los Talibanes no sólo destruyeron obras de arte monumentales, sino que destruyeron todos los libros que cayeron en sus funestas manos. En el País Vasco, la librería “Lagun” tiene récord de haber sido una de las más bombardeadas por ETA.

En el prólogo de su libro “Cómo leer y por qué”, Harold Bloom escribe: “Leemos a Shakespeare, Dante, Chaucer, Cervantes, Dickens, y todos sus pares porque amplían la vida, y mucho más”. Los libros de alguna manera ensanchan nuestra existencia, expanden nuestra visión del mundo y sobre todo nos enseñan las posibilidades de la imaginación y la memoria.

Los libros siempre serán objetos peligrosos para ciertas mentes estrechas y triviales/tribales. No obstante el lector es el mejor aliado del libro y de los autores o como lo ha escrito Nabokov: “Es él, el buen lector, el lector excelente, el que una y otra vez ha salvado al artista de su destrucción a manos de emperadores, dictadores, sacerdotes, puritanos, filisteos, moralistas, políticos, policías, administradores de correo y mojigatos”.

 

 

ENCUENTROS CON LA CENSURA

Carlos Yusti

La iniciación a la lectura tiene varias etapas. En mi caso comenzó por las comiquitas de los diarios, las novelitas vaqueras, luego las policiacas y al final del túnel estaba esa luz impecable, lúcida y límpida de los clásicos. Sthendal fue el primer autor de fuelle que leí con deleite. Luego cuando mis hormonas despertaron mi curiosidad mi atención se centró en determinados libros marcados como prohibidos. El Decamerón y las novelas del Marqués de Sade me proporcionaron esa otra dimensión de la literatura que se extralimita, que pisa la grama de los prejuicios y dogmas preestablecidos por el poder eclesiástico o político.

La censura tiene variadas aristas y muchas veces se vale del guirigay leguyerico para asestar sus golpes. Escribir es siempre exponerse, es quedar al descubierto y ser presa de la censura y demás florituras recalcitrantes de ciertos personajillos del poder político (o de la casa cural de la parroquia) que buscan por todos los medios que la escritura sea incolora, indolora y carente de faltas y erratas políticas.

Mis encuentros con la censura tienen menos de tragedia y más de teatro de equivocaciones cómicas. Cuando cruzaba en bicicleta mis 16 años edité con otros amigos (“Animales Krakers” se llamaba el grupo) una revista con pretensiones literarias (tenía más pretensión que literatura por supuesto), pero que en el fondo sólo buscaba pasarse de la raya. Su estilo escatológico y bilioso fue su marca de fábrica.

La revista era una burla a todas esas revistas literarias modosas y telarañosas que cuidaban con esmero la ortografía y el estilo literario en pedante y que, como era lógico, jamás publicarían nuestros textos primerizos. La revista tenía ese tufo de pared de baño público: dibujos, groserías, poemas. Rimas jocosas y aforismos veloces impregnaban sus páginas e incluso a los 500 ejemplares del segundo número en una de sus páginas, que tenía el dibujo de una mujer desnuda, le encolamos pelos reales obtenidos en una peluquería. La crítica tardó, pero llegó como un dardo y se publicó en un periódico: “La publicación recoge relatos, poemas, artículos de opinión de sus integrantes y colaboradores y, del comienzo al fin, una muy abundante porción de penes, senos, vaginas “adornadas” con pelos no sabemos de qué procedencia al lado de otras muchas menudencias. (…) Con los “Krakers”, con sus ideas, decimos (y con quienes andan en la misma onda dentro o fuera de “Krakers”) que el arte y la literatura siguen amenazados con estancarse”.

Quisimos responder, exponer nuestros argumentos, pero no hubo manera y entonces comprendí lo escrito por Voltaire que la peor desdicha para el escritor es ser juzgados por necios. Además, los necios a veces van lejos: “Sobre todo cuando el fanatismo se une a la mediocridad, y a la mediocridad el espíritu de venganza”. Lo cierto del caso es que quienes firmaron ese texto contra los Krakers siguen en sus hazañas de censuras y como sapos cooperantes del régimen de turno.  

En otra oportunidad escribí en un periódico un artículo titulado “mujeres”, en el cual alababa el espíritu creativo de algunas mujeres, pero en algún aparte del texto incluí la frase de un amigo que me dijo que algunas mujeres nunca superaban la etapa de Harpía. Esto ofendió a un grupo de damas. A los pocos días me telefonearon del periódico que habían respondido a mi escrito, pero el diario no quería publicarlo por considerarlo bastante ofensivo. Me opuse, si algunas mujeres se sintieron afectadas en su dignidad era lógico que me pusieran en su sitio. El artículo se publicó y resultó un cactus espinoso, vengativo e insultante en el cual me llamaron chulo, homosexual y que mis pinturas debían quemarlas y a mi darme veneno.

Considerarse ofendido (o ultrajado en la dignidad) parece ser el motor que desata la censura intolerante contra el otro, además es cuestión de óptica. J. M Coetzee explica que una de las consignas del Congreso Panafricanista en los años 90 fue: “Un colono, una bala”. Coetzee escribe: “Los blancos señalaban la amenaza a sus vidas que contenía la palabra “bala”, pero, según creo, era “colono” lo que suscitaba una perturbación más profunda”.

Hoy los ofensores se han atrincherado en los periódicos y en el Internet. Los ofendidos por lo general son los políticos de saldo y oportunidad que padecemos y todas esas vacas sagradas que exhiben la dignidad como medallas sin considerar que la dignidad es una ficción por aquello escrito por Coetzee: “La ficción de la dignidad contribuye a definir la condición humana, y la condición humana contribuye a definir los derechos humanos. De este modo, hay un sentido real en el cual una afrenta a nuestra dignidad ataca nuestros derechos. Con todo, cuando, indignados por dicha afrenta, apelamos a nuestros derechos y exigimos reparación, haríamos bien en recordar lo insustancial que es la dignidad en que se basan esos derechos. Si olvidamos de dónde procede nuestra dignidad, podemos caer en una postura tan cómica como la del censor enfurecido”.

Todos tenemos dentro un censor muy bien guardado, pero quienes detentan cargos públicos son susceptibles a que ese censor aflore con rapidez más por estupidez que por algún parámetro mínimo de inteligencia. Detrás de un censor, o de quienes se prestan para hacerla de comisarios del silencio, se oculta un ciudadano, la mayoría de las veces, que guarda con celo en su escaparate particular sus vilezas, mientras su rostro de ciudadano ejemplar ocupa la escena pública.

Mientras los censores de todo pelaje afinan sus garras y se amparan en las leyes, el escritor, el periodista y el bloguero se las ingenia para seguir escribiendo todo aquello que saca de sus casillas a la administración.

 

Encerrarse con la censura



 

Carlos YUSTI

 

“La censura perdona a los cuervos y se ensaña con las palomas.”

Juvenal

 

La censura en nuestros días no ha desaparecido del todo y mas bien ha sutilizado sus mecanismos para seguir silenciando lo inconveniente, lo que puede ser desfavorable a la administración ejecutiva del poder, sea político, religioso o burocrático. Tiene renovados métodos y se traspapela con nuevos nombres como corrección política, derechos de las minorías, etc. En algunas ocasiones se ampara en la ley para crear gráciles dispositivos legales y todos felices.


La habitación de los libros prohibidos.


En nuestro país (Venezuela) estuvo vigente la Ley sobre Vagos y Maleantes. La misma regulaba a los individuos etiquetados en las categorías de “vagos y maleantes”, a los cuales consideraba individuos peligrosos y en tal sentido eran detenidos sin proceso alguno. En dicho grupo entraban aquellas personas sin oficio conocido, las no afectas al gobierno de turno y todo aquel que resultara incomodo a la administración. Esta ley fue derogada, pero se han implementado nuevos mecanismos para silenciar la protesta en cualquier escenario. Ya no censuran periódicos, ni detienen a sus directores sencillamente le niegan la publicidad gubernamental o el papel para imprimir los diarios. Al que escriba algo inconveniente (o salga a la calle a protestar) le pueden aplicar traición a la patria, incitación al odio.

Alicia Francis (Barcelona, 1967) es una de esas artistas que busca en el arte sus posibilidades trasgresoras, su incidencia en el día a día a través de objetos artísticos anticonvencionales para subrayar su reflexión del mundo, con sus vaivenes, desde su experiencia vital con la cotidianidad entrampada en los objetos comunes, en el caso que nos ocupa serían los libros. No sin razón ha dicho en una entrevista: “El arte es el único reducto de libertad que nos queda”. Quizá sea más bien la última trinchera para darle una vía de escape a la creatividad y la desazón.  El arte como una manera enfática de esquivar la censura.

Una obra de Alicia Francis, que puede sintonizarse como referencia contra la censura, es sin duda La Habitación de los libros prohibidos, la cual forma parte de la serie “Habitaciones Prohibidas”, un conjunto de habitaciones para usos específicos. Así están La habitación del grito, del olvido, etc.

Con estas habitaciones Francis visualiza su preocupación por ese espacio privado, e incluso personal, que está a la vista pública. Reinventar el espacio como una manera de imaginar, de dar rienda suelta a esos temores que de alguna manera encierran a los individuos. Cada habitación se concibe, en algunos casos, desde la interacción con el público o desde la crítica.

Por ejemplo, La Habitación del olvido (2013), es un gran cubo trasparente llena de una sustancia blanca, algo así como harina y que es Metyrapone, un medicamento cuyo valor terapéutico permite al paciente olvidar episodios traumáticos ya que incide sobre los niveles de cortisol para reducir la capacidad del recuerdo. Este olvidar es una manera de escapar de eso que daña y causa dolor.


La habitación del olvido.

En La habitación del grito (2012-2013), el espectador puede acceder a un cubículo aislado del ruido externo y que permite al público gritar y activar, a través de un mecanismo electrónico, una impresora 3D, la cual convertirá el grito en una pequeña figura tridimensional.



La habitación del grito.

En la obra La Habitación de los libros prohibidos el público asistente puede entrar a un espacio acogedor y bastante cómodo.  Sus paredes están tapizadas con estantes y libros. Es un espacio que invita a la lectura. La pequeña habitación de madera contiene 189 libros, que el espectador puede hojear, leer si le apetece. La única particularidad es que los libros de esta peculiar sala de lectura tienen todas las portadas iguales (de color gris) y en ellas está impreso brevemente la historia de censura a la que cada libro fue sometido en su momento.

Entre algunos de los libros (y autores que encontrará el espectador) se encuentran Franz Kafka y La metamorfosis que los Nazis arrojaron a las llamas; Los Versos Satánicos de Salman Rushdie, considerado un libro blasfemo y por la que su autor tuvo que esconderse protegido por guardaespaldas. No podía faltar Henry Miller, ni el Ulises de James Joyce, considerado un libro degradante y obsceno con juicio incluido a sus editores. Infaltable elCándido de Voltaire; los escritos de Giordano Bruno; Lolita, de Vladimir Nabokov, libro libidinoso y que fue considerado una expresa apología a la pedofilia y al incesto. También está un libro soso de brujos, magos, varitas mágicas y nada original como Harry Potter.

En una entrevista Alicia Francis ha explicado: “Más allá de permitir comprobar que muchas de las que ahora consideramos obras maestras fueron prohibidas en algún momento de la historia, la instalación es un pretexto para iniciar el diálogo. Lo verdaderamente importante es lo que pasa entre la gente dentro de la habitación”.

Esta obra de Francis permite encerrarse con la intolerancia, el fanatismo y sobre todo con la censura. Las habitaciones concebidas por Francis me traen a la memoria esa habitación hecha de palabras de Virginia Woolf, “Una habitación propia”. Libro que recopila una serie de conferencias sobre la mujer y la novela dictadas por la escritora en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton. Woolf escribe: “Nunca podría cumplir con lo que, tengo entendido, es el deber primordial de un conferenciante: entregarles tras un discurso de una hora una pepita de verdad pura para que la guarden entre las hojas de sus cuadernos de apuntes y la conserven para siempre en la repisa de la chimenea. Cuanto podía ofrecerles era una opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto, como ven, deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela”. Por supuesto de lo que escribe la escritora inglesa es de esa dificultad que tiene la mujer para ejercer de autora de novelas en una sociedad atiborrada de prejuicios e hipocresías que ejerce la censura desde las costumbres sociales. En el trasfondo de sus conferencias late escondido ese perro guardián de esa censura otra que sojuzga y somete e incluso invisibiliza a la mujer.

El escritor Günter Grass escribió algo bastante pertinente: “La literatura universal no es el producto de santos. Amenazada en todo momento por la censura, hemos entregado a ésta, sin embargo y con frecuencia, el campo, y la mayoría de las veces a la ligera, ya fuera por sutilezas, ya fuera por amor al ego. Tampoco estamos llamados a ser mártires, a pesar de que a la sociedad le gusta mucho el apropiarse a posteriori, como mártires, de los escritores perseguidos”.

En La Habitación de los libros prohibidos el espectador puede encerrarse con la censura, sopesar sus endebles preceptos y sus fobias para con el otro, sobre lo que piensa o escribe. Puede ver en esos los libros tachados como impropios un espejo que refleja esos los oscuro pasadizos del espíritu humano, de su obsesivo afán de amoldar el mundo a sus temores y cegueras más paranoicas.


lunes, 27 de mayo de 2024

 Eso de pintar



Pintar, no paredes se entiende, nunca fue uno de mis proyectos. Además, poseía frustrantes antecedentes. Bosquejaba los dibujos escolares, con más esmero que talento, pero mi hermana mayor Mirian les agregaba el color, debido a mi pésima manera de utilizarlos. Sin contar, que envidiaba a un condiscípulo de mi salón de clases llamado Paco, olvidé su nombre, cuyos dibujos eran de formidable virtuosismo al momento de dibujar rostros (o paisajes). Paco trazaba los contornos del dibujo con diestra sutileza y el difuminado de los colores era de precisa belleza.  Mis dibujos, por el contrario, seguían senderos irregulares donde se percibía más pasión y menos precisión con los detalles.

En el bachillerato no fue mejor. En la clase de artística debíamos pintar un lienzo. Muchos de mis compañeros pagaron, o buscaron a terceros, para que les hicieran los cuadros, consistentes en paisajes luminosos y bodegones. Yo pinté un castillo y en una de sus torres un gran gorila parecía mirar al espectador. Pintado con marrones en distintos tonos, grises y negros resultaba algo sombrío. Era un cuadro, de regular tamaño, que salió de las entrañas de mi inspiración; el profesor fijó su mirada más en las entrañas y la nota fue en extremo baja. Las notas de mis deshonestos compañeros ya se sabe.

Muchos años después, y con diversas exposiciones a cuesta, volví a encontrar a Paco. Conversamos de asuntos rutinarios. Que se había casado, tenía dos niños y trabajaba en uno de esos cuerpos de investigaciones policiales. Elaboraba los retratos hablados de sospechosos y delincuentes. Esta vez no sentí ni una pizca de envidia.

Existen tenues diferencias en eso de escribir y pintar. Enfrentarse al lienzo en blanco es tan atemorizante como sentarte en el escritorio a la espera de una frase con cierta densidad. Conrad escribió que cada mañana se situaba con religiosidad en su mesa trabajo, pasaba sentado ocho horas, y todo lo que hacía era eso: permanecer sentado. Al final apenas lograba escribir tres frases y antes de incorporarse debía tachar algunas. Contenía su desesperación e impotencia para no despertar al niño y no alarmar a su mujer.

Juan Rulfo apenas escribió dos libros. Me gusta ese breve cuento de Monterroso titulado Fecundidad: “Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea”. La producción de muchos pintores que conozco es siempre mayor que la de mis amigos escritores. En mi caso los dibujos y pinturas son más abundantes que mis textos escritos. Desconozco la razón.

En muchas ocasiones el artista lleva hasta los extremos su estilo. La Unesco en París encargó a Picasso un mural para decorar un vestíbulo. El artista español pintó "La caída de Ícaro", consistente en cuarenta paneles numerados, de ocho por diez metros. Representa el mito griego: Ícaro, el hijo de Dédalo se confecciona unas alas de cera, al volar cerca del sol estas se derriten y se precipita al mar. En el mural la escena central muestra a Ícaro cayendo en el mar, mientras que en primer plano el espectador puede ver a Dédalo erguido como mudo testigo de la tragedia.

En la obra de Picasso está su estilo cubista, en las cuales las figuras se representan desde lo geométrico, desfiguradas hasta la abstracción. El mural parece pintando por un niño de preescolar. Esto dio pie a comentarios burlones e incluso se insinuó que con dicho mural el espectador asistía al declive crepuscular del genio, al igual que Dédalo, veía otra tragedia más profunda.

Tanto en la escritura como en la pintura se trata de simplificar. El mejor ejemplo podría ser el de Samuel Beckett cuyos textos al final están despojados de toda farragosa fraseología. Es famoso ese cuento chino del emperador que hizo venir a su palacio al pintor más ilustre.  Especie de ermitaño quien vivía en las laderas de una montaña. El emperador le encargó un fresco, quería que en él se representaran dos dragones, uno azul y el otro amarillo, de cuya unión surge la armonía celeste. El pintor prometió realizar su mejor obra, pero puso sus condiciones: tiempo, víveres y suministros ilimitados. El artista regresó de nuevo a su hogar. Durante los meses siguientes, las caravanas acarrearon todo lo pedido por el pintor. Transcurrido un año, y el artista todavía estaba en su retiro. El emperador se encolerizaba cada vez que pasaba ante el muro vacío. Envió un mensaje al pintor, conminándolo a que terminara su trabajo lo antes posible. El artista le hizo llegar una carta en la cual solicitaba, con todas las fórmulas de cortesía al uso, más plazo y material complementario. El emperador aceptó. Tres años después el pintor, a quien el emperador ya había olvidado, reapareció. El artista pintó el fresco. El emperador acudió para admirar esa obra maestra tan esperada. Descubrió estupefacto dos especies de zigzags toscamente esbozados, el uno azul y el otro amarillo. ¡Semejaban vagamente dos caligrafías! ¡De los dragones ni rastro! El emperador estalló en furia y ordenó que encarcelaran al pintor. El emperador hizo instalar su cama frente al mural; quería contemplar la obra maestra mientras se dormía. Esa noche un sueño lo perturbó: dos rayos, semejantes a dragones, el uno azul y el otro amarillo se enfrentaban, se entrelazaban y se dibujan en el espacio como dos líneas apenas. A la mañana siguiente, el emperador hizo salir al pintor de su calabozo, quería que le explicara su visión nocturna. El viejo artista sonrió y contestó que la respuesta se encontraba en su casa. Tras cabalgar largo tiempo hasta la montaña y escalar un sendero que serpenteaba a través de un precipicio, el pintor hizo entrar al emperador en su casa, especie de cueva desprovista de lujos. El pintor encendió una antorcha y condujo al emperador en la oscuridad. Sobre las paredes estaban pintados unos dragones azules y amarillos como los que el emperador tanto había esperado, con los detalles más realistas, las escamas resplandecientes, las garras aceradas, pero a medida que la antorcha se adentraba en la oscuridad, iluminaba imágenes cada vez más depuradas para convertirse en simples líneas de fuerza. Al final no quedó más que la esencia vibrante de los dragones, las energías primordiales representadas con los mismos trazos de colores que los pintados en el mural. Entonces el emperador tomó las manos del viejo pintor y se sintió maravillado de ver los pasos de la creación artística y su inigualable misterio.

Esa misma decepción que embargó al emperador de seguro fue la misma de quienes asistieron a la presentación pública del mural de Picasso.

Decidí pintar debido a que quería escribir sobre determinados pintores y en tal sentido necesitaba conocer ese proceso previo para enfrentar el lienzo en blanco, conocer los materiales, saber las posibilidades mágicas del color. Quería conocer si para pintar era necesario estar inspirado, saber sobre el dramatismo de usar un color y no otro, de anular la figura y llegar a lo abstracto para suprimir el horror de la realidad.

La tan manoseada «Inspiración» se escapa como una anguila gelatinosa entre los dedos (aquí dibujo con palabras), no es sencillo definirla, ni tampoco sabría argumentar si algunos amigos artistas han sentido su eléctrica presencia. Entre poetas parece estar más como un latido, especie de fogonazo momentáneo. En muchos malos poetas que conozco hay gran cantidad de poesía interior, incluso algunos convierten su vida en su mejor poema, pero en el papel ni rastro alguno de poesía genuina, si acaso paparruchas con intenciones poéticas.  

En cambio, entre los novelistas es un trabajo riguroso con las palabras y la inspiración va o viene según el ánimo del escritor. Flaubert fue un ejemplo de un escritor que luchó a brazo partido en la construcción de la frase perfecta. Convirtió ese esfuerzo de escribir/corregir es una agonía de trabajo incesante. No es casual que Barthes escriba: “…en Flaubert la dimensión de este esfuerzo representa otra cosa; el trabajo del estilo es en él un sufrimiento indecible (a pesar de haberlo dicho a menudo), casi expiatorio, al que no le reconocía ninguna compensación de orden mágico (es decir, aleatoria) como podría serlo en muchos otros escritores el sentimiento de la inspiración: el estilo, para Flaubert, es el dolor absoluto, el dolor infinito, el dolor inútil”.

En eso de pintar, y lo digo desde mi experiencia, más que sacudido por la inspiración tengo como rachas. En una oportunidad un amigo me obsequió como cuarenta cartulinas de gran tamaño y buena calidad. Las pinté todos en un lapso de un mes. Con el trabajo terminado vino un negociante al apartamento con intención de comprarme algunos cuadros y de hacerme un encargo para pintar un cuadro de cuatro metros de largo por un metro y medio de ancho. No sin antes preguntar a cuanto vendía el metro de cuadro pintado. Le expliqué que el asunto era más complejo. Acordamos un precio y él trajo el lienzo con las medidas. Hice algunos bocetos. Todos le gustaban, pero quiso consultarlo con su esposa. Pinté el cuadro en el pasillo del edificio en tres mañanas. El hombre satisfecho ni siquiera dejó que le embalara la tela.

Conocidos y amigos se sorprenden cuando descubren que pinto; sin embargo, yo me sorprendo que escriba. Y aquí estoy; a la espera de ese trance de escribir mi caída de Ícaro.

 


viernes, 3 de mayo de 2024

 

Tom Ripley está de regreso


Carlos YUSTI






Uno de los muchos títulos provisionales que tuvo en principio la novela El talento de Mr. Ripley fue A Month of Sundays. Patricia Highsmith dijo en una ocasión que la idea le surgió de mirar a un hombre que caminaba solitario por la playa. En su rostro había cierta desolada desesperación, algo oscuro. “Yo quería conocer a ese hombre, descubrir los entretelones de su alma, y enseguida me fui al cuarto de hotel y comencé a escribir”.

Muchas novelas tienen como personaje principal a un arribista sin escrúpulos. Son personajes amorales que hacen lo necesario para lograr sus objetivos. La novela de Stendhal Rojo y negro tiene a Julien Sorel, quien asciende en sociedad vampirizando a sus amantes: madame Louise de Rênal, madura aristócrata provinciana, y Mathilde, joven hija del marqués de La Mole, adinerado parisino a quien Sorel sirve como secretario. La novela Una tragedia americana, de Theodore Dreiser, inspirada en un hecho real, narra la historia de Clyde Griffiths, un hombre sin carácter, irresoluto, algo psicópata y criado con muchas estrecheces, quien asesina a su novia embarazada, de la que se avergüenza, para casarse con una mujer que puede abrirle las puertas del bienestar material y de una buena posición social. Otra novela que traza el retrato de un advenedizo es Washington Square, de Henry James. Una chica poca agraciada, con un padre adinerado y déspota, es pretendida por el joven Morris Townsend, especie de galán de telenovela que sin consideración alguna la pretende sólo por su fortuna. Todos arribistas, pero el que se lleva los laureles es sin duda Tom Ripley. La novela El talento de Mr. Ripley retrata la vida de un estafador subalterno al que un tal señor Greenleaf, especie de millonario americano, lo contacta y le pide que intente convencer a su hijo Dickie para que vuelva a casa, y que por dicha gestión pagará todos los gastos e incluso un salario. Por su parte, el hijo díscolo, Dickie, vive en Italia, en una especie de ocioso turismo artístico, intentando convertirse en pintor a pesar de carecer de talento. Tom acepta el trabajo y de paso así escapa de posibles inconvenientes policiales. Consigue a Dickie y a su amiga Marge Sherwood, con quienes establece una tensa relación que se precipita hacia el crimen y el engaño.

Hay varias películas sobre las andanzas delictivas y sombrías de Ripley. Un canal de streaming trae de vuelta al icónico personaje de Patricia Highsmith, en paquete de miniserie con el simple título de Ripley. Escrita, dirigida y producida por Steven Zaillian.

Esta nueva versión, basada en el libro El talento de Mr. Ripley, viene con características y variaciones que buscan resaltar lo retorcido de la historia desde una visión estética. Filmada en blanco y negro, juega con las luces, enlazadas con las sombras, como un homenaje a esas películas clásicas policiales. En lo personal me trae a la memoria la película Sed de mal, de Orson Welles. Un policial extravagante, también en blanco y negro, donde las luces o las sombras subrayan la ambigüedad del bien y el mal a través de una historia cruda de poder y corrupción.

Otro aspecto de esta versión de Zaillian tiene que ver con la destilación lenta de Tom Ripley, con su compleja red de mentiras, suplantación de identidad y asesinatos, demostrando ese talento impecable, como de mago escapista, que tiene para salir librado de cualquier dificultad. Zaillian se toma muchas libertades con respecto al libro. Al parecer orientadas a crear esa atmósfera donde Tom Ripley, de alguna manera menos lineal, también es un artista con su innegable dosis de sicopatía.

Los guionistas cuando adaptan un libro se enfrentan a ciertos problemas. Un libro al pasar por el tamiz del cine sufre simplificaciones drásticas. En ocasiones algunas películas, basadas en libros, se convierten en obras autónomas (o distintas), y ocurre que a veces la película es mejor que el libro o viceversa. Alfred Hitchcock recuerda que durante un viaje compró un librito de quiosco para pasar el rato. El libro era malo, estaba torpemente escrito, pero le impresionó que sin esperarlo ocurre un asesinato. La novela no era otra que Psicosis, de Robert Bloch.

Muchas veces el guionista por respeto trata de ser lo más fiel posible al libro, pero a la hora de hacer una película muchas manos intervienen. El guionista y escritor William Goldman escribió el guion literario de Misery, novela de Stephen King. Como lector del libro le sorprendió esa parte donde la desquiciada admiradora le amputa los pies al escritor. Goldman escribió la escena con todo el horror del caso. El director y productor Rob Reiner la reescribió y esta vez la mujer le rompe los tobillos. Goldman protestó, pero Rainer filmó la escena reescrita. El guionista tuvo que admitir: “La gente vivió a fondo la escena y odió a la protagonista, pero le encantó la película (…). Yo me equivocaba. Estás convencido de que tienes razón. Nadie sabe en realidad qué funcionará (…)”.

El escritor de guiones vive en ese limbo de ansiedad buscando una idea, un libro que funcione para el cine. La inspiración se encuentra en los sitios menos esperados. El propio Zaillian relata cómo surgió la inspiración para escribir el guion de Buscando a Bobby Fischer. El productor Scott Rudin le había dado un montón de artículos, recortes de prensa, libros e ideas que le interesaban. Enterrado en dicha pila de papeles había un librito escrito por el padre de un niño, o como el propio Zaillian cuenta:

“Fue la fotografía de la cubierta lo que de verdad me llamó la atención: era un niño estudiando una posición de ajedrez sobre un tablero. Sólo tenía siete años, pero su aspecto era muy serio y adulto. La imagen hizo que me planteara varias preguntas. ¿Por qué estaba ese niño haciendo cosas de adultos? ¿A qué tipo de presiones lo somete esa situación? Como suele suceder en estos casos, me vi arrastrado a un mundo específico, en este caso el ajedrez, en el que se desarrolla la historia, y hacia un personaje muy fuerte dentro de ese mundo”.

Todo esto viene a colación debido a que este Ripley de Zaillian crea una obra particular a partir del libro de Highsmith y la excusa del hijo del millonario Dickie, que quiere ser pintor, le sirve para incorporar en paralelo y de manera breve (como entre líneas) la historia del pintor Caravaggio, también asesino, pero cuyo talento como pintor rayaba en la genialidad. Un pintor autodidacta, impulsivo, belicoso, amante del submundo de las tabernas y las prostitutas, cuya vida fue un carnaval de luz y sombra. No es casual lo escrito por Andrew Graham-Dixon:

“El arte de Caravaggio se compone de oscuridad y de luz. Sus pinturas presentan momentos decisivos de una experiencia humana extremada y con frecuencia dolorosa. Un hombre es decapitado en su dormitorio y del profundo corte en el cuello salta un chorro de sangre. Un hombre es asesinado en el altar de una iglesia. A una mujer le disparan una flecha en el estómago a quemarropa. Las imágenes de Caravaggio detienen el tiempo, pero también parecen estar suspendidas al borde de su propia desaparición. Los rostros están iluminados. Los detalles surgen de la oscuridad con una claridad tan misteriosa que podrían ser alucinaciones. Sin embargo, siempre están cercados de sombras, profundidades de negrura que amenazan con hacerlos desaparecer. Contemplar estas pinturas es como mirar un mundo iluminado por relámpagos”.

Hay una escena de la miniserie en la que Tom Ripley está en la Iglesia de San Luis de los Franceses en Roma. Tom está frente a la capilla Contarelli, que está sumida en una silenciosa oscuridad. Introduce una moneda en una máquina y de pronto un gran tríptico se ilumina. Detrás de Tom un cura se detiene y le dice que todo está en la luz. La escena me recordó lo dicho por Krzysztof Piesiewicz, el guionista predilecto de Krzysztof Kieslowski:

“Una vez, estando en Roma, fui a ver un cuadro de Caravaggio en una iglesia que estaba a oscuras y tuve que introducir una moneda en una máquina para que se encendiera la luz. De repente, apareció el cuadro con su increíble juego de colores y me sentí como si estuviera en el cine. Creo que las películas modernas deberían ser como ese cuadro de Caravaggio, en el que aparentemente todo es realista pero que posee algunos detalles que le dan una dimensión misteriosa y espiritual”.


Prendimiento de Cristo de Caravaggio


Creo que el Ripley de Zaillian ha tratado de traducir en imágenes lo dicho por Piesiewicz. Además, en una oportunidad Patricia Highsmith escribió:

“Puedo pensar sólo en una ligera cercanía entre el criminal y el artista, desde que un escritor imaginativo es muy libre; tiene que olvidar su propia moral, su sentido moral personal, especialmente si escribe sobre criminales. Debe sentir que todo es posible (…). El asesinato para mí es algo misterioso. Creo que no lo comprendo del todo (…). Y ese es el motivo por el cual escribo tanto al respecto: estoy interesada en la culpa”.

En la miniserie Ripley está presente en Tom ese deseo de ser otro, esa avidez de cambiar de piel; de dejar atrás a ese pobre tipo con gustos bizarros, sin espiritualidad elevada y sin dinero. Highsmith lo dijo en una entrevista: “Tom Ripley no es nadie y por eso puede ser cualquiera. En ese sentido, es un impostor. Es alguien que se mete bajo la piel de otro, y por eso nos refleja un poco porque todos somos en cierta manera una máscara”.

Quizá sea por eso que Tom Ripley fascina y atemoriza en proporciones iguales. En su vida ficticia hay un cierto paralelismo con la vida real de Caravaggio que como genio y asesino fue condenado a muerte. Por esa razón estuvo huyendo, tratando de escapar de sus enemigos y de sí mismo, de sus demonios. Ocultándose en la luz y en la sombra. Intentando ser otro para no ser atrapado por la justicia. Se dice que Caravaggio al final de sus días estaba extenuado, hambriento, enfermo. Los biógrafos aseveran que murió en una playa solitaria víctima de la disentería, o que fue asesinado a manos de los muchos enemigos que fue cosechando a lo largo de su pendenciera vida. Unos días después de su muerte fue indultado por el papa Paulo V.

Tom Ripley, a diferencia de Caravaggio, escapa siempre. Su creadora no pudo escribir su final, pero aseguraba que Tom estaba perdiendo la razón. La muerte en una playa solitaria podría ser su destino más lógico. O quizás, en un sanatorio, fingiendo ser un hombre cuerdo.

Ripley es ese personaje que se mueve con pulso impávido por la oscuridad, por esos deseos horribles que están finamente enmascarados por una luz trágica. Esto lo hace un personaje actual que nos dice que el mal tiene muchas máscaras, que adopta muchos ropajes y que la vida tiene la luz necesaria para combatir esa oscuridad que intenta, por todos los medios, imponerse y controlarnos.

sábado, 3 de febrero de 2024

La sutileza de la brevedad 


Carlos Yusti (a propósito del libro De lo breve de Maruja Granadillo) 

 


    En un ensayo de Octavio Paz sobre el haikú (Los signos en rotación y otros ensayos,
Alianza, Madrid 1971.) expone esa fascinación hacia la estética japonesa, tanto en la literatura como en sus costumbres y su arte. Paz distingue como dos periodos de esta singular fascinación de occidente por el Japón y en tal sentido escribe: “El primer periodo fue ante todo estético; el encuentro entre la sensibilidad occidental y el arte japonés produjo varias obras notables, lo mismo en la esfera de la pintura - el ejemplo mayor es el impresionismo - que en la del lenguaje: Yeats, Pound, Claudel, Eluard. En el segundo periodo la tonalidad ha sido menos estética y más espiritual o moral; quiero decir: no sólo nos apasionan las formas artísticas japonesas sino las corrientes religiosas, filosóficas o intelectuales de que son expresión, en especial el budismo”. 
   
    Uno puede coincidir con Paz cuando afirma que Japón antes de ser una escuela de doctrinas religiosas o filosóficas es más bien una sensibilidad, una tenue vibración espiritual que busca tocar todos los sentidos.     
   Esa forma poética breve denominada haikú es sin duda un chispazo intenso, pero lacónico, que busca impactar los sentidos. El libro De lo breve (Editado por Fundación Grupo Valdés, Bogotá, año 2020), de Maruja Granadillo asume el haikú desde esa exploración de lo visual. Es una mirada que explora los senderos de la interioridad, el paisaje acumulado desde la mirada. Es una peregrinación por el fragor de lo cotidiano que se vive desde adentro: 

II 
Dulces de pueblo
en un lugar sagrado 
también sus besos. 

 Maruja Granadillo se apega a la fórmula del Haikú, pero no llegó a esta expresión poética por azar, sino que fue un proceso que ha pasado por la práctica consuetudinaria de las artes marciales, a un poema de Bashõ impreso en un almanaque de supermercado y unas estampas del Ukiyo-e. Pero aparte de todas estas señales sueltas e inconexas, que llevan a Maruja Granadillo a escribir haikús, es ineludible subrayar su dedicación a la pintura. Por experiencia deduzco que como pintora andará en plan de búsqueda; siempre con esa inquietud acuciante que la impulsa a buscar nuevas formas expresivas. Indagación y escudriñamiento que sin duda permite a Maruja Granadillo a tener esos ineludibles destellos iluminatorios que le mostraran la dirección a seguir en esas cuestiones estéticas distintas. “Se le prendió el bombillo”, diría algún hijo de vecina, que, en una traducción menos bizarra sería algo como ese preciso instante de iluminación y volviendo a Octavio Paz, este escribe que “por su misma naturaleza el momento de iluminación es indecible. Como el taoísmo, a quien sin duda debe mucho, Zen es una «doctrina sin palabras». Para provocar dentro del discípulo el estado propicio a la iluminación, los maestros acuden a las paradojas, al absurdo, al contrasentido y, en suma, a todas aquellas formas que tienden a destruir nuestra lógica y la perspectiva normal y limitada de las cosas. Pero la destrucción de la lógica no tiene por objeto remitirnos al caos y al absurdo sino, a través de la experiencia de lo sin sentido, descubrir un nuevo sentido. Sólo que este sentido es incomunicable por las palabras”. 

 Toda suerte de hechos fortuitos llevó a Maruja Granadillo al haikú y como es lógico sus breves textos tienen ese sublime toque de lo exótico y de lo sutil: 

XII 

Alza en vuelo 
aroma de granadas 
entre los dedos 

  En el prólogo el poeta Pedro Suárez, quien también ha escrito algunos meritorios haikús, escribe: “De lo breve ve la luz en un siglo aún joven, globalizado pero roto como el cristal de un coche estrellado contra la pared de las naderías. Un siglo que te obliga a contar los caracteres para ensayar por igual el improperio y la caricia. Bastarda manera de oponerse al sutil halago de ajustar las sílabas que sirven al haikú para sanar y celebrar”. 
  Para la poesía nunca los tiempos son propicios. A veces nos faltan esos fogonazos de iluminación para deslastrarnos de tanta realidad maquillada y perdida en esa palabrería anodina y chatarra que se escribe en los muros de las redes sociales. El libro De lo breve tiene belleza, elegancia, pero sobre todo tenue labor de escritura; de esa escritura que se escribe con los dedos del corazón en el papel amarillento de los días. 
  Otro complemento insoslayable son las ilustraciones del libro. Pinturas y dibujos de pujante colorido y de trazos afincados de sensibilidad que reafirman la belleza de un libro escrito y que condesa la luz del mundo en pocas palabras.

XV

El arrecife 
Desgastado a golpes 
se desvanece 

 El haikú intenta darle sentido al mundo desde la palabra poética, busca fijar la vida como un tejido, como una red donde la vida del hombre está interconectada con la respiración vaporosa de la naturaleza. A veces ese hilo se rompe, pero un poema puede volver a unir lo roto, puede reelaborar ese tejido de nuevo para encontrar de alguna manera la ansiada armonía tan extraviada estos días.
 
XXVII 

Ni una mosca 
las aguas del invierno 
lavan las mieles