martes, 25 de octubre de 2016

2016: LA UNIVERSIDAD DE CARABOBO DESTRUYE SUS LIBROS




Pedro Téllez



Venimos de la Universidad de Carabobo y a la Universidad de Carabobo vamos, nunca hemos dejado de ser estudiantes, de pre o post grado, por eso nos duele escribir las líneas que siguen. En realidad, la Universidad no es una sino dos: Hay la universidad Dra. Jekyll y la universidad Sra. Hyde, (recordando a Stevenson). La Universidad de Carabobo Dra. Jekyll  organiza la FILUC: 17a Feria Internacional del libro. Universidad de Carabobo Sra. Hyde replica: “Bibliotecas en la mira (y con el dedo en el gatillo)”. Mitad Ariel, mitad Calibán.

En las recientes vacaciones de agosto se destruyó la totalidad de la biblioteca del Departamento de Salud Mental de la Universidad de Carabobo: mas de 10.000 valiosos libros reciclados como papel o algo peor, solo dejaron los esqueletos de una docena de estanterías metálicas: Ya no están los tomos de La enciclopedia Latinoamericana de Psiquiatría, ni clásicos de la fenomenología, primeras ediciones de Philippe Pinel del siglo de las luces, fundador de la psiquiatría, o los traducciones de Freud, Kraepelin, sus re fundadores; la tesis de grado en su original del médico y nuestro primer critico literario Jesús María Semprum, primeras ediciones de Sardio, y del Techo de la Ballena, libros  de Antonin Artaud dedicados a José Solanes. En fin: una maravillosa mezcla de psicología, sociología y literatura, una biblioteca que era cuatro bibliotecas, tirada a la basura.

Este crimen, cuyos autores intelectuales son las autoridades, ocurrió exactamente un mes antes de la 17ª Feria Internacional del libro cuyo tema central son las bibliotecas.

La Universidad de Carabobo  Dra. Jekyll publicó los ensayos de Fernando Báez. Empieza: “Los intelectuales han sido los más grandes enemigos de los libros”. Desde ya discrepamos.

En el caso de la “Universidad de Carabobo Sra. Hyde” ha sido producto  de la ignorancia, desidia, falta de universitas. No se debe a ningún mito apocalíptico o biblioclastia. Recordamos otros antecedentes: La extinta biblioteca “Boris Zerpa” de sociales de la Facultad de Educación, allí se botó entre otros la colección completa de los  ERANOS  yearbooks, desde los años treinta hasta los últimos números en los ochenta, (lo que no hizo la Segunda Guerra), también desapareció con todos sus volúmenes la biblioteca de geografía “Ramón Tovar” de la misma facultad con el pretexto de la mudanza; así en 2006 (el mismo año de edición de la Hoguera de los Intelectuales) se purgó de libros marxistas o sobre la Teoría de la Dependencia la biblioteca de la Facultad de ciencias económicas y sociales FACES, no por su contenido o herejía sino por viejos o con hongos. Nos quejamos de que no hay Biblioteca Central: está en el vacio dejado, donde hoy brillan por su ausencia los miles de libros desaparecidos en estos últimos diez años, década de la decadencia.  

Hay héroes tras los estantes, hombres y mujeres que crean bibliotecas, las hacen crecer y cuidan. Fue el caso de la biblioteca del Departamento de Salud Mental y se debió al esfuerzo de sus profesores. Lo privado se hizo público: Los libros del poeta y médico Rómulo Aranguibel que perteneció a Sardio fueron donados por sus hijos a través del Dr. Vicente Pontillo y el Dr. Efraín Sedek. Por eso llevó su nombre la Sala. La artista Rosalia Solanes entrega la biblioteca médica de su padre José Solanes, fundador del Departamento, así como los hijos del Dr. José Mata de Gregorio del Hospital Vargas lo hicieron con la suya. Manuel Matute de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría y último presidente de la celebre peña cultural la República del Este aportó ejemplares de gran valor histórico, por intermedio de los doctores Carlos Rojas Malpica y Néstor de la Portilla. Esto es importante: buena parte de los libros se trasladó de Caracas a Bárbula en reconocimiento a la trayectoria humanística de la Escuela de Valencia, que es como se conoce a la tradición carabobeña de los estudios psiquiátricos. Colaboraron también con sus propias publicaciones. La doctora Isabel Téllez se ocupó en sus últimos años de la clasificación. En los espacios de la biblioteca se escuchó charlar (oportunidad de oír a los que leemos), a Jean Garrabe, José María Poveda, Caupolican Ovalles, Adriano González León, Francisco Alonso Fernández, Sergio Villaseñor entre otros ilustres visitantes que elogiaron la calidad de la colección. Eso no fue en vano. No podrán quemar la impronta que deja el papel, la marca de agua de Henry James leído semana a semana en esa biblioteca, en los tiempos libres entre clase y clase, Los Papeles de Aspern, el Arte de la Novela, la Otra Vuelta de la Tuerca, La Lección del Maestro que cambiaron mi vida y me hicieron mejor médico. Tampoco podrán borrar la imagen de mi padre profesor leyendo como un estudiante mas, tomando notas  -lo veía sin que me viera-  en una de las mesas de la maravillosa Biblioteca del Departamento de Salud Mental.

A ellos gracias.

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