Pedro Téllez
Venimos
de la Universidad de Carabobo y a la Universidad de Carabobo vamos, nunca hemos
dejado de ser estudiantes, de pre o post grado, por eso nos duele escribir las
líneas que siguen. En realidad, la Universidad no es una sino dos: Hay la
universidad Dra. Jekyll y la universidad Sra. Hyde, (recordando a Stevenson).
La Universidad de Carabobo Dra. Jekyll
organiza la FILUC: 17a Feria Internacional del libro. Universidad de
Carabobo Sra. Hyde replica: “Bibliotecas en la mira (y con el dedo en el
gatillo)”. Mitad Ariel, mitad Calibán.
En
las recientes vacaciones de agosto se destruyó la totalidad de la biblioteca
del Departamento de Salud Mental de la Universidad de Carabobo: mas de 10.000
valiosos libros reciclados como papel o algo peor, solo dejaron los esqueletos
de una docena de estanterías metálicas: Ya no están los tomos de La
enciclopedia Latinoamericana de Psiquiatría, ni clásicos de la fenomenología,
primeras ediciones de Philippe Pinel del siglo de las luces, fundador de la
psiquiatría, o los traducciones de Freud, Kraepelin, sus re fundadores; la
tesis de grado en su original del médico y nuestro primer critico literario
Jesús María Semprum, primeras ediciones de Sardio, y del Techo de la Ballena,
libros de Antonin Artaud dedicados a José
Solanes. En fin: una maravillosa mezcla de psicología, sociología y literatura,
una biblioteca que era cuatro bibliotecas, tirada a la basura.
Este
crimen, cuyos autores intelectuales son las autoridades, ocurrió exactamente un
mes antes de la 17ª Feria Internacional del libro cuyo tema central son las
bibliotecas.
La
Universidad de Carabobo Dra. Jekyll
publicó los ensayos de Fernando Báez. Empieza: “Los intelectuales han sido los
más grandes enemigos de los libros”. Desde ya discrepamos.
En
el caso de la “Universidad de Carabobo Sra. Hyde” ha sido producto de la ignorancia, desidia, falta de
universitas. No se debe a ningún mito apocalíptico o biblioclastia. Recordamos
otros antecedentes: La extinta biblioteca “Boris Zerpa” de sociales de la
Facultad de Educación, allí se botó entre otros la colección completa de
los ERANOS yearbooks, desde los años treinta hasta los
últimos números en los ochenta, (lo que no hizo la Segunda Guerra), también
desapareció con todos sus volúmenes la biblioteca de geografía “Ramón Tovar” de
la misma facultad con el pretexto de la mudanza; así en 2006 (el mismo año de
edición de la Hoguera de los Intelectuales) se purgó de libros marxistas o
sobre la Teoría de la Dependencia la biblioteca de la Facultad de ciencias
económicas y sociales FACES, no por su contenido o herejía sino por viejos o
con hongos. Nos quejamos de que no hay Biblioteca Central: está en el vacio
dejado, donde hoy brillan por su ausencia los miles de libros desaparecidos en
estos últimos diez años, década de la decadencia.
Hay
héroes tras los estantes, hombres y mujeres que crean bibliotecas, las hacen
crecer y cuidan. Fue el caso de la biblioteca del Departamento de Salud Mental
y se debió al esfuerzo de sus profesores. Lo privado se hizo público: Los
libros del poeta y médico Rómulo Aranguibel que perteneció a Sardio fueron
donados por sus hijos a través del Dr. Vicente Pontillo y el Dr. Efraín Sedek.
Por eso llevó su nombre la Sala. La artista Rosalia Solanes entrega la
biblioteca médica de su padre José Solanes, fundador del Departamento, así como
los hijos del Dr. José Mata de Gregorio del Hospital Vargas lo hicieron con la
suya. Manuel Matute de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría y último
presidente de la celebre peña cultural la República del Este aportó ejemplares de
gran valor histórico, por intermedio de los doctores Carlos Rojas Malpica y
Néstor de la Portilla. Esto es importante: buena parte de los libros se
trasladó de Caracas a Bárbula en reconocimiento a la trayectoria humanística de
la Escuela de Valencia, que es como se conoce a la tradición carabobeña de los
estudios psiquiátricos. Colaboraron también con sus propias publicaciones. La
doctora Isabel Téllez se ocupó en sus últimos años de la clasificación. En los
espacios de la biblioteca se escuchó charlar (oportunidad de oír a los que
leemos), a Jean Garrabe, José María Poveda, Caupolican Ovalles, Adriano
González León, Francisco Alonso Fernández, Sergio Villaseñor entre otros
ilustres visitantes que elogiaron la calidad de la colección. Eso no fue en vano.
No podrán quemar la impronta que deja el papel, la marca de agua de Henry James
leído semana a semana en esa biblioteca, en los tiempos libres entre clase y
clase, Los Papeles de Aspern, el Arte de la Novela, la Otra Vuelta de la
Tuerca, La Lección del Maestro que cambiaron mi vida y me hicieron mejor
médico. Tampoco podrán borrar la imagen de mi padre profesor leyendo como un
estudiante mas, tomando notas -lo veía
sin que me viera- en una de las mesas de
la maravillosa Biblioteca del Departamento de Salud Mental.
A
ellos gracias.