domingo, 26 de junio de 2016

Enrique Bernardo Núñez: El cronista que no pudo lavar carros



Richard MONTENEGRO
Hacer, hacer siempre será el mejor desquite y la más hermosa victoria.
EBN

Es típico hablar de la imponderable capacidad de olvido de la ciudad de Valencia y por esta razón aprovechamos este espacio para recordar que el 20 de mayo se conmemoró un año más del nacimiento del escritor valenciano Enrique Bernardo Núñez (Valencia; 20/5/1895 – Caracas; 1/10/1964). Su casa estuvo ubicada en la actual calle Montes de Oca cerca de la iglesia de San Francisco, ya desaparecida como tantas otras en Valencia. El hogar del escritor más universal que ha dado este burgo no corrió la misma suerte que el de Pocaterra, que fue recuperado por la alcaldía.
Enrique Bernardo Núñez visto por Yusti

Sus padres fueron Enrique Núñez Ovalles y María Isabel Rodríguez del Toro Martínez. Su tía abuela, Belén Martínez de Piñero, le enseña a leer y a escribir. Posteriormente ingresa al colegio Alemán, para luego pasar al colegio Requena donde funda un periódico llamado Areópago. En 1910 culmina su bachillerato y se traslada a Caracas. En la capital, rodeado de pobreza, va forjando su dominio sobre las letras. Se inscribe en la UCV para estudiar Medicina, y asiste como oyente a clases de Derecho. La falta de medios le hace abandonar los estudios en 1917. Al año siguiente publica su novela “Sol Interior” y en 1920 se casa con Cimodocea de las Mercedes Müller. En 1925 se traslada a Nueva Esparta invitado por el escritor Manuel Díaz Rodríguez, y es allí donde comienza la gestación de la novela que señalará su devenir en la literatura latinoamericana. En 1926 regresa a Caracas y no logra encontrar ubicación en los periódicos locales, y para mantener a su familia opta por tomar el empleo de lavador de carros siendo rechazado por falta de experiencia. En el año 27 gracias a Santiago Key Ayala comienza su carrera diplomática. Y en 1945 es nombrado cronista de Caracas.

Bernardo Núñez fue un escritor polifacético que se desempeñó como cuentista, novelista, ensayista, periodista, cronista e historiador, creando una obra de fina factura que le labró un lugar imperecedero en las letras nacionales y universales. Con su novela “Cubagua”, publicada en 1931 —al igual que “Las lanzas coloradas” de Arturo Úslar Pietri— de la que circularon sólo 60 ejemplares en Venezuela, inauguró una nueva narrativa hispanoamericana, el llamado “realismo mágico” y “Boom Latinoamericano”; pero como suele pasar a veces, en su propia tierra le negaron el reconocimiento debido. En 1931 la crítica venezolana saludó la aparición de esta obra con un solemne silencio.
Podríamos decir que Núñez fue signado con la marca de Caín de sus coterráneos, quizá debido a palabras como estas: “En Venezuela es peligroso pensar. Lo mejor es no pensar o no expresar los propios pensamientos”.

“En otros países no hay libertad de pensar, pero existe un pensamiento traducido en mil expresiones vivas. En la mayor parte de nuestros dirigentes no existe nada que se parezca a un pensamiento… ¿Cómo, pues, van a entender ninguna idea por humilde que sea, que implique un trabajo fecundo?”.
Qué vigentes suenan estas palabras en este 2016, plagado de largas filas de personas tratando de adquirir productos alimenticios básicos.

Valencia no le brindó nunca a Núñez los honores que por derecho le pertenecían. Una excepción fue la creación del Liceo que lleva su nombre en La Isabelica, el 19/08/1965. Un busto sin placa hace guardia en la plazoleta del periodista, ninguno de los vecinos sabe de quién se trata. Mientras, se le dedica una plaza enorme a Fabián de Jesús Díaz. Esta ciudad, desproporcionada e injusta en sus homenajes, entristece. La Academia de Historia y la Universidad de Carabobo deben de una vez por todas, tomar las acciones pertinentes para reivindicar el papel de este valenciano universal.
El 20 de Mayo es el día del cronista venezolano.
Richard Montenegro
Post scriptum
Solicitamos a la Alcaldía de Valencia y al Concejo Municipal que habiliten de una vez la Oficina del Cronista.

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