domingo, 12 de octubre de 2025
domingo, 20 de octubre de 2024
Los corazones solitarios de la literatura nacional
Muñeca de Reverón, Como estatuilla Juan Sánchez Peláez, Busto de Piar (Upata), José Gregrorio Hernández, La Corona de Miss Venezuela, Muñeco de Chávez, Cony Méndez,Una maraca índigena, Un cuatro, Un tambor Culo’epuya, Ana Enriqueta Terán (con flor en la boca), Teófilo Tortolero , Alejandro Oliveros, Reynaldo Pérez Só, Eugenio MontejoVillarroel París, Enrique Mujica(El gallo), Carlos Osorio, Adhely Rivero, Luis Alberto Angulo, Julio Garmendia, Elisa Lerner, José Napoleón Oropeza, Teresa de la Parra, Yolanda Pantín, Ramos Sucre, Arturo Uslar Pietri, Cabrujas, Isacc Pardo, Enrique Bernardo Nuñez, Milagro Haack, Ramón Palomares, Antonio Arraiz, J. M. Briceño Guerrrero, Laura Antillano, Luis Albrto Crespo, Enriqueta Arvelo Larriva, Roger Vilain, Néstor Rojas, Caupolican Ovalles, Andrés Eloy Blanco, Lyda Franco Farías, Victoria de Stefano, Orlando Oraujo, Eleonora Requena, Elezar León, Slavko Zupci, Pdro Suárez, Teresa Coraspe, Ana Rosa Angarita, Fidel Flores, Rafael Cadenas, Salvador Garmendia, Jose Balza, Sol Linares, Ana Teresa Torres, Rafael Bolívar Coronado, Francisco Arévalo, Fáver Paez, Miyó Vestrini, Hanni Ossot, Juan Liscano, Adriano Gonzáles León, Grabriel Jiménez Eman,Chevige Guayke, José Barroeta, Valera Mora (El Chino), Rómulo Gallegos, María Calcaño, Willian Osuna, Dyonisio Aymará, Aquiles Nazoa, Argenis Rodríguez, José Rafael Pocaterra, Miguel Otero Silva, Vicente Gerbasi, Juan Calzailla, Gustavo Pereira, Cristobal Ruiz y Santiago Key-Ayala.
La carátula del disco (en vinil) de el Sargento Pimienta de los Beatles ha sido utilizada hasta la saciedad y es ya un lugar común del diseño. Bueno, si se toma en cuenta que fue diseñada en ese tiempo en el que no se utilizaba el computador personal la carátula tiene su encanto y creatividad. Al parecer se utilizaron las figuras de cera de Madame Tussauds (la primera y segunda fila). Los otros invitados en la portada fueron fotografías ampliadas a tamaño natural y recortadas sobre soportes de cartón y madera. La esposa de Peter Blake, Jann Haworth, sirvió como primer asistente de diseño y muchas de sus opiniones fueron consideradas al momento de diseñar la escena. Cada foto fue coloreada a mano. Michael Cooper se encargó de la placa fotográfica final y para lograrla llevó a cabo diferentes versiones, con los Beatles distribuidos en distintos ángulos de la composición general. Mi amigo F… ha retomado la famosa carátula del disco, con menos producción claro, y valiéndose de la computadora para hacer su versión con escritores del barrio local.
Lo interesante es que apiñados, en una versión algo chapucera, de la famosa portada está lo más granado de la literatura nacional. Como es lógico faltan nombres (yo hice una que otra sugerencia, donde me incluía claro, pero mi amigo F… me dejo por fuera, no obstante incluyó a escritores que sugerí imprescindibles).
Sobre el medio literario (mundillo literario se le llama en los pasillos de las instituciones de cultura estadal) hay una opinión un tanto generalizada: es un medio mezquino. También se habla que ese mundillo literario está lleno de pillos y truhanes. Lo cierto es que intentar ser escritor en nuestro país es una carrera de obstáculos. Las quejas plañideras e imprecaciones groseras a este respecto nunca faltan.
En este collage de mi amigo F… se encuentran escritores del presente y del pasado. Hay héroes y villanos. Hay estelares y segundones, chupamedias y acomodaticios. De todo y para todos. Pero a la hora de juicios sumarios y otras espeluznantes maneras de juzgarlos por sus actuaciones públicas, en ese sentido de funcionariato de cualquier gobierno de turno, o ciudadanas hay que centrarse en su obra. Al final, como decía Borges, su trabajo literario se ganará el olvido ( o el perdón).
Este collage también dice mucho de los gustos lectores de F… y en la cual incluye a mucho de sus amigos escritores, algunos también son muy buenos amigos míos, por lo tanto es un collage pensado/realizado con alevosía. Colocar a Cony Méndez como un ser iluminado, aparte de la carga irónica, le confiere a esta escritora de autoayuda un sitial destacado y aunque (no es broma) es junto a Eduardo Liendo, que no está en el collage, nuestra Best-Seller más destacada. Los puristas y defensores de la “gran literatura” seguro argumentarán que escribir como Cony Méndez lo hace cualquiera. Lo que sucede es que a nuestra literatura le falta algo de pimienta, de esa pimienta textual que le puso Denzil Romero o de esa pimienta de mentira histórica, escrita con grandes baches, por Herrera Luque, escritores de paso que tampoco están en el collage.
Cabrujas más que pimienta le agregó sal irónica y Adriano González León con su novela “País portátil” convirtió a nuestro país en un artefacto joyciano de gran fractura estilística y literaria. Aparece Rafael Bolívar Coronado el pecador más grande de nuestras letras, el más insigne del paradigma de todo aquel que quiera abrazar (ya estoy escribiendo como Pedro Emilio Coll o Manuel Díaz Rodríguez) el gran arte de las letras. O sea, la literatura como impostura, como trampa, como una manera de burla a los maestros del día de las letras y sobre todo como una trinchera de seudónimos para ser todos los escritores y ninguno.
Los críticos de nuestra literatura, surgidos de nuestras prestigiosas universidades, han llenado de broza académica cualquier estudio alejando a los estudiantes de esa tan cacareada “gran literatura”. Ya Roberto Echeto en La literatura venezolana no va detrás del camión de la basura lo había escrito “En el caso de la crítica literaria las cosas se complican por varias razones. Como es tradicional, los críticos literarios encienden sus pipas, se tocan sus quijadas y escriben desde sus cubículos universitarios para que los lean otros especialistas que también encienden sus pipas y se tocan sus quijadas en sus respectivos cubículos universitarios. En otras palabras, lo que ellos hacen, no tiene nada que ver —al menos directamente— con que en la calle haya o no lectores. Por eso su trabajo no sólo carece del peso que debería tener en todo este asunto, sino que se pierde la oportunidad de orientar a los demás en todo lo que se refiere a las obras que salen a la palestra, de leerlas, analizarlas y despertar en otros el interés por disfrutarlas.” Y Rafael Rattia agregó en su momento: “Lo mejor de nuestra literatura venezolana no se está escribiendo en Caracas. Es en el interior del país donde se está fraguando la literatura del futuro de esta nación. Y los críticos no han reparado en ello”.
Lo más nefasto que le ha ocurrido a la literatura en el país, aparte de los críticos de cubículo y de revistas arbitradas, es el pensum de estudio. Autor o libro que aparezca como materia obligada de estudio va directo a la tumba o todo caso se convierte en ser más odiado y vilipendiado del orbe. Aparte que todos los estudiantes se acordaran de su madre, sin el debido respeto.
Aquiles Zambrano ha escrito algo que me gustaría citar: “La literatura, queridos mercaderes literarios, la verdadera, la que se escribe con uña y sangre, temblando al borde de la enfermedad o el llanto, es indiferente a las condiciones materiales que la propician. Esa literatura se va a escribir venda o no venda, con o sin aparato cultural promotor, con o sin lectores, en la pobreza o en la abundancia, en mitad del apocalipsis o en un cómodo apartamento en Manhattan”. No obstante cada vez que alguien me asevera que el arte se hace con sangre, recuerdo la frase de un escritor español que refutó categórico: “Con sangre sólo se hacen morcillas”.
Volviendo al collage de F… hay que tocar el oportunismo de muchos borregos escritores ( o viceversa) que salen en el collage es antológico. El oportunismo es una manera para sobrevivir/vivir del estado sin mancharse mucho. Es una forma de aparecer en el foto del gobierno de turno y cobrar por servicios prestados, cada cual a su modo y es que el trabajo de las letras no reditúa lo necesario para vivir/beber. Lo escrito por Ramón Ordaz es puntual: “No hay arte sin utopía, dice el crítico y poeta Eduardo Milán, lo que no cuesta nada suscribir. La tragedia de los poetas oficiales en Venezuela es que la utopía dejó de ser un destino, porque parte de su propósito se ha cumplido en ellos,…”
jueves, 26 de septiembre de 2024
sábado, 24 de agosto de 2024
FRACASADOS
Carlos Yusti
Un escritor que escribió de manera refinada sobre fracasados fue sin duda
Juan Carlos Onetti. En algunos de sus relatos y novelas hay una buena galería
de estos especímenes vapuleados por la circunstancia (y la mala racha) que van por
la vida como zombis a la espera de un nuevo proyecto y embarcarse en él para
fracasar de nuevo.
Escritores y artista forman parte de ese club exclusivo del fracaso, pero
al menos mucho de sus integrantes dejan una obra. En política los fracasos son
más rotundos, pero su estela es mucho más grotesca.
Un caso patético (por no decir dramático) es lo que le ha pasado a la
cúpula cívico-militar, también mencionada como chavismo-madurismo, que nos ha
desgobernado en estos últimos tiempos. En las recientes elecciones, del año en
curso 2024, ha recibido una derrota aplastante. Una humillación electoral con
un número de votantes extraordinaria. No ha sido derrotado el candidato del
gobierno, sino toda una cúpula; una manera de ejercer la política entre la
estafa, la inoperancia administrativa y el robo, sin mencionar el tráfico de
oro, de drogas, alimentos y pare de contar. Son para resumir una cúpula de
fracasados en mayúscula. Pero (ojo) fracasados sin magia, sin obra y sin
ninguna pizca de belleza. Unos fracasados horrendos que quieren seguir
disfrutando de las mieles del poder a toda costa y por esa razón practican un
feroz terrorismo de Estado. Además, hay que mencionar el hecho que disfrazados
de izquierdistas revolucionarios se han convertido en la estafa más biliosa de
la política en nuestro país. Fracasados y ladrones de cuello rojo han destruido
como nadie las instituciones convirtiéndose en unos fascistas de nuevo cuño.
De nuevo en la irrealidad de la literatura un fracasado ficticio sin
parangón es Don Quijote y no por casualidad Gregorio Morán escribe: “La sociedad no soporta el
fracaso; lo considera una enfermedad social. Y aquí volvemos al comienzo: el
arte, la literatura, se alimentan de algo que la sociedad desprecia, el
fracasado. Y desde hace muchos siglos, incluso antes de que se escribiera la
más hermosa epopeya del fracasado, que es el Quijote”.
Otro fracasado con brillo propio de la ficción literaria es el coronel de
la novela El coronel no tiene quien le
escriba de Gabriel García Márquez. El coronel, nunca se conoce su nombre,
es una especie de veterano de guerra que desde hace quince años está a la espera
de una pensión gubernamental, a la que tiene derecho por haber servido durante
la guerra civil, pero que nunca llega. En la extrema miseria transcurre la
existencia del coronel y su esposa. Cada uno, por su lado, busca la forma de
salir de ese abismo lleno de estrecheces y poco iluminada. Es una metáfora del
tiempo, de la soledad y la indefensión.
Ha dicho el escritor Enrique Vila-Matas "La literatura y el fracaso
son la misma cosa... El arte del fracaso es inherente a la práctica de la
literatura". Mi lista de amigos escritores que han mordido el polvo del
fracaso es larga (en la que me incluyo sin modestia), pero los prefiero a esos
politicastros de oficios cuyos fracasos rotundos son las desgracias sangrientas
de los pueblos.
domingo, 18 de agosto de 2024
Libros, magia y censura
por Carlos Yusti
En los distintos foros, jaleos, charlas y saraos a los que me invitan para dar labia sobre literatura y libros nunca falta la pregunta, ¿para qué sirve la literatura? Me mosqueo y para no proporcionarle ideas a los censores e inquisidores de siempre, trato de acercarme al ojo del huracán de la respuesta guardándome un as en la manga y respondo: la literatura no sirve para nada.
Los libros han alimentado muchas hogueras a lo largo de la historia humana, siempre, para fanáticos y censores, son objetos dañinos los cuales hay que mantener cerrados, mutilados y prohibidos. Los enemigos de los libros, que son más de los que ingenuamente se cree, están convencidos que los libros poseen algo perverso, un extraño sortilegio que de alguna manera puede cambiar la estructura mental de los lectores y la de la realidad. (De igual manera muchos piensan en las pasiones perversas que despierta la televisión).
Vladimir Nabokov, aseguró, en alguna de sus clases en la universidad, que las grandes novelas de la literatura no eran otra cosa de cuentos de hadas, ficciones creadas por la imaginación artística. Y él mismo demostró esta tesis con su “Lolita”, novela que le proporcionó sus cinco minutos de fama. Nabokov, lo confirmó en algunas entrevistas, en “Lolita” se lo inventó todo. Su imaginación insuflo vida al viejo baboso al que le gustan las niñas en flor; de igual modo se inventó el ambiente y la Norteamérica, de moteles y lugares de comida rápida, es sólo una escenografía de su intuición creadora. La novela fue censurada y vilipendiada. Hay gente a la que le gusta creer que las novelas son un fiel reflejo de la realidad, personas que se traspapelan con los personajes y a los que el escritor denomina como filisteos o como lo escribe Nabokov: “El filisteo ni sabe ni se le da nada del arte, incluida la literatura; su naturaleza esencial es antiartística, pero quiere información y está educado en la lectura de revistas. Es lector asiduo del Saturday Evenig Post, y al leer se identifica con los personajes”. Es bueno hacer distinciones. Claro que los arribistas que presenta Balzac, en sus novelas, o esa adultera incomparable de Madame Bovary, poseen pinceladas especiales muy por encima a los arribistas y adulteras que uno ha padecido en la vida ordinaria. No sé, pero en verdad hay personajes de novelas inolvidables; en cambio en la vida hay personas, que aunque hayan cruzado el campo de visión de nuestra existencia, son menos reales, tienen menos humanidad, menos carnadura poética y de los cuales con facilidad se olvidan y nunca más existe la necesidad de tomarse la molestia en recordarlas. No obstante hay personajes que siempre resuenan en nuestra alma.
Para censores e inquisidores los libros no sólo reflejan la vida, sino que de alguna manera son responsables de trastocar la vida, la historia, el destino e incluso la realidad gris y obstinada donde nos movemos a diario. Don Quijote quiso llevar a la práctica lo leído en los libros, para darle un viraje a la realidad sin magia que le tocó en suerte y todo el mundo sabe como terminó la osadía del caballero de la triste figura.
Pero dejemos a Don Quijote y volvamos al mundo real. Hace poco en los Estados Unidos se ha desatado una oleada de censura contra los libros de Harry Potter. En algunas escuelas han sido prohibidos y en una que otra localidad han osado quemar el libro. Los argumentos para semejante salvajada son más bien insólitos. Aducen que los libros no son más que manuales de magia y brujería. Que la marca en forma de s en la frente de Harry lo conecta con el mundo perverso de Hitler y su policía política llamada SS. Una de las fieles lectoras de Potter, con apenas nueve años, coincidiendo por casualidad con Nabokov afirmó: “Mis amigos y yo sabemos que los libros de Harry Potter son historias irreales, son sólo historias de ficción entretenidas y emocionantes; nada es verdad y son sólo eso: historias de ficción”.
La autora J.K. Rowling dista bastante de ser una bruja siniestra. Divorciada y con una hija la vida se le convirtió en un laberinto de estrecheces económicas y para salir a flote tuvo que dar clases de inglés. Decide escribir el libro para sacudirse la depresión. Con lo justo para tomarse un café deambula por una que otra cafetería escribiendo el primer libro de Harry. Sus antecedentes bibliográficos inmediatos son los libros de Tolkien. Luego de terminar el libro escribe varias copias a mano, ya que no tiene el dinero necesario para fotocopiarlo. Va de editorial en editorial hasta que en el año 1997, Bloomsbury lo compra en la Feria del Libro de Bolonia. El libro ha puesto a leer a niños, jóvenes y viejos por igual.
El culto y temor por los libros se inicia, por paradójico que resulte, en los albores de la Edad Media y la enseñanza en monasterios de artes liberales. Para la antigüedad, hay un texto de Borges que ahonda sobre este aspecto, tenía más valor la palabra oral que la escrita. Ese axioma de Clemente de Alejandría podría ser el sello de ese recelo a los libros: “Lo más prudente es no escribir sino aprender y enseñar de viva voz, porque lo escrito queda”.
Este temor por los libros y la palabra escrita fue disipándose en la Edad Media con la creación de las Universidades y las bibliotecas. Ernets Robert Curtis escribió que «el empleo de la escritura y del libro en el lenguaje metafórico se encuentra en todas las épocas de la literatura universal…” El libro se tuvo por bastante tiempo como un medio para la perfección del espíritu. Para Shakespeare el libro tiene un valor menos rotundo y envarado. A la sazón Curtis escribe: “Shakespeare no concibe la escritura ni el libro como un contenido vital, como atmósfera, como representante simbólico del conocimiento y de la sabiduría; para sus metáforas del libro acude al estilo retórico de la poesía contemporánea y la transforma en múltiple y variadísimo juego de ideas…”
Con el afianzamiento feroz del cristianismo como nueva concepción de Dios y el mundo la Biblia pasa a convertirse en un libro sagrado; centro de la verdad y columna vertebral de la inspiración divina. Los otros libros, considerados profanos, ya no tienen interés alguno. Gerard-Georges Lemaire acota: “Durante la Alta Edad Media, la enseñanza monacal se encaminó a la abolición de las artes liberales, y en el siglo VI se prohibió la lectura de textos profanos tanto a os neófitos como a los clérigos.” El Santo Oficio de la Inquisición en 1558 crea el Index Librorum Prohibitorum, una guía exhaustiva de los libros tachados de nocivos y contrarios a los preceptos eclesiásticos. El fanatismo clerical comenzó tímidamente quemando libros y objetos (en la actualidad la histórica pira propiciada por Savonarola en Florencia, llamada “la hoguera de las vanidades”, sirve de alimento para los turistas) y luego, sin el menor asomo de humanidad, pasaría a quemar los cuerpos en una empresa policial modelo a futuro.
El 10 de marzo de 1933 los nazis realizaron unos de los auto de fe más emblemáticos de la historia. Más de veinte mil libros amontonados en varias montañas fueron sometidos al fuego, bajo la mirada vigilante de los bomberos para evitar cualquier accidente. En la dictadura de Augusto Pinochet la cesura y quema de libros se hizo con una eficacia sistemática de relojería. En Afganistán los Talibanes no sólo destruyeron obras de arte monumentales, sino que destruyeron todos los libros que cayeron en sus funestas manos. En el País Vasco, la librería “Lagun” tiene récord de haber sido una de las más bombardeadas por ETA.
En el prólogo de su libro “Cómo leer y por qué”, Harold Bloom escribe: “Leemos a Shakespeare, Dante, Chaucer, Cervantes, Dickens, y todos sus pares porque amplían la vida, y mucho más”. Los libros de alguna manera ensanchan nuestra existencia, expanden nuestra visión del mundo y sobre todo nos enseñan las posibilidades de la imaginación y la memoria.
Los libros siempre serán objetos peligrosos para ciertas mentes estrechas y triviales/tribales. No obstante el lector es el mejor aliado del libro y de los autores o como lo ha escrito Nabokov: “Es él, el buen lector, el lector excelente, el que una y otra vez ha salvado al artista de su destrucción a manos de emperadores, dictadores, sacerdotes, puritanos, filisteos, moralistas, políticos, policías, administradores de correo y mojigatos”.
ENCUENTROS CON LA CENSURA
Carlos Yusti
La iniciación a la lectura tiene
varias etapas. En mi caso comenzó por las comiquitas de los diarios, las novelitas vaqueras, luego las policiacas
y al final del túnel estaba esa luz impecable, lúcida y límpida de los
clásicos. Sthendal fue el primer autor de fuelle que leí con deleite. Luego
cuando mis hormonas despertaron mi curiosidad mi atención se centró en
determinados libros marcados como prohibidos. El Decamerón y las novelas del Marqués de Sade me proporcionaron
esa otra dimensión de la literatura que se extralimita, que pisa la grama de
los prejuicios y dogmas preestablecidos por el poder eclesiástico o político.
La censura tiene variadas aristas
y muchas veces se vale del guirigay leguyerico para asestar sus golpes.
Escribir es siempre exponerse, es quedar al descubierto y ser presa de la
censura y demás florituras recalcitrantes de ciertos personajillos del poder
político (o de la casa cural de la parroquia) que buscan por todos los medios
que la escritura sea incolora, indolora y carente de faltas y erratas
políticas.
Mis encuentros con la censura
tienen menos de tragedia y más de teatro de equivocaciones cómicas. Cuando
cruzaba en bicicleta mis 16 años edité con otros amigos (“Animales Krakers” se
llamaba el grupo) una revista con pretensiones literarias (tenía más pretensión
que literatura por supuesto), pero que en el fondo sólo buscaba pasarse de la
raya. Su estilo escatológico y bilioso fue su marca de fábrica.
La revista era una burla a todas
esas revistas literarias modosas y telarañosas que cuidaban con esmero la
ortografía y el estilo literario en pedante y que, como era lógico, jamás
publicarían nuestros textos primerizos. La revista tenía ese tufo de pared de
baño público: dibujos, groserías, poemas. Rimas jocosas y aforismos veloces
impregnaban sus páginas e incluso a los 500 ejemplares del segundo número en
una de sus páginas, que tenía el dibujo de una mujer desnuda, le encolamos
pelos reales obtenidos en una peluquería. La crítica tardó, pero llegó como un
dardo y se publicó en un periódico: “La publicación recoge relatos, poemas,
artículos de opinión de sus integrantes y colaboradores y, del comienzo al fin,
una muy abundante porción de penes, senos, vaginas “adornadas” con pelos no
sabemos de qué procedencia al lado de otras muchas menudencias. (…) Con los
“Krakers”, con sus ideas, decimos (y con quienes andan en la misma onda dentro
o fuera de “Krakers”) que el arte y la literatura siguen amenazados con
estancarse”.
Quisimos responder, exponer
nuestros argumentos, pero no hubo manera y entonces comprendí lo escrito por
Voltaire que la peor desdicha para el escritor es ser juzgados por necios. Además,
los necios a veces van lejos: “Sobre todo cuando el fanatismo se une a la
mediocridad, y a la mediocridad el espíritu de venganza”. Lo cierto del caso es
que quienes firmaron ese texto contra los Krakers siguen en sus hazañas de
censuras y como sapos cooperantes del régimen de turno.
En otra oportunidad escribí en un
periódico un artículo titulado “mujeres”, en el cual alababa el espíritu
creativo de algunas mujeres, pero en algún aparte del texto incluí la frase de
un amigo que me dijo que algunas mujeres nunca superaban la etapa de Harpía.
Esto ofendió a un grupo de damas. A los pocos días me telefonearon del
periódico que habían respondido a mi escrito, pero el diario no quería
publicarlo por considerarlo bastante ofensivo. Me opuse, si algunas mujeres se
sintieron afectadas en su dignidad era lógico que me pusieran en su sitio. El
artículo se publicó y resultó un cactus espinoso, vengativo e insultante en el
cual me llamaron chulo, homosexual y que mis pinturas debían quemarlas y a mi
darme veneno.
Considerarse ofendido (o
ultrajado en la dignidad) parece ser el motor que desata la censura intolerante
contra el otro, además es cuestión de óptica. J. M Coetzee explica que una de
las consignas del Congreso Panafricanista en los años 90 fue: “Un colono, una
bala”. Coetzee escribe: “Los blancos señalaban la amenaza a sus vidas que
contenía la palabra “bala”, pero, según creo, era “colono” lo que suscitaba una
perturbación más profunda”.
Hoy los ofensores se han
atrincherado en los periódicos y en el Internet. Los ofendidos por lo general
son los políticos de saldo y oportunidad que padecemos y todas esas vacas
sagradas que exhiben la dignidad como medallas sin considerar que la dignidad es
una ficción por aquello escrito por Coetzee: “La ficción de la dignidad
contribuye a definir la condición humana, y la condición humana contribuye a
definir los derechos humanos. De este modo, hay un sentido real en el cual una
afrenta a nuestra dignidad ataca nuestros derechos. Con todo, cuando,
indignados por dicha afrenta, apelamos a nuestros derechos y exigimos
reparación, haríamos bien en recordar lo insustancial que es la dignidad en que
se basan esos derechos. Si olvidamos de dónde procede nuestra dignidad, podemos
caer en una postura tan cómica como la del censor enfurecido”.
Todos tenemos dentro un censor
muy bien guardado, pero quienes detentan cargos públicos son susceptibles a que
ese censor aflore con rapidez más por estupidez que por algún parámetro mínimo
de inteligencia. Detrás de un censor, o de quienes se prestan para hacerla de
comisarios del silencio, se oculta un ciudadano, la mayoría de las veces, que
guarda con celo en su escaparate particular sus vilezas, mientras su rostro de
ciudadano ejemplar ocupa la escena pública.
Mientras los censores de todo
pelaje afinan sus garras y se amparan en las leyes, el escritor, el periodista
y el bloguero se las ingenia para seguir escribiendo todo aquello que saca de sus
casillas a la administración.
Encerrarse con la censura
Carlos YUSTI
“La censura perdona a los cuervos y se ensaña con las palomas.”
Juvenal
La censura en
nuestros días no ha desaparecido del todo y mas bien ha sutilizado sus mecanismos para seguir
silenciando lo inconveniente, lo que puede ser desfavorable a la administración
ejecutiva del poder, sea político, religioso o burocrático. Tiene renovados métodos y se traspapela con nuevos nombres como corrección política, derechos
de las minorías, etc. En algunas ocasiones se ampara en la ley para crear
gráciles dispositivos legales y todos felices.
En nuestro país (Venezuela) estuvo vigente la Ley sobre Vagos y Maleantes. La misma regulaba a los individuos etiquetados en las categorías de “vagos y maleantes”, a los cuales consideraba individuos peligrosos y en tal sentido eran detenidos sin proceso alguno. En dicho grupo entraban aquellas personas sin oficio conocido, las no afectas al gobierno de turno y todo aquel que resultara incomodo a la administración. Esta ley fue derogada, pero se han implementado nuevos mecanismos para silenciar la protesta en cualquier escenario. Ya no censuran periódicos, ni detienen a sus directores sencillamente le niegan la publicidad gubernamental o el papel para imprimir los diarios. Al que escriba algo inconveniente (o salga a la calle a protestar) le pueden aplicar traición a la patria, incitación al odio.
Alicia Francis
(Barcelona, 1967) es una de esas artistas que busca en el arte sus
posibilidades trasgresoras, su incidencia en el día a día a través de objetos
artísticos anticonvencionales para subrayar su reflexión del mundo, con sus
vaivenes, desde su experiencia vital con la cotidianidad entrampada en los
objetos comunes, en el caso que nos ocupa serían los libros. No sin razón ha
dicho en una entrevista: “El arte es el único reducto de libertad que nos
queda”. Quizá sea más bien la última trinchera para darle una vía de escape a
la creatividad y la desazón. El arte como una manera enfática de esquivar
la censura.
Una obra de Alicia Francis, que puede sintonizarse como referencia contra la censura, es sin duda La Habitación de los libros prohibidos, la cual forma parte de la serie “Habitaciones Prohibidas”, un conjunto de habitaciones para usos específicos. Así están La habitación del grito, del olvido, etc.
Con estas habitaciones Francis visualiza su preocupación por ese espacio privado, e incluso personal, que está a la vista pública. Reinventar el espacio como una manera de imaginar, de dar rienda suelta a esos temores que de alguna manera encierran a los individuos. Cada habitación se concibe, en algunos casos, desde la interacción con el público o desde la crítica.
Por ejemplo, La Habitación del olvido (2013), es un gran cubo trasparente llena de una sustancia blanca, algo así como harina y que es Metyrapone, un medicamento cuyo valor terapéutico permite al paciente olvidar episodios traumáticos ya que incide sobre los niveles de cortisol para reducir la capacidad del recuerdo. Este olvidar es una manera de escapar de eso que daña y causa dolor.
En La
habitación del grito (2012-2013), el espectador puede acceder a un
cubículo aislado del ruido externo y que permite al público gritar y activar, a
través de un mecanismo electrónico, una impresora 3D, la cual convertirá el
grito en una pequeña figura tridimensional.
En la obra La
Habitación de los libros prohibidos el público asistente puede entrar
a un espacio acogedor y bastante cómodo. Sus paredes están tapizadas con
estantes y libros. Es un espacio que invita a la lectura. La pequeña habitación
de madera contiene 189 libros, que el espectador puede hojear, leer si le
apetece. La única particularidad es que los libros de esta peculiar sala de
lectura tienen todas las portadas iguales (de color gris) y en ellas está
impreso brevemente la historia de censura a la que cada libro fue sometido en
su momento.
Entre algunos de
los libros (y autores que encontrará el espectador) se encuentran Franz Kafka
y La metamorfosis que los Nazis arrojaron a las llamas; Los
Versos Satánicos de Salman Rushdie, considerado un libro blasfemo y
por la que su autor tuvo que esconderse protegido por guardaespaldas. No podía
faltar Henry Miller, ni el Ulises de James Joyce, considerado
un libro degradante y obsceno con juicio incluido a sus editores. Infaltable elCándido de
Voltaire; los escritos de Giordano Bruno; Lolita, de Vladimir
Nabokov, libro libidinoso y que fue considerado una expresa apología a la
pedofilia y al incesto. También está un libro soso de brujos, magos, varitas
mágicas y nada original como Harry Potter.
En una entrevista
Alicia Francis ha explicado: “Más allá de permitir comprobar que muchas de las
que ahora consideramos obras maestras fueron prohibidas en algún momento de la
historia, la instalación es un pretexto para iniciar el diálogo. Lo
verdaderamente importante es lo que pasa entre la gente dentro de la habitación”.
Esta obra de
Francis permite encerrarse con la intolerancia, el fanatismo y sobre todo con
la censura. Las habitaciones concebidas por Francis me traen a la memoria esa
habitación hecha de palabras de Virginia Woolf, “Una habitación propia”. Libro
que recopila una serie de conferencias sobre la mujer y la novela dictadas por
la escritora en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton. Woolf
escribe: “Nunca podría cumplir con lo que, tengo entendido, es el deber
primordial de un conferenciante: entregarles tras un discurso de una hora una
pepita de verdad pura para que la guarden entre las hojas de sus cuadernos de
apuntes y la conserven para siempre en la repisa de la chimenea. Cuanto podía
ofrecerles era una opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una
mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y
esto, como ven, deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza
de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela”. Por supuesto de lo que
escribe la escritora inglesa es de esa dificultad que tiene la mujer para
ejercer de autora de novelas en una sociedad atiborrada de prejuicios e
hipocresías que ejerce la censura desde las costumbres sociales. En el
trasfondo de sus conferencias late escondido ese perro guardián de esa
censura otra que sojuzga y somete e incluso invisibiliza a la
mujer.
El escritor Günter
Grass escribió algo bastante pertinente: “La literatura universal no es el
producto de santos. Amenazada en todo momento por la censura, hemos entregado a
ésta, sin embargo y con frecuencia, el campo, y la mayoría de las veces a la
ligera, ya fuera por sutilezas, ya fuera por amor al ego. Tampoco estamos
llamados a ser mártires, a pesar de que a la sociedad le gusta mucho el
apropiarse a posteriori, como mártires, de los escritores perseguidos”.
En La Habitación de los libros prohibidos el espectador puede encerrarse con la censura, sopesar sus endebles preceptos y sus fobias para con el otro, sobre lo que piensa o escribe. Puede ver en esos los libros tachados como impropios un espejo que refleja esos los oscuro pasadizos del espíritu humano, de su obsesivo afán de amoldar el mundo a sus temores y cegueras más paranoicas.







