Habitar en
el limbo. Una entrevista con Gabriel Jiménez Emán
El
limbo es un plano existencial difícil de definir. Según el Diccionario de la
Real Academia Española, limbo es: “En la doctrina tradicional católica, lugar
adonde irían las almas de quienes mueren sin el bautismo antes de tener uso de
razón”. Y precisamente es allí donde habitan los patriarcas que nacieron antes
que apareciera Jesús el redentor, ya que estos patriarcas aunque tenían uso de
razón, no recibieron el cristiano bautismo por estar en una época remota.
Si hacemos fábula de los que habitan en el
limbo, nos encontramos con personajes como Abraham, Moisés, El rey David, Job y
otros profetas del antiguo testamento. Y sus narraciones o historias son
fantásticas, elaboraciones sobrenaturales de un Dios que tiene un pueblo
elegido al que castiga cuando no sigue su camino, pero también es benevolente
si se arrepienten.
Algunos
escritores afirman que tanto en la Biblia como en otras escrituras sagradas
están los
antecedentes de la literatura fantástica y la ciencia ficción. Y es
que el Apocalipsis de San Juan, último libro del nuevo testamento, se habla de
los Cuatro Jinetes, que llevan peste y muerte al planeta, que luego de eso, los
“impíos” caerán en el Hades y surgirá un nuevo mundo donde no habrá muerte.
¿Puede haber algo más fantástico?
Y
así es la literatura de Gabriel Jiménez Emán, bizarra, quimérica, distópica, con
escenarios de tiempos distantes y de personajes que parecen venir de realidades alternas. Es en ese sentido que se
puede equiparar la ficción mística de Jiménez Emán con los libros que se le
atribuyen a los habitantes antiguos de las tierras de Canaán, los que hicieron
que cayeran los muros de Jericó con la sola oración a Jehová como hizo Josué,
que además hizo detener el Sol.
¿Qué
dicen otros escritores venezolanos de la
literatura fantástica de Jiménez Emán?
Luis
Britto Garcia: “Desde su primer libro y ya para siempre, Jiménez Emán se apunta
con la transgresión: elegirá narrar sobre un mundo maravilloso, donde las
reglas de la naturaleza o de la lógica son sustituidas por incesantes trampas,
paradojas, reflejos”.
Carlos
Yusti: “… me resultó un tipo transparente, locuaz que exudaba mucha literatura,
leída y escrita, por todos los poros. A la postre lo tengo fichado como un
entusiasta optimista del quehacer literario; un hombre que no sólo disfruta
escribir, sino narrar y vivir a plenitud lo literario como un eterno y
enmarañado cuento desovillado con claridad y elegancia… “.
Julián
Márquez: “Se percibe con acierto en Jiménez Emán que la novela de formación no
debe conducir necesariamente hacia la conquista del mundo feliz. Sin embargo,
sí debe producir la transformación conductual de uno o varios de los personajes
para contribuir con la intención, en cierta manera, pedagógica de la obra”
Ahora
Gabriel reflexiona sobre la literatura de la que él hace gala y sin compasión
le preguntamos:
–¿La
ciencia ficción sigue siendo “la cenicienta” en la literatura?
–Cuando
la ciencia ficción aparece en el escenario del siglo XX en los años cincuenta
en Europa y Estados Unidos, -aunque
sabemos que tiene sus antecedentes en los utopistas del Renacimiento y en Cyrano
de Bergerac– proviene de las historias orales de la literatura popular, de los
comics, de las historietas, de las historias de ovnis en los periódicos, la
televisión y la radio, de los platillos voladores, pero al comienzo no era
tomada en cuenta como literatura seria, como literatura importante del canon
occidental. Después poco a poco fue aceptada como literatura seria debido a su
asociación con el cine fantástico de esos años, cuando se hicieron más visibles
autores como Julio Verne y H.G Wells, los padres de la criatura cuyas obras
fueron todas llevadas al cine. Después de ellos el género fue imparable. Luego
comenzó a surgir otro tipo de ciencia ficción basada en las utopías, como es el
caso Aldous Huxley, hasta que por fin llegó George Orwell y la consagró con una
obra genial de utopía negativa, 1984, al cual se sumaron otros autores, y
entonces eso fue imparable. Hay también el tipo de ciencia ficción que
pudiéramos llamar de criaturas o androides, como son los casos de Mary Shelley
con su Frankenstein, de Robert Louis Stevenson con Míster Hyde y de Meyrink con
el Golem, donde los dilemas son más humanos, más filosóficos si se quiere. Pero
la ciencia ficción es el único género de la literatura que le pertenece por
completo al siglo XX; los demás ya eran modalidades o formas que ya existían
como tales, pero la ciencia ficción propiamente dicha le pertenece al siglo xx
por derecho propio, es de ese siglo porque se casó con la ciencia y con el auge
tecnológico de esa época, con una especie de positivismo al revés, y entonces
ya no puede ser considerada una cenicienta.
P–¿Te
sientes más cómodo narrando en los predios de la literatura de anticipación?
–La
verdad es que me siento más libre en la literatura fantástica pura, por así
decirlo, porque la literatura de anticipación requiere de una investigación
previa, requiere de una crítica muy profunda de la política, de la ideología y
de la ciencia; de modo que es muy difícil innovar dentro de la literatura de
anticipación si no te apropias de un mundo y lo desarrollas, le das tu toque
personal a ese mundo, porque es muy difícil innovar después de Wells, de Orwell
y Verne. Después surgieron autores en la ciencia ficción de países como Cuba,
Ecuador, Colombia o Venezuela, y en países de Europa como Polonia, Austria o
Suiza, que aportaron al género otros rasgos, también importantes.
–¿Cuáles
son tus protocolos a la hora de escribir ciencia ficción y literatura
fantástica?
–Primero,
hay que separar el concepto particular del concepto general de lo que es o puede
ser literatura fantástica, que es un concepto grande, amplio, derivado de la
imaginación romántica, es un concepto extraordinario que privilegia a la
imaginación en todas sus formas, donde caben el terror, la pasión, los
fantasmas, el doble, pero sobre todo el
juego con la alteridad, con el miedo, con lo desconocido. Por eso es tan
apasionante la literatura fantástica, porque te pone frente a los dilemas de la
otredad, del inconsciente, se separa de
la literatura realista y abre otras posibilidades combinatorias para la
sensibilidad y el espíritu, que van más
allá de lo visible, de lo tangible. Entonces la ciencia ficción vendría a ser
otra rama de la literatura fantástica, por así decirlo.
–¿Cómo
abordar las llamadas Narrativas Transmediáticas, los metarrelatos y la
posverdad en la creación literaria actual?
–Esos
son conceptos que surgen principalmente de la teoría académica de las
comunicaciones en las universidades, y de otros surgidos en el seno periodismo
literario, muchos de ellos válidos en el momento de ponderar los fenómenos a
través de los cuales se transmiten los mensajes de la literatura de
imaginación, principalmente porque los mismos medios toman parte de ese
constructo literario y estético, como es el caso de la televisión, el cine y
las redes sociales, el internet y los dispositivos digitales como teléfonos,
ordenadores o tablets, que forman parte de la robotización posmoderna de la
mente humana.
P–Conociendo
lo prolífico de tu obra, da la impresión que siempre estás escribiendo y que no
se agota tu pluma. ¿Alguna vez te has encontrado con el muro blanco?
–Lo
que ocurre es que soy muy apasionado de lo que hago, me entusiasmo mucho con
mis proyectos; pienso mucho en lo que voy a hacer, y luego que comienzo a
realizarlo soy indetenible. Yo he estado muy pendiente del futuro, de lo que
nos espera, a partir de mi novela Averno en el 2006, cuando nuestros países
latinoamericanos son acechados fuertemente por fuerzas arrogantes,
destructivas, que pretenden sustituir nuestra cultura popular, ancestral o
tradicional por una serie de conceptos prestados de otras tradiciones, ajenas,
extrañas a nosotros.
–¿Cómo
usar la literatura para enfrentar el reto de las nueves redes sociales, la
tecnología y la Big Data?
–La
literatura se defiende sola porque la literatura debe ejercerse libremente, y
cuando esto ocurre ella misma se encarga de deconstruir la realidad, es decir,
la desarma y la vuelve armar, la presenta en sus variables más ricas y
dinámicas, porque la realidad es cambiante, la realidad no se deja atrapar por
un solo tipo de visión o por una postura o una teoría determinada. Tú ves cómo,
por ejemplo, algunos medios pretenden manipular la realidad para sus propios
intereses, haciendo un periodismo ideológico que responde a las ideas de sus
propietarios, y entonces construyen realidades virtuales o posverdades, y
entonces ahí llega la literatura y los pone en su sitio, les reclama que su
visión es informar, no tergiversar. En todo caso, la literatura debe aprovechar
ciertos espacios que le brinda la tecnología para emitir desde ahí sus
mensajes, aun con todas las desventajas que ello pudiera comportar.
–¿Te
parece que estos tiempos favorecen de manera indefectible al género de la
ficción mínima o mejor llamada minificción?
–Sí,
la minificción tiene mucha cabida ahora en los medios porque es una forma sintetizada
entre el relato y el aforismo, entre la anécdota y el concepto, entre la ironía
y el desparpajo. Antes la gente lo veía como un género fácil, cómodo, pero es
más bien un género muy rico, híbrido, que toma elementos de la crónica, del
periodismo, del cuento, del chiste, de la noticia, de la oralidad y de la
picardía popular también, para tejer sus argumentos, y se adapta muy bien a los
nuevos formatos electrónicos para esparcirse, para difundirse, y eso hay que
aprovecharlo porque son medios rápidos, veloces. Lo cual desde luego no
significa necesariamente que sean efectivos o válidos artísticamente, pero al
menos ofrecen un menú distinto al del periodismo craso, al del periodismo
noticioso o elemental.
–Sabiendo
que eres un lector voraz, pero a la vez un empedernido cinéfilo, retomando un
viejo debate… ¿Una imagen dice más que mil palabras?
–No.
Una imagen no vale más que mil palabras, eso es un reduccionismo espantoso, una
simplificación absurda. Una imagen es una imagen y tiene sus propios códigos de
percepción y sus contextos de interpretación; en cambio la palabra tiene rasgos
distintos a los de la imagen visual porque ella se encuentra cifrada en la
escritura, está cifrada en un lenguaje previo que la antecede; por esa razón no
podemos estar comparando a la palabra con una imagen visual directa, ni mucho
menos con una imagen fotográfica o
cinematográfica, que también viene cifrada por una tradición cultural.
Yo creo más bien que lo visual y lo escrito se complementan en el cine, por
ejemplo, donde se conjugan, porque el del cine es un lenguaje muy complejo
y muy importante hoy día.
–¿Hay
literatura que no hace crítica social? ¿Hay literatura que no refleja la
realidad social?
–Lo
que ocurre es que estos reflejos no son nunca directos en literatura. La
literatura no puede ser directa porque sencillamente la objetividad total no
existe; todo se encuentra en la mente del lector o en la mente del escritor, y
entre ellos hay una comunicación privada o secreta que se establece en el
momento de la lectura, dentro de la sensibilidad y la percepción de cada uno,
que requiere de tiempo y de meditación. La literatura debería hacer meditar y
reflexionar sobre lo que somos; tú tienes por ejemplo a grandes novelistas
franceses como Balzac, Proust y Flaubert, que son los novelistas más grandes de
su tiempo porque pintaron no solamente a la sociedad francesa, sino a la
condición humana, mental, psíquica de su tiempo, con sus prejuicios, sus
defectos, sus vicios, sus injusticias y sus esplendores y espantos; de modo que
nada es tan real como parece, y ese es el papel de la literatura, del de
revelar los espacios ignorados del ser humano y del ser social que otras
disciplinas te niegan u ocultan.
–¿Los
actuales formatos digitales atentan contra las novelas de larga extensión?
¿Cuál sería el reto de los nuevos narradores hoy? ¿Qué deben hacer los
narradores experimentados ante el actual desafío de las nuevas tecnologías?
–Creo
que no nos debemos preocupar mucho por esto en el momento de escribir. La
escritura es como una marea mental, como una tendencia del intelecto o del
espíritu que se libera de tu cuerpo y va a dar a la página escrita, ya sea en
formato de papel o en formato electrónico, lo mismo da. El formato libro que
tanto veneramos ya está cediendo un poco su paternidad, lo cual no es ni bueno
ni malo, son dos opciones distintas para captar el mensaje de la obra; entonces
la obra ya no es el libro con tapas y papel, la obra es su significado, lo que
dice al lector en última instancia, y modifica parte de su ser, lo coloca
frente a una realidad distinta. De modo que plantearse una guerra a muerte
entre los formatos impresos o electrónicos para vaciar o percibir la obra es
algo absurdo, creo yo, es algo que no nos conduce a ninguna parte.
—
“Tenía dos opciones en ese momento: o se quedaba dormido para siempre o
despertaba de una buena vez. Decidió lo segundo, abrió los ojos, apareció de
nuevo el mundo y por eso estamos aquí”. ¿Ese final parece indicar que vamos a
tener una continuación de Averno y Limbo? ¿Será una trilogía? ¿Ya está listo el
tercer manuscrito de esa saga?
–Sí,
estuve pensando un tiempo en escribir otra novela para completar la trilogía,
pero luego me embarqué en otros proyectos y pospuse éste, pero algún día lo
retomo. No me ha sido fácil elegir los temas y construir los personajes en este
momento, porque la realidad va muy rápido ahora y las cosas cambian a una
velocidad enorme, por lo cual he modificado varias veces los planes de la obra,
pero confío en que algún día de estos lo voy a retomar; aunque a veces miro a
mi alrededor y noto que ya estamos inmersos en un mundo de ciencia ficción que
no vale la pena novelar, justamente porque vivimos sumergido en él, que ya el
futuro nos alcanzó y no tenemos escapatoria.
–Otro
viejo debate: Jiménez Emán es narrador, ensayista y poeta. Para muchos de
nosotros es obvio catalogarte de narrador ante todo. ¿Es cierto que el narrador
siempre querrá ser un poeta incluso narrando?
–Sí,
estoy de acuerdo con lo que dices, uno es un poeta aunque no lo desee o no
publique poesía todo el tiempo; pues si perdemos el horizonte de la poesía, no
estamos haciendo nada en materia literaria y humana. La poesía es lo que nos
mueve, es lo que nos da esperanza; la poesía no es escribir libros de versos o
rimar sonetos solamente, la poesía es la estética y la filosofía que subyace en
el espíritu de todo creador, de modo que estoy de acuerdo contigo, sin poesía
no valemos nada, no somos nada.
–¿Cuáles
son los últimos tres libros que has leído? Un comentario acerca de ellos.
–He
estado releyendo a Federico Nietzsche, en Más allá del bien y del mal y estoy
maravillado otra vez con ese libro por las duras verdades que dice acerca de la
moral, la filosofía y la religión, de los prejuicios que hemos enfrentado por
siglos en el momento de percibirnos como seres pensantes; es una obra que tiene
mucha frescura en la escritura y dice las cosas con mucha osadía y claridad, y
creo que bien se merece tenerlo como una filosofía para el futuro una vez más;
es un libro muy vigente hoy. Otro libro que estuve leyendo el mes pasado fue
Eureka de Edgar Allan Poe, un libro extraordinario porque es una mezcla de
filosofía con esoterismo y ciencia, de religión y estética y sobre todo con
metafísica; la verdad es que me interesa cada vez más la metafísica, y he
estado muy volcado a leer escritores donde la metafísica está presente de
cualquier modo, como es el caso de César Vallejo, y de un poeta de aquí de Coro
como Elías David Curiel. Eureka fue el último libro que escribió Poe, quien es
el primer gran poeta metafísico de Estados Unidos, un poeta que escribía
cuentos de horror y cuentos sublimes rodeados de muerte, y extraordinarios
ensayos. También otra escritora que me gusta es Mary Shelley, sobre la cual
acabo de escribir un estudio sobre Frankenstein para mi editorial con motivo de
los 200 años de esta obra, y ahora me estoy leyendo sus Cuentos góticos que son
soberbios, y son anteriores a Poe. Creo que la importancia de Mary Shelley es
innegable, es la gran escritora del romanticismo inglés, la fundadora de la
ciencia ficción y una gran ensayista, editora, amante feminista y filósofa.
–¿Para
qué necesitamos la literatura hoy? ¿Tiene futuro la literatura tal y como la
conocemos hoy? ¿Si desaparece la literatura desaparece el ser humano?
–La
literatura es en muchos sentidos la garante de la memoria sensible e
intelectual de la humanidad, a su manera. Si no hay literatura no tenemos donde
cotejarnos, donde vernos, donde hablar con nosotros mismos a través de otros,
de nuestros prójimos y semejantes, donde valorar lo que hacemos en pro de los
demás. La literatura es el pan de la verdad, de lo sublime y de lo terrible, de
lo que nos subleva en esta vida; no es un simple adorno intelectual, una cosa
de “autores”, sino algo esencial para mí. Si desaparece la literatura entonces
ya no podremos dialogar con nadie, y mucho menos con nosotros mismos. Las posibilidades de la palabra escrita son
sencillamente infinitas.
Y
culmina este maravilloso encuentro “con un suave hálito melancólico” como diría
Ximena Hurtado Yarza sobre el entrevistado. Y es que el limbo es un sitio de
melancolía, ese sitio que no es el infierno, pero tampoco el cielo, un sitio
donde no hay sufrimiento, en el que no se sabe con certeza lo que sucede ni lo que
se siente. Pero sí podemos especular sobre los que allí residen, esos
personajes que han hecho historia con sus historias y de seguro Gabriel Jiménez
Emán no dudará en entrar al cielo o preferir habitar en el limbo.
Reseña
de Gabriel Jiménez Emán:
Nace
en Caracas el 21 de junio de 1950. Narrador, poeta, antologista, ensayista,
compilador, editor, docente y traductor, ha representado a Venezuela en
escenarios tan variados como México, Estados Unidos, Francia, Grecia, Cuba,
Suiza, España, Portugal, Argentina, Ecuador y República Dominicana. Su
participación como conferencista en las ferias internacionales, así como en
cátedras literarias como la Cátedra de Salamanca lo convierten sin duda alguna
en un embajador cultural de nuestro país. Su obra también ha sido traducida a
diversos idiomas y publicada por grandes editoriales, nacionales e
internacionales. Entre sus libros destacados se encuentran: La isla del otro
(Monte Ávila, 1979), Una fiesta memorable (Planeta, 1991), Sueños y guerras del
Mariscal (Ediciones B, Bruguera, Caracas, 2007; Fondo Editorial Eugenio Espejo,
Quito, Ecuador, 2010; Alba Bicentenario, Narrativa, Editorial Arte y
Literatura, La Habana, Cuba, 2012), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, 2004),
El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005), La taberna de Vermeer y
otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005), Averno (El perro y la rana, 2007),
Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009), Limbo (El perro y la
rana , 2016). Actualmente se desempeña como director de la revista Imagen y
dirige Fábula Ediciones.
Ricardo
Romero
TOMADO DEL DIARIO "ÚLTIMA NOTICIAS"