Por José Pérez
Cierto escritor oriental, para quien la
condición de poeta dista mucho de ser parte siquiera de su vanidad terrenal,
por cuanto su orfandad de reconocimiento, el crimen humano de que se le ignoren
sus “dotes de intelectual probo e intachable”, su perversidad moral y
egocentrismo ufano, autor del libelo titulado “Desvíos y extravíos en la actual
poesía venezolana”, publicado en los portales http://letralia.com/291 y http://latorredebabel.wordpress.com, señala que los poetas chavistas “en su mayoría son el menú
exquisito y elitesco de la cultura oficial, es decir, reconocidos funcionarios
del Estado y prominentes adhesiones”, echando por la boca su más ardiente caca
de profesor universitario adeco con frases como estas: “gozan de las milagrosas
canonjías, se editan y reeditan hasta el descaro sus libros, sacan del cajón de
sastre sus intentos fallidos de escritura, retazos de poemas trasnochados y
tienen el santo brío de publicarlos en las imprentas del Estado como
pulquérrima donación espiritual al pueblo”; se ha aliado a otro
fracasado personaje de Oriente, un dramaturgo de poca monta, quien vive en
exilio andino desde hace varias décadas.
Para estos sagaces observadores no existe la
lectura como patrimonio de los pueblos ni los libros deben ser para el pueblo
ni tiene el pueblo el derecho natural a leer. Sólo sus bibliotecas de
“clásicos” y sus invaluables obras debe asumirse como biblioteca básica
venezolana Uno de ellos maniquea con su pose de lector en las panaderías de la
isla de Margarita, a las que acude tratando de llamar la atención ante la más
redonda indiferencia de la gente, es pasmosa. El otro forma parte de las
reuniones “clandestinas” que en Mérida realizan en cierta casa para planificar
cómo cortarlos las cabezas “cuando Maduro caiga y este gobierna se vaya al c…” Vana inocencia.
El poetastro oriental-margariteño asesora
premios literarios a ciertas alcaldías adecas y funge de jurado, rasguñando así
unas lochitas pendencieras que aumentan aún más sus penas (morales). Pero
semana a semana escribe y llora diciendo que los poetas de la revolución son corruptos
y amorales, que han cogido toda la plata de Miraflores sin que a él le haya
tocado nada. Pobrecito. La revolución le pagó sus prestaciones sociales sin
quitarle un centavo y seguro ya se gastó todo y ahora padece de pobreza. En
realidad no conozco un solo poeta de nuestra revolución que pueda presumir de
riqueza material, dineros mal habidos del erario público, o que sea contratista
de obras o algo parecido. Todos vivimos con la mayor dignidad, asumiendo
estoicamente nuestras condiciones de humildes y ejerciendo nuestras profesiones
con decoro y amor patrios. Si alguno ha robado algo, debe ser dentro la enorme
lengua de este señor, comparable a una fosa antigua llena de arañas, mochuelos,
cascabeles y murciélagos hediondos. Y escriben sus bajezas, precisamente, desde
sus guaridas nauseabundas, tirando los golpes bajos, solapados, cobardes.
Uno de esos dardos impregnados de miseria y
envidia, aparece firmado por Edilio Peña, acompañado de una foto que me pertenece,
y que fue publicada en un blogspot durante 2015, para entrelazar con mi persona
el agravio al poeta Pereira, puesto que dediqué mi tesis de doctorado titulada
“Poética y somari de Gustavo Pereira” al estudio de su obra, y la Editorial El
Perro y La Rana publicó y reeditó en 2011 y 2013 mi libro “Cosmovisión del
somari”.
El texto en cuestión firmado por Edilio Peña,
es el siguiente:
“Premios sin gloria LA TUMBA DE LA POESIA
VENEZOLANA
Por Edilio Peña
A Alberto
Hernández, gran poeta y noble persona,
quien ha
decidido resguardar la memoria
de la
poesía venezolana, contra el olvido inmerecido.
Especial para Ideas de Babel.
El Gobierno Nacional de esta estafa revolucionaria creó un memorable premio internacional
de poesía. En sus dos únicas ediciones, premiaron a sus adalides sin obra
sustantiva y trascendente. La primera la obtuvo Ramón Palomares, de poesía
bucólica y melindrosa, que terminó su vida escribiendo panegíricos borrachos y
mocosos, a Hugo Chávez Frías. El otro, Gustavo Pereira, un poeta con lujosa
casa de playa, yate de lujo y miembro del Alto Mando de la Cultura, pero que se
declara hombre pobre en el Oriente del país, quien eligió una insufrible
brevedad poética por carecer del talento que no otorga ninguna revolución.
Ambos farsantes de la poesía, arrebataron no una corona de olivos al erario
público nacional, impúdicamente, sino cien mil dólares con la venia de un
jurado amañado desde el alto poder de la dictadura venezolana.
Los
nombres de Rafael Cadenas, Armando Rojas Guardia, Eugenio Montejo, Alberto
Hernández, Edda Armas, Yolanda Pantin, o Victor Salazar, nunca estuvieron entre
los prospectos de ganar ese fabricado premio internacional de poesía. Y si
alguno de ellos hubiese sido el favorecido en la fantasía imposible, dudo que
los poetas vivos o familiares de aquellos que partieron antes de la gloria y la
fama, y que siempre algunos quieren asegurar su destino de piedra con su
muerte, jamás hubieran manchado sus versos con la falta de ética de una
revolución que promovió el narcotráfico, el crimen, el robo, el trafico de
influencia y la muerte de la juventud venezolana.
Algún
día habrá que investigar a estos militantes de la poesía, mediocre y
revolucionaria. Y, si un jurado de justicia purificada lo determina, ambos
poetas que ostentan y usufructúan deberán devolver ese premio metálico
inmerecido que les insufla el ego o los gusanos.
Como se infiere en esas líneas, a estos personajes de la contracultura
les corroe las entrañas la envidia de que dos venezolanos ilustrísimos como
Palomares y Pereira hayan obtenido el Premio Internacional de Poesía Víctor
Valera Mora, del mismo modo que lo ganaron el cubano Waldo Leyva, el colombiano
Jotamario Arbeláez y el argentino Leopoldo “Teuco” Castilla. Además, hasta el
Premio Nobel se lo han merecido, tanto Palomares (quien ya no está físicamente
entre nosotros) como Gustavo Pereira.
Esa terna que propone Edilio Peña, compuesta por los nombres de Rafael Cadenas, Armando Rojas Guardia, Eugenio
Montejo, Alberto Hernández, Edda Armas y Yolanda Pantin tiene su propio espacio
en la literatura venezolana, y nadie de nuestro lado hace nada por
disputárselo. Más bien creo que faltan nombres que de seguro ganarán grandes
reconocimientos en España, Argentina, Francia, México, Colombia, Estados
Unidos, Japón, etcétera. Su sola afinidad colegiada de ser autores de derecha,
defensores del capitalismo, celebratorios de la llegada de Donald Trump a la
Casa Blanca y demás cosas plausibles del imperio, bien que se apelliden Ordaz,
Méndez Guédez, Cartay, Bravo, Guerra, Rojas,
etcétera, los convierte en los autores más preclaros del futuro.
Son prominentes autores y autoras que pronto
leeremos en Seix Barral, Anagrama, Planeta, Visor, entre otras trasnacionales
del libro, cuando caiga la revolución chavista que tanto odia la derecha
política e intelectual venezolana, y se les abran las fronteras a esos
compatriotas tan marginados por nosotros los chavistas, y por fin puedan
demostrarle al mundo sus portentosas creaciones. Por supuesto yo los leeré
efusivamente, señor Peña, para entretenerme. Lástima que un tal William Ospina,
de quien García Márquez vaticinó antes de morir, que ganará el Premio Nobel por
tratarse de una de las mejores plumas de Colombia e Iberoamérica, le haya
arrebatado a usted, a fuerza de calidad temática y escritural, su aspiración de
ganar el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos con la obra El país de
la canela, y que usted haya despotricado tan suciamente contra el jurado de
entonces, del mismo modo que despotrica ahora de los jurados del Premio
Internacional de Poesía “Víctor Valera Mora”, como si nadie se enteraría de
esas miserias y esas bajezas. Es la misma bajeza y la misma miseria que ahora
emprende contra el Poeta Gustavo Pereira (Poeta con mayúscula, léase bien),
para mayor despropósito suyo y de su combo de resentidos. Se supone que su
mente aguda siente igual desprecio por poetas como Neruda y Vallejo. No faltaba
más. También ellos fueron malos poetas, en su lupa obtusa.
Esta insana actitud es la que propicia esta
nota de desagravio contra el poeta Gustavo Pereira, a pesar de que él prefiere que ignoremos
estas miserias de gente tan enferma, tan hostil ante la vida. Mas, considero
que hay que desenmascararlos, dar a conocer sus bajezas a nivel nacional e
internacional, para que los jóvenes creadores los identifiquen y sepan de sus
podridas conciencias. Ellos quieren que los premien sin hacer nada. Que los
apabullen con reconocimientos. Que los manden a pasear al exterior como hacía
Arráiz Lucca desde el Conac. Que los tengan en un pedestal muy alto porque ayer
fundaron algunas revistas y fueron adulados por los adecos de otrora, pero el
país cambia, la cotidianidad transforma todo, nada es estático y muchos se
quedan en el ostracismo, no crean nuevas obras, y peor aún, no innovan. Por eso
se dedican a descalificar.
Todos los cultores populares que han tenido a
bien mostrar sus creaciones artísticas durante estos 18 años de gobierno revolucionario
chavista han recibido la oportunidad de ser oídos y promovidos. De eso puede
dar fe el poeta Benito Yrady. Hasta los mismos adecos solapados han sido tomados
en cuenta como nunca antes, con sus pensiones y sus reconocimientos artísticos.
Si eso no le basta a estos profesionales de la descalificación personal, que
acudan a sus universidades para que les editen y promuevan sus obras, les den
recursos económicos y les financien sus viajes. O que se lancen para cargos de
alcaldes y gobernadores si en verdad quieren ser políticos en ejercicio. Así
veríamos si en realidad nuestro pueblo los quiere tanto. Además, gozarían un
bolero.
A nosotros nos basta que nuestro pueblo lea
con insistencia los textos sobre Bolívar, Zamora, y Simón Rodríguez, y las
obras (poemas, relatos, ensayos, crónicas) de Palomares, Pereira, Crespo, Calzadilla, Osuna,
Cardozo, Márquez, Jiménez Emán, Saab, Perozo Naveda, Trujillo, Ruíz, Pichardo,
Fragui, Mieses, Castillo Castellano, Ñáñez, Torcátiz, entre otros; y a Ana
Enriqueta, a Chicote, a Lidda, a Maritza, a Laura, a Cecilia, a Acuarela, a Libeslay,
a Maribel, a Cecilia, a Nuni, entre otras tantas autoras.
Lecturas, muchas lecturas, lejos de los
reconcomios del odio y la perversidad de las pasiones rastreras de ciertos
envidiosos y los resentidos (hay excepciones, aunque Ud. no lo crea) de la literatura
nacional de derecha.